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Di adiós a la grasa en la campana extractora de tu cocina con este truco
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Di adiós a la grasa en la campana extractora de tu cocina con este truco

La campana extractora no puede hacer magia, solo retiene y retiene y retiene. Por eso nunca podremos decir que nuestra cocina está limpia si esta parte fundamental de ella no lo está

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Si hay algo tedioso para limpiar, eso siempre estará en la cocina. Podríamos decir muchos huecos, rincones, pero uno destaca por encima de todos, literalmente: la campana extractora. Todo acaba en ella en forma de grasa... ¿Habrá algo más difícil que la grasa? Eliminarla es toda una faena, y seguro que, como cualquiera, tú también habrás probado mil y un métodos para hacerlo. Algunos funcionan más, otros menos; pero la grasa, querido lector, nunca deja de acechar. Nunca desaparece del todo.

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Acaba con los olores y humos que genera todo cocinado, y ayuda a que tu casa no parezca una barbacoa en sí misma, pero la campana extractora no puede hacer magia, y para conseguir todo eso retiene y retiene y retiene. Por eso nunca podremos decir que nuestra cocina está limpia si esta parte fundamental de ella no lo está.

¿Cómo enfrentarte a esa limpieza con éxito? Si es posible, sobre todo, con ayuda. Una vez que seáis varias las manos dispuestas, aquí van los trucos que prometen conseguirlo. Lo prometen y lo cumplen. Apunta, apunta…

A tener en cuenta

Lo primero que hay que tener en cuenta es el material de tu campana, porque dependiendo de este será más próspero recurrir a un producto o a otro. Eso sí, no te preocupes demasiado, porque todos los que te proponemos aquí son productos naturales.

Hacerse con una esponja suave es clave en este proceso. Que no tenga fibras ásperas. De hecho, mejor si es una esponja natural. Cualquier otra opción puede rallar tu campana y dañarla

Las hay de plástico resistente al calor, de aluminio, de madera… Aunque hoy en día, las más demandadas suelen ser de acero inoxidable. La moda de este material no le exime de uno de sus mayores problemas: es muy sucio. Así que, incluso si está limpio, cuidado con rozar un dedo, sin ir más lejos, porque habrá marca asegurada.

Hacerse con una esponja o estropajo suave es clave en este proceso. Que no tenga fibras ásperas y, de hecho, mejor si es una esponja natural. Cualquier otra opción puede rallar tu campana y dañarla. Y ahora sí, a por un buen quitagrasas. Lo encontrarás en tu nevera o en tu despensa. No, no tienes que ir al súper a por él.

Agua y limón

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(iStock)

Es la fórmula más económica, pero es que también es una de las más exitosas. Lo único que tienes que hacer es hervir agua. La cantidad funciona aquí un poco a ojo, a la vieja usanza, como se suele decir. Depende, por ejemplo, del tamaño de la campana.

Una vez haya hervido, retírala y déjala enfriarse. Cuando aún esté templada, añádele zumo de limón y mezcla bien. Moja tu esponja por la mezcla y pásala por la superficie de la campana, verás qué cambio, y con perfume añadido (si te resulta excesivo el olor a limón, puedes encenderla mientras la limpias).

Vinagre

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Otro truco estrella, sobre todo si hay que enfrentarse a una suciedad excesiva o a grasa bien incrustada, es el vinagre blanco. Si este es tu caso, pon a hervir agua y una vez que la hayas dejado reposar tras esta operación, añade en ella la misma cantidad de vinagre. Remueve y listo.

Mientras tanto, si tus filtros son de carbono, puedes dejarlos a remojo en el líquido sobrante durante unas horas. Si lo que contienen es un relleno de esponjilla, tocará sustituirla de vez en cuando. Los expertos recomiendan repetir este proceso de limpieza a fondo cada dos meses aproximadamente.

Si hay algo tedioso para limpiar, eso siempre estará en la cocina. Podríamos decir muchos huecos, rincones, pero uno destaca por encima de todos, literalmente: la campana extractora. Todo acaba en ella en forma de grasa... ¿Habrá algo más difícil que la grasa? Eliminarla es toda una faena, y seguro que, como cualquiera, tú también habrás probado mil y un métodos para hacerlo. Algunos funcionan más, otros menos; pero la grasa, querido lector, nunca deja de acechar. Nunca desaparece del todo.

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