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Brillantez en el crisol de Bombay
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Brillantez en el crisol de Bombay

Sorprendente colección de relatos, que constituyen prácticamente una novela coral por los diversos elementos con que el indio residente en Canadá Rohinton Mistry cohesiona el conjunto.

Sorprendente colección de relatos, que constituyen prácticamente una novela coral por los diversos elementos con que el indio residente en Canadá Rohinton Mistry cohesiona el conjunto. El último relato de la serie, Clases de natación, es tanto un epílogo explicativo como un relato autónomo. Cuenta la historia de un parsi -minoría zoroástrica de origen persa-, que por supuesto vivió en los baag de Firozsha y que se encuentra emigrado en Canadá. Sus padres, residentes en Bombay, se quejan de que en sus cartas no les cuenta cómo es su vida en el extranjero, hasta que un día reciben una caja con un volumen de relatos que su hijo ha escrito. La historia coincide ‘sorprendentemente’ con la del propio Mistry. Sus padres, de acuerdo en que estas historias se componen de recuerdos de su infancia y juventud en Bombay, se preguntan si las escribe porque extraña su patria -así opina su madre- o porque no ha terminado de digerir su vida presente -sostiene el padre, arguyendo varias razones de teoría literaria-.

Dando por sentado que el protagonista es el propio autor, y a tenor de lo leído en otras obras -en España ha publicado Un perfecto equilibrio, Un viaje tan largo y Asuntos de familia, todas ellas en Mondadori-, es su madre la que debe tener razón. Pero también, como apunta el padre, los ha escrito porque “allí están interesados en leer sobre la vida a través de los ojos de un inmigrante”. Y es que Mistry vive entre dos mundos, con la distancia suficiente como para enjuiciar la vida en Bombay, pero además con suficiente experiencia propia como para no caer en la frivolidad. El germen de estas historias está en “los sufrimientos de sus propias vidas”, de los habitantes tan variopintos de los apartamentos Firozsha, familias comunes de clase media, retratadas con compasión pero sin esconder la intencionalidad crítica con que se han concebido estos relatos y que suscita la queja de los padres (p. 269). Al fin y al cabo, la rigidez de las tradiciones parsis hace sufrir a muchos de los personajes, y no solo las dificultades materiales.

En Visita de pésame a la viuda Daulat la abroncan por mantener prendida demasiado tiempo la lámpara de su esposo, lo que retendría allía a su espíritu. Y el cadáver del doctor Mody tuvo que ser transportado en un maletero atiborrado de hielo, a pesar de lo cual hedía, centenares de kilómetros. Son ejemplos estrafalarios de hasta dónde se puede llevar la rigidez de cun credo o unas tradiciones. Pero, en general, las tradiciones parsis se presentan con suave y elegante ironía como en el divertido relato El fantasma de Firozsha Baag, que recuerda al realismo mágico hispanoamericano. Eso sí, a veces no se puede resistir y le da su merecido a algún personaje antipático, como a Rustomji en Una ocasión propicia. Así, Mistry aligera el relato dramático con pinceladas de humor, un humor nunca agresivo ni dañino, que nos reconcilia con una caterva de personajes desgraciados que terminan por apoyarse los unos en los otros, aunque la miseria humana siempre esté rondando.

Mistry narra con un delicado pero firme naturalismo, componiendo un cuadro costumbrista que se eleva sobre lo local para dar lugar a una cuasinovela de ámbito universal. Los relatos se han ligado mediante diversos recursos: un estilo que sólo cambia en el epílogo, un escenario estable -los baag-, y unos personajes -los habitantes de dichos bloques de apartamentos- que saltan de un relato a otro. De éstos alcanzamos una visión de conjunto porque están compuestos de manera prismática; el tiempo avanza en sincronía con las páginas, por lo que tendremos noticia de lo que fue de un determinado personaje o cómo le fue en determinada aventura. Con el epílogo tienen un remate brillante, el último elemento cohesivo con que Mistry cierra esta obra que podría ser novela, pero el autor no ha querido.

Sorprendente colección de relatos, que constituyen prácticamente una novela coral por los diversos elementos con que el indio residente en Canadá Rohinton Mistry cohesiona el conjunto. El último relato de la serie, Clases de natación, es tanto un epílogo explicativo como un relato autónomo. Cuenta la historia de un parsi -minoría zoroástrica de origen persa-, que por supuesto vivió en los baag de Firozsha y que se encuentra emigrado en Canadá. Sus padres, residentes en Bombay, se quejan de que en sus cartas no les cuenta cómo es su vida en el extranjero, hasta que un día reciben una caja con un volumen de relatos que su hijo ha escrito. La historia coincide ‘sorprendentemente’ con la del propio Mistry. Sus padres, de acuerdo en que estas historias se componen de recuerdos de su infancia y juventud en Bombay, se preguntan si las escribe porque extraña su patria -así opina su madre- o porque no ha terminado de digerir su vida presente -sostiene el padre, arguyendo varias razones de teoría literaria-.