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Molodkin, el artista que quiere tu cuerpo y tu sangre
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Molodkin, el artista que quiere tu cuerpo y tu sangre

“Sería fantástico convertir los cuerpos de los islamistas suicidas en petróleo. ¿Se imagina cómo quedaría el vídeo que dejan?... Voy a morir por mi país para

Foto: Molodkin, el artista que quiere tu cuerpo y tu sangre
Molodkin, el artista que quiere tu cuerpo y tu sangre

“Sería fantástico convertir los cuerpos de los islamistas suicidas en petróleo. ¿Se imagina cómo quedaría el vídeo que dejan?... Voy a morir por mi país para matar a muchos soldados americanos y bla bla bla y además luego quiero que utilicen mi cuerpo para hacer petróleo”. Después de decir la frase, Andrei Molodkin, de 47 años, se ríe haciendo un ruido muy extraño. Todo lo que rodea al artista ruso se mueve en un círculo vicioso entre locura y provocación.
 
El arte queda incluso en un segundo plano, pero sus piezas ya se venden por 85.000 libras en las subastas de renombre. Su obsesión por el oro negro, y sobre todo su obsesión por conseguirlo (quemar cadáveres en una gigantesca olla a presión que ha creado) ha captado la atención de galeristas de todo el mundo. Las salas más vanguardistas hacen cola por mostrar sus creaciones y Rusia le ha elegido para que represente al país en la próxima bineal de Venecia del mes de junio. "¿Qué es para usted el arte?", "Crear un contexto para la discusión. No entiendo el arte ligado a la moda o al entretenimiento", matiza.   
 
Acompañarle durante la presentación de su primera exposición en solitario en Londres constituye una experiencia peculiar. Al principio, cuesta entender su humor. Su aspecto no provoca especialmente un ambiente de chiste. Va vestido de un negro que contrasta con su blanca piel y el rubio de un peinado que no puede definirse. Da incluso un poco de miedo. Su inglés está marcado por un fortísimo acento de Moscú y cuando habla mira de una manera peculiar.
 
La muestra lleva por título Liquid Modernity (Modernidad Líquida) y puede verse hasta el próximo 11 de junio en la galería Orel Art. La primera pieza con la que se topa el público está constituida por dos jaulas. La primera, está hecha de fluorescentes. La segunda, de tubos transparentes que se llenan poco a poco de petróleo gracias a un sistema de bombas. “Vivimos en una sociedad dominada por el petróleo, pero la gente no sabe exactamente de dónde procede. Sólo quería explicar el proceso de refinería. Mostrar cómo se obtiene la energía. Nada más”, dice Molodkin.
 
La explicación sorprende porque todas sus obras están marcadas por un fuerte mensaje político. Palabras como “democracia”, “G-8” o “Yes we can” se han podido ver en otras salas rellenas también “con oro negro”. Todo en lo que creemos, según el artista, son instrumentos vacíos que carecen de sentido. “Por eso los relleno de petróleo, que es lo que mueve el mundo, y de sangre”. “¿Utilizas sólo sangre humana?”, le pregunto. “Sí, es más excitante. Además no tendría ningún sentido utilizar la sangre de los animales. El hombre es el único que mata a su semejante por petróleo. El resto de animales no. Ellos no tienen la culpa”. Se vuelve a reír haciendo ese sonido extraño. El material lo consigue del mercado negro y los mentideros aseguran que también se lo suministra un amigo suyo que es director de un hospital. “No es muy caro. Es incluso más fácil de conseguir que el petróleo”, matiza.
 
Toda la exposición está constituida por estos tubos transparentes rellenados con petróleo y sangre dejando entrever la forma de una cárcel. La estampa es singular. “Nadie el libre. Estamos presos en nosotros mismos, encarcelados por absurdos clichés de política y religión”, matiza.
 
En una de las habitaciones se puede ver una fotografía de Mikhail Khodorkovsky y Platon Lebedev encarcelados durante un juicio en Moscú de 2005 con la frase “el dinero te hará libre”. “¿Qué piensa de la situación política de Rusia?”, le pregunto. “Es la misma que la de cualquier otro lugar. Se trata de la explotación del individuo”, responde. 
 
La obsesión del artista por el combustible preciado comenzó cuando realizaba el servicio militar, obligatorio en Rusia y con dos años de duración. Muchas de sus misiones consistían en transportar cisternas de un sitio a otro. Ante el frío, sus compañeros utilizaban el contenido para calentarse e inhalarlo como forma de droga en muchos casos. “Acabábamos muy sucios y cuando parábamos en las aldeas, la gente nos daba comida porque pensaban que éramos pobre. Fue entonces cuando entendí la el significado de “petróleo por alimentos””, matiza.
 
Desde que descubrió que el material estaba hecho de materia orgánica, pensó que sería una buena idea utilizar al hombre para generarlo. El periodista de la BBC Sasha Gankin y la estrella del porno francés Lysses de Chloé ya han iniciado las conversaciones con sus abogados para donar su cuerpo después de morir. Como se espera que pase aún tiempo para que pueda utilizar estos cadáveres, su interés se ha centrado en un hombre homosexual de Nueva York afectado de sida con el camino hacia la muerte más corto. “Está ya postrado en la cama y su obsesión es que le convierta en una escultura con forma de pene. ¡Quiere dar placer a la comunidad gay hasta después de muerto!”.
 
Cuesta creer que todo lo que dice sea en serio, pero su laboratorio en Francia demuestra que tiene interés por llevar su proyecto adelante. Allí ha fabricado una enorme olla a presión con la que ya ha hecho experimentos con gatos y perros. Calcula que el tiempo que necesita para transformar a un cadáver en oro negro es de dos meses. “De cada cuerpo se podría extraer dos litros y medio, más o menos”, matiza con esa mirada intrigante.
 
Uno de sus mayores deseos sería utilizar el cuerpo de George Bush. Su interés por el ex presidente de Estados Unidos ya quedó patente en 2006 cuando moldeó su rostro en grandes dimensiones a base de bolígrafos. Utilizó 2.764, exactamente el número de soldados americanos que había muerto hasta la fecha en Iraq.
 
“Si ahora estamos utilizando la materia orgánica de los dinosaurios, dentro de cientos de millones de años utilizarán nuestros cuerpos. Yo lo que ofrezco es utilizarla ahora mismo y llevarla a un museo. No hago otra cosa que llevarte al paraíso. ¡Te estoy salvando la vida!”, me dice en un tono que suena a media proposición mientras me analiza pensando en cuántos litros podría obtener con mi cadáver.
 
Su discurso genera debate, aunque según Molodkin, el tipo de transformación a la que se refiere es algo que ya está pasando. En Rusia, por ejemplo, con el colapso del comunismo o en Irak. La población descendía a medida que subía el nivel de petróleo. “Tal vez la gente no murió –explica- tal vez fueron enviados s Europa a través de los tubos de Gazprom (la empresa de energía). Es una nueva forma de inmigración y no se necesita pasaporte”.
 
“¿Es un provocador a un artista?”, le pregunto. “La gente que piensa que soy un provocador es porque no quiere que hable de lo que pasa o se niega a admitir en el mundo en el que vivimos. Yo no me creo lo que me dicen Obama o Putin. Yo quiero analizar las cosas por mi mismo. Y me doy cuenta de que todo está vacío.
 
“¿Es más feliz así que otra persona que cree en la democracia?”, le digo. “Soy muy feliz. Cuando tomas distancia y te das cuenta de todo eres muy feliz. No hay mas que repetir cien veces que no existe la democracia para saber que no existe”.
 
Muchos ya comparan su manera de “hacer arte” a la de Damien Hirst, pero el ruso prefiere tomar distancia. “Lo único que me gusta de su obra es que la vendiera por 111 millones de euros el mismo día en el que se desplomaba la bolsa. Eso es arte”, sentencia.

“Sería fantástico convertir los cuerpos de los islamistas suicidas en petróleo. ¿Se imagina cómo quedaría el vídeo que dejan?... Voy a morir por mi país para matar a muchos soldados americanos y bla bla bla y además luego quiero que utilicen mi cuerpo para hacer petróleo”. Después de decir la frase, Andrei Molodkin, de 47 años, se ríe haciendo un ruido muy extraño. Todo lo que rodea al artista ruso se mueve en un círculo vicioso entre locura y provocación.
 
El arte queda incluso en un segundo plano, pero sus piezas ya se venden por 85.000 libras en las subastas de renombre. Su obsesión por el oro negro, y sobre todo su obsesión por conseguirlo (quemar cadáveres en una gigantesca olla a presión que ha creado) ha captado la atención de galeristas de todo el mundo. Las salas más vanguardistas hacen cola por mostrar sus creaciones y Rusia le ha elegido para que represente al país en la próxima bineal de Venecia del mes de junio. "¿Qué es para usted el arte?", "Crear un contexto para la discusión. No entiendo el arte ligado a la moda o al entretenimiento", matiza.   
 
Acompañarle durante la presentación de su primera exposición en solitario en Londres constituye una experiencia peculiar. Al principio, cuesta entender su humor. Su aspecto no provoca especialmente un ambiente de chiste. Va vestido de un negro que contrasta con su blanca piel y el rubio de un peinado que no puede definirse. Da incluso un poco de miedo. Su inglés está marcado por un fortísimo acento de Moscú y cuando habla mira de una manera peculiar.
 
La muestra lleva por título Liquid Modernity (Modernidad Líquida) y puede verse hasta el próximo 11 de junio en la galería Orel Art. La primera pieza con la que se topa el público está constituida por dos jaulas. La primera, está hecha de fluorescentes. La segunda, de tubos transparentes que se llenan poco a poco de petróleo gracias a un sistema de bombas. “Vivimos en una sociedad dominada por el petróleo, pero la gente no sabe exactamente de dónde procede. Sólo quería explicar el proceso de refinería. Mostrar cómo se obtiene la energía. Nada más”, dice Molodkin.
 
La explicación sorprende porque todas sus obras están marcadas por un fuerte mensaje político. Palabras como “democracia”, “G-8” o “Yes we can” se han podido ver en otras salas rellenas también “con oro negro”. Todo en lo que creemos, según el artista, son instrumentos vacíos que carecen de sentido. “Por eso los relleno de petróleo, que es lo que mueve el mundo, y de sangre”. “¿Utilizas sólo sangre humana?”, le pregunto. “Sí, es más excitante. Además no tendría ningún sentido utilizar la sangre de los animales. El hombre es el único que mata a su semejante por petróleo. El resto de animales no. Ellos no tienen la culpa”. Se vuelve a reír haciendo ese sonido extraño. El material lo consigue del mercado negro y los mentideros aseguran que también se lo suministra un amigo suyo que es director de un hospital. “No es muy caro. Es incluso más fácil de conseguir que el petróleo”, matiza.
 
Toda la exposición está constituida por estos tubos transparentes rellenados con petróleo y sangre dejando entrever la forma de una cárcel. La estampa es singular. “Nadie el libre. Estamos presos en nosotros mismos, encarcelados por absurdos clichés de política y religión”, matiza.
 
En una de las habitaciones se puede ver una fotografía de Mikhail Khodorkovsky y Platon Lebedev encarcelados durante un juicio en Moscú de 2005 con la frase “el dinero te hará libre”. “¿Qué piensa de la situación política de Rusia?”, le pregunto. “Es la misma que la de cualquier otro lugar. Se trata de la explotación del individuo”, responde. 
 
La obsesión del artista por el combustible preciado comenzó cuando realizaba el servicio militar, obligatorio en Rusia y con dos años de duración. Muchas de sus misiones consistían en transportar cisternas de un sitio a otro. Ante el frío, sus compañeros utilizaban el contenido para calentarse e inhalarlo como forma de droga en muchos casos. “Acabábamos muy sucios y cuando parábamos en las aldeas, la gente nos daba comida porque pensaban que éramos pobre. Fue entonces cuando entendí la el significado de “petróleo por alimentos””, matiza.
 
Desde que descubrió que el material estaba hecho de materia orgánica, pensó que sería una buena idea utilizar al hombre para generarlo. El periodista de la BBC Sasha Gankin y la estrella del porno francés Lysses de Chloé ya han iniciado las conversaciones con sus abogados para donar su cuerpo después de morir. Como se espera que pase aún tiempo para que pueda utilizar estos cadáveres, su interés se ha centrado en un hombre homosexual de Nueva York afectado de sida con el camino hacia la muerte más corto. “Está ya postrado en la cama y su obsesión es que le convierta en una escultura con forma de pene. ¡Quiere dar placer a la comunidad gay hasta después de muerto!”.
 
Cuesta creer que todo lo que dice sea en serio, pero su laboratorio en Francia demuestra que tiene interés por llevar su proyecto adelante. Allí ha fabricado una enorme olla a presión con la que ya ha hecho experimentos con gatos y perros. Calcula que el tiempo que necesita para transformar a un cadáver en oro negro es de dos meses. “De cada cuerpo se podría extraer dos litros y medio, más o menos”, matiza con esa mirada intrigante.
 
Uno de sus mayores deseos sería utilizar el cuerpo de George Bush. Su interés por el ex presidente de Estados Unidos ya quedó patente en 2006 cuando moldeó su rostro en grandes dimensiones a base de bolígrafos. Utilizó 2.764, exactamente el número de soldados americanos que había muerto hasta la fecha en Iraq.
 
“Si ahora estamos utilizando la materia orgánica de los dinosaurios, dentro de cientos de millones de años utilizarán nuestros cuerpos. Yo lo que ofrezco es utilizarla ahora mismo y llevarla a un museo. No hago otra cosa que llevarte al paraíso. ¡Te estoy salvando la vida!”, me dice en un tono que suena a media proposición mientras me analiza pensando en cuántos litros podría obtener con mi cadáver.
 
Su discurso genera debate, aunque según Molodkin, el tipo de transformación a la que se refiere es algo que ya está pasando. En Rusia, por ejemplo, con el colapso del comunismo o en Irak. La población descendía a medida que subía el nivel de petróleo. “Tal vez la gente no murió –explica- tal vez fueron enviados s Europa a través de los tubos de Gazprom (la empresa de energía). Es una nueva forma de inmigración y no se necesita pasaporte”.
 
“¿Es un provocador a un artista?”, le pregunto. “La gente que piensa que soy un provocador es porque no quiere que hable de lo que pasa o se niega a admitir en el mundo en el que vivimos. Yo no me creo lo que me dicen Obama o Putin. Yo quiero analizar las cosas por mi mismo. Y me doy cuenta de que todo está vacío.
 
“¿Es más feliz así que otra persona que cree en la democracia?”, le digo. “Soy muy feliz. Cuando tomas distancia y te das cuenta de todo eres muy feliz. No hay mas que repetir cien veces que no existe la democracia para saber que no existe”.
 
Muchos ya comparan su manera de “hacer arte” a la de Damien Hirst, pero el ruso prefiere tomar distancia. “Lo único que me gusta de su obra es que la vendiera por 111 millones de euros el mismo día en el que se desplomaba la bolsa. Eso es arte”, sentencia.