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El big data y el Estado, por S. Lunas
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El big data y el Estado, por S. Lunas

Las élites políticas quieren ganar las elecciones movilizando emociones en lugar de rendir cuentas y exponer programas de gobierno coherentes, por lo que son alérgicas a los datos.

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EC.
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Estimado director

en plena época del big data, el Estado es deliberadamente negligente en la recolección de datos sobre el funcionamiento de la Administración Pública y de cualquier aspecto que le resulte indigesto. El funcionamiento y la calidad de los distintos servicios públicos no es legible para los ciudadanos; ni siquiera lo es para el mismo Estado. Esta falta de transparencia hace que los servicios y la administración pública sean el territorio ideal para los trepas y pelotas, lo que resulta extraordinariamente desmotivador para los trabajadores que tratan de mejorarlos, y no digamos para las asociaciones civiles que tratan de ejercer su derecho a participar en el control de su funcionamiento.

Las élites políticas quieren ganar las elecciones movilizando emociones ("son las emociones", Redondo dixit) en lugar de rendir cuentas y exponer programas de gobierno coherentes, por lo que son alérgicas a los datos. Este apagón informativo les permite distribuir los recursos públicos entre sus partidarios en lugar de hacerlo de una manera racional. Ni tenemos un proyecto de país, ni se hace un uso eficiente de los recursos públicos. Para tapar esta realidad, se compra con distintos favores a los afines, que se organizan en distintas redes clientelares, generando un caldo de cultivo muy propicio para la corrupción. La privatización y externalización de los servicios públicos no mejora la situación, sino que amplía el radio de acción de estas redes clientelares y expolia a los ciudadanos su patrimonio social.

S. Lunas

Estimado director

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