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Dónde come McCoy | Dos terrazas únicas: El Barco de Aparicio y la Hípica de Somosaguas
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Alberto Artero

Dónde come McCoy

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Dónde come McCoy | Dos terrazas únicas: El Barco de Aparicio y la Hípica de Somosaguas

Hoy les voy a hablar de dos terrazas en Pozuelo de Alarcón: lugares escondidos, gestionados por los propietarios, con encanto propio y donde se come muy, pero que muy bien

Foto: Ilustración: Rocío Márquez.
Ilustración: Rocío Márquez.
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Ya habrán adivinado los lectores habituales de esta columna mi predilección por la zona noroeste de Madrid. Por razones de residencia, escolaridad, amistad y trabajo, buena parte de mi vida transcurre entre Aravaca, Pozuelo de Alarcón, Majadahonda y Boadilla del Monte. Es lo que más frecuento y, por ende, donde más desayuno, como y ceno fuera de casa. De ahí que muchas veces sean objeto de este 'post' restaurantes situados en tales municipios. Perdonen el abuso, la cabra tira al monte que más conoce. Es lo que tiene.

Hoy les voy a hablar de terrazas en Pozuelo y, en concreto, de dos. Ambas participan de varias características comunes: se trata de lugares escondidos, que uno no se imagina que estén donde están; gestionados de manera directa por los propietarios, que le ponen todo el cariñito posible del mundo al asunto; con encanto propio y diferencial del resto de la oferta circundante, y en los que se come muy, pero que muy bien, buena materia prima, bien elaborada. Me refiero a El Barco de Aparicio y al Club Hípico de Somosaguas. En ellos nos vamos a entretener este rato.

Foto: Imagen: Laura Martín. Opinión

Aparicio es una pescadería de toda la vida de Pozuelo que decidió, cuando Prada a Tope cerró sus puertas, montar en el local que ocupaba en la calle Benigno Blanco, cerca de la estación, un lugar en el que ofrecer marisco y pescado fresco a un precio razonable. Durante muchos meses, era factible acercarse de improviso a picar algo en sus mesas altas de la entrada o en el comedor, presidido por un mostrador lleno de género que invita a pedirlo todo; pero ya no. Y menos en la terraza interior, fresquita y resguardada, donde hay que reservar con aún más antelación. Empieza a correrse la voz y no ayudan las restricciones derivadas del covid-19. No desesperen. Merece mucho la pena.

En nuestras últimas visitas, nos hemos centrado en lo básico, que no merece la pena a lo bueno pedirle mayor desarrollo. Así, atacamos la centolla, que venden por unidad; la gamba blanca cocida y, sobre todo, la roja a la plancha, increíble; el carabinero, a la pieza también; los percebes, más caros en comparación con el resto; unos berberechos 'king-size'; el tomate con tronco de atún; los boquerones rebozados, pantagruélica ración; las delicias de 'skrei'; el lenguado a la plancha; la lubina a la bilbaína; el solomillo de atún vuelta y vuelta; el mero; el propio entrecot de ternera, o postres como el 'fudge cake' de chocolate, la tarta de zanahoria o el arroz con leche, para quitar el hipo los tres. Además, para los arroceros, tienen un caldoso que sirven a medio día de lunes a viernes por 12 euros muy recomendable.

Se trata, pues, de una grandísima opción a la que lo único que le puede perjudicar ahora es una obra que están haciendo en el local de al lado y que podría molestar, por ruido y polvo, a los que se acerquen a mediodía, aunque, a decir verdad, nosotros no lo hemos sufrido. Acérquense, les compensará.

Ya les comenté en su día que mi comedor preferido por la zona es el que tienen las hermanas De la Osa, Carla y Marta, en Húmera. Propietarias del 'catering' La Almadraba, en la búsqueda de un sitio en el que poder celebrar eventos servidos por ellas, terminaron haciéndose con la gestión del club social de la Hípica de Somosaguas, sita en uno de los accesos a esa urbanización. Allí han ido adecuando el entorno al gusto del cliente, de modo tal que se puede disfrutar desde una velada al lado de la chimenea a un encuentro con amigos en la terraza climatizada. Aun así, mantiene su aire 'vintage' tan característico. Antes solo abrían a mediodía, de lunes a viernes con menú y sábados y domingo de bufé, pero con motivo del covid-19 han tenido que cancelar este último y sustituirlo por comida a la carta, que han extendido a los jueves, viernes y sábados por la noche, algo que los habituales del local echábamos de menos y que lo convierte en el rincón más romántico para una cenita de Pozuelo y alrededores.

Aquí lo que se come es comida casera con un cierto grado de elaboración. Así, bordan las distintas ensaladas (caprese, de cuscús, la rusa), la menestra de verduras, las berenjenas 'alla parmiggiana', el ravioli de trufa, los calamares en su tinta con arroz (con o sin merluza, que yo lo pido siempre al revés), los pimientos rellenos de bacalao, el salmón caramelizado con soja y chips de espinaca —para mí, 'the name of the game'—, el pollo al curri con arroz salvaje o el 'roast beef' con setas y 'cherry' al horno, entre otras cosas. Además, manejan una tarta de obleas con dulce de leche y nata para rematar que es para empezar y no parar. El menú a mediodía combina algunos de estos platos con otras sugerencias de mercado y no desmerece, sino todo lo contrario.

Por tanto, aquí tienen un par de alternativas, fuera de circuito, para frecuentar en las tardes-noches de este final de primavera y comienzo de verano. En el caso de la Hípica, aún no es un secreto a voces como en el caso de Aparicio, pero no tardará en ser así. Si se adelantan, eso que llevan ganado.

La semana que viene más y, seguro, mejor.

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Ya habrán adivinado los lectores habituales de esta columna mi predilección por la zona noroeste de Madrid. Por razones de residencia, escolaridad, amistad y trabajo, buena parte de mi vida transcurre entre Aravaca, Pozuelo de Alarcón, Majadahonda y Boadilla del Monte. Es lo que más frecuento y, por ende, donde más desayuno, como y ceno fuera de casa. De ahí que muchas veces sean objeto de este 'post' restaurantes situados en tales municipios. Perdonen el abuso, la cabra tira al monte que más conoce. Es lo que tiene.

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