Feudalismo actualizado, por J. L. Mora Cano

Estimado director:

En España, el funcionamiento de los partidos políticos se basa en el principio de obediencia debida. Se trata de un sistema jerárquico en el que el militante obedece al jefe local, este al provincial, quien a su vez se rinde ante el regional, que ofrece a todos al jefe nacional o sumo hacedor. Es un feudalismo actualizado y acorde a las nuevas tecnologías, pero feudalismo al fin y al cabo.

Se me ocurre esta reflexión tras la decisión del Ministerio de Defensa de otorgar a Córdoba el centro logístico Colce en la pugna con otras ciudades que lo habían solicitado. Según los políticos provinciales, la sede favorita era Jaén, con un proyecto que ha sido elaborado durante más de un año y que contaba con el apoyo de instituciones de la provincia a cuyo frente estaban el ayuntamiento y la Diputación. La comitiva que presentó el proyecto en Madrid estaba convencida de que reunía las características exigidas y cuentan que así se lo hicieron saber los evaluadores del ministerio.

Pero he aquí que Córdoba se cuela en la representación y presenta hace un mes, según dicen, su candidatura; así, a última hora y con celeridad, como se hacen las cosas para ganar. La decepción en Jaén es tremenda, pero como el fracaso no tiene dueños y menos en este caso, en que todos son del mismo partido, toca ponerse a dulcificar la derrota para no asumir ninguna responsabilidad. Tanto el alcalde como el secretario provincial, a la sazón, presidente de la Diputación, se muestran serios diciendo que van a pedir explicaciones.

Pues bien, estos personajes pueden encontrar las explicaciones en Facebook, en un comentario del diputado del PSOE por Córdoba, Antonio Hurtado Zurera, que proclama ufano: Carmen Calvo se lo ha pedido expresamente a Pedro Sánchez y este se lo ha concedido. Feudalismo puro y duro. ¿De quién depende la Fiscalía? Pues eso. A los patricios romanos que habían cometido una falta grave se les ofrecía una salida acorde con su estatus: cortarse las venas. A estos políticos, habría que ofrecerles una alternativa menos cruenta: dimitir.

José Luis Mora Cano