Es noticia
Adictos al drama: por qué cuanto más te obsesiona un problema, más grande se hará
  1. Alma, Corazón, Vida
PSICOLOGÍA DE NUESTRA ERA

Adictos al drama: por qué cuanto más te obsesiona un problema, más grande se hará

A veces, la mayor película nos la montamos nosotros mismos en nuestra cabeza. ¿Cómo salir de la espiral de preocupación y afrontar de manera proporcionada los conflictos?

Foto: Foto: iStock.
Foto: iStock.

Un payaso sale a escena frente a un auditorio repleto de gente. Nada más presentarse, cuenta un chiste. A todo el mundo le hace mucha gracia. Vuelve a contarlo, y la gente responde con una sonora carcajada. A la tercera vez, solo unos pocos se ríen, pensando que tal vez parte de la gracia del chiste esté en su reiteración constante. Cuando lo cuenta por cuarta vez, mucha menos gente se ríe. Y, a la quinta, el silencio del auditorio es ensordecedor. Entonces, el payaso se dirige a su audiencia y dice: "Si no eres capaz de reírte una y otra vez por lo mismo, ¿por qué sigues lamentándote por ese suceso desagradable que te ocurrió hace tiempo?".

Esta fábula es una de las más recurrentes a la hora de explicar la permanencia de los pensamientos y sentimientos negativos en nuestra mente, en contraste con los positivos. Una fábula que en realidad podría resumirse de manera sucinta con el clásico "tío, no te rayes" cuando un amigo o conocido nos viene con un problema en el que no puede dejar de pensar. El reverso de esta frase coloquial podría ser el "Virgencita, que me quede como estoy", un pensamiento sin duda futurofóbico. Evidentemente, la vida es complicada: si miramos a nuestro alrededor, seguramente nos encontremos con una situación más o menos trágica. Entonces, a la hora de hacer una comparativa global, es probable que salgamos ganando. Porque ese problema que tanto nos preocupa y que nuestra conciencia regurgita a diario no es tan grande como los problemas de una buena parte de la población.

Tal vez, nuestra fe en la productividad nos hace volver una y otra vez sobre el mismo tema en busca de una solución, aunque el conflicto no sea demasiado grande. Eso es lo que piensa el escritor y columnista Luka Bönisch en un reciente artículo publicado en Medium. "Parte de nuestro problema es que creemos consciente o inconscientemente que todo en la vida se consigue con lucha y esfuerzo, que nada se logra sin trabajo duro y que esforzarse es la única forma de que las cosas cambien a mejor", asegura. De alguna forma, entramos en una espiral, ya que a medida que aumenta nuestra ansiedad y preocupación inicial, también aumenta la sensación de no dar con una solución o respuesta satisfactoria.

"No pierdas el tiempo justificando tus emociones dolorosas, incrementándolas o regodeándote en ellas. Solo siéntelas y déjalas ser"

"A menudo, no es la falta de pensamiento eficaz lo que nos impide encontrar la solución a un problema, sino la atención mal dirigida", recalca Bönisch. En resumidas cuentas, lo mejor para afrontar un conflicto es dejar de sentirte desesperado por tener que lidiar con ese conflicto, lo cual a menudo desemboca en el razonamiento de que no es el conflicto a solucionar lo que te mantiene en ese estado de vela, sino más bien tu estado emocional a la hora de gestionarlo.

A no ser que hayas vivido una auténtica tragedia que te paralice (la pérdida de un ser querido muy importante, un desastre natural que haya destrozado tu hogar o que hayas caído en la auténtica ruina económica), lo normal sería que tu problema consista en algo de lo que careces. Esto no tiene por qué ser material (a todos nos vienen a la mente los problemas de dinero), sino también elementos más abstractos, como puede ser poseer relaciones profundas y significativas o una habilidad especial que te haga despuntar en un trabajo o disciplina.

Aceptar la emoción

La solución que propone Bönisch pasa por enfocarse de una manera racional en el problema y, a la par, intentar cambiar tus emociones negativas o, en todo caso, dejarlas que fluyan y se agoten. "En lugar de volver una y otra vez al problema, enfócate en la prioridad de sentirte bien", recalca. "No pierdas el tiempo justificando tus emociones dolorosas, incrementándolas o regodeándote en ellas. Solo siéntelas y déjalas ser. Preocuparse es adictivo, así que si te resulta difícil dejarlo de hacer de inmediato, tómate quince minutos al día para preocuparte de una manera activa. Pero deja de hacerlo el resto del día.

"Los adictos al drama a menudo ven el mundo como si fueran personajes de su propia película"

Como bien dice el columnista, la preocupación es adictiva. Esto conecta a la perfección con las teorías del psicólogo Scott Lyons, quien este año publicó el libro Addicted to drama en el que habla de esa clase de personas que parece que son dependientes de ese drama vital constante, demandando la atención de los demás a toda costa para sentirse los más desdichados. Pero, paradójicamente, y como el autor reconoce en una reciente entrevista al medio británico The Guardian, "pocos se identifican como tales". Es decir, todos conocemos a personas que caen en esa categoría, pero ninguno es capaz de reconocerlo para sí mismo.

"Nuestra adicción al drama ya no es una falla individual, sino una aflicción cultural, por la cual cualquier sentimiento interno de carencia o insatisfacción puede magnificarse y volverse contra el mundo en general", sostiene Lyons. "Los adictos al drama a menudo ven el mundo como si fueran personajes de su propia película, viéndose a sí mismos en tercera persona viviendo escenas de su vida real e imaginaria". De algún modo, es como caer en el error de verse a uno mismo como alguien incapaz de salir de unas ciertas características negativas, asumiendo un rol pesimista. Que esa voz interior que tenemos todos no pare de dejar claro lo muy desastre que somos, pese a que todavía no haya ocurrido nada o no tengamos ninguna sospecha de que vayamos a volver a fracasar.

El teatro que nos montamos

"El drama es la vida sin las partes aburridas", decía Alfred Hitchcock. De alguna forma, es muy fácil caer en esta hiperpreocupación constante si lo hemos pasado mal en algún momento de nuestra vida, puesto que forma parte de un mecanismo adaptativo de supervivencia. "Es una estrategia de evitación que nos ayuda a mantener distancia con nuestro dolor y trauma subyacentes", recalca el experto en un artículo de The Healthy. "Cuando sufrimos un trauma, nuestro cuerpo se congela, creando una respuesta de protección que nos entumece. Y el teatro nos ayuda a superarlo y recordar que seguimos vivos".

Foto: Foto: iStock.

Todos conocemos a alguien que vive en un estado de alarma permanente, lo que se relaciona también con síntomas de trastornos mentales como la ansiedad. Esa sensación de que algo muy malo va a pasar y no estamos prevenidos representa ya un drama en sí mismo. Si crees que estás pasando por una época en la que todo te sobrepasa, no dudes en ponerte en las manos de un profesional de la psicología. La terapia cognitivo-conductual puede ser un buen remedio para acallar esas malas voces en tu cabeza o corregirlas por otras más amables contigo mismo y con la gente de tu alrededor.

Un payaso sale a escena frente a un auditorio repleto de gente. Nada más presentarse, cuenta un chiste. A todo el mundo le hace mucha gracia. Vuelve a contarlo, y la gente responde con una sonora carcajada. A la tercera vez, solo unos pocos se ríen, pensando que tal vez parte de la gracia del chiste esté en su reiteración constante. Cuando lo cuenta por cuarta vez, mucha menos gente se ríe. Y, a la quinta, el silencio del auditorio es ensordecedor. Entonces, el payaso se dirige a su audiencia y dice: "Si no eres capaz de reírte una y otra vez por lo mismo, ¿por qué sigues lamentándote por ese suceso desagradable que te ocurrió hace tiempo?".

Social Psicología
El redactor recomienda