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El pueblo que estiró su nombre hasta hacerlo impronunciable para atraer al turismo
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El pueblo que estiró su nombre hasta hacerlo impronunciable para atraer al turismo

Se encuentra en la isla británica de Anglesey, dentro de la nación constituyente de Gales. Sí, es un lugar real, y sí, en él viven personas (y llegan turistas)

Foto: Foto: Getty/Keystone.
Foto: Getty/Keystone.

Suele decirse que preguntando se llega a Roma, y quizás esto no solo se deba a nuestra fuerte herencia romana (500 años de dominio se dice pronto): quién no conoce dónde queda ubicada la capital de aquel imperio que sigue siendo hoy la capital de uno de los países más visitados del mundo. De turismo también va esta historia, pero no de nombres como el de Roma, porque este cualquiera podría pronunciarlo, así que cómo no va a ser fácil llegar... Sin embargo, ¿eres capaz de pronunciar Llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysiliogogogoch?

Ni en las películas de Disney habrás visto un nombre tan enrevesado. De hecho, no, no se trata de un lugar imaginario. No es el país vecino del país de Nunca Jamás. Tampoco es el lugar del que proviene Mary Poppins, ni siquiera un rincón en el mundo mágico de Shrek. ¿Una 'mojo dojo casa house'? Nada que ver. Se trata de un pueblo real. Sí, aquí viven personas. Y también van otras muchas; a veces, a comprobar que no es ninguna broma.

Foto: Vecinos reunidos al sol en la plaza principal de Rjukan. (Reuters)

Llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysiliogogogoch se encuentra en la isla británica de Anglesey, dentro de la nación constituyente de Gales (así que, mejor dicho, se encuentra en Ynys Môn, en galés). Dicha isla está separada del continente por el estrecho de Menai, y solo se puede acceder a ella a través de 2 puentes: el puente Britannia y el puente Menai. Justo al otro lado del primero queda ubicado este peculiar rincón del mundo cuyo nombre es el más largo de, al menos, toda Europa. Pero, ¿por qué? ¿De dónde viene? ¿Cuál es el truco para mantenerlo sin morir en el intento?

Una estrategia publicitaria

Su nombre original, en realidad, es Llanfairpwll (puedes respirar), pero en algún momento del siglo XIX se estiró, hasta nuestros días. Según explican desde Open Culture, el presidente del consejo comunitario de la aldea, Alun Mummery, atribuye el cambio a una estrategia publicitaria. Para entonces, el turismo estaba proliferando como pasatiempo para las clases altas, entre las que ya entraba el grueso de la burguesía. Aquello lo hacía un asunto de moda, pero también una tarea a seguir explorando (o explotando) de cara al futuro.

Claro que habiendo comenzado este texto hablando de Roma, quizás ahora creas que no se te ha perdido nada en Llanfairpwll. También lo cree el guía turístico y escritor de viajes Rick Steves, que tras acudir personalmente al lugar, escribía en su blog: "No hay mucho que hacer, aparte de comprar la camiseta (disponible en la oficina de turismo), tomar fotografías del cartel en el andén de la estación de tren y molestar a quien haya en la oficina de turismo para consultar cómo se pronuncia esta palabra". Pero, ¿acaso es todo esto poca cosa?

Más de un siglo después de que alguien le diera ese extenso nombre (volvamos a escribirlo, por qué no: Llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysiliogogogoch) la idea del turismo se sitúa hoy como una vara de doble filo, retorciéndose en su propio significado. Así, hablamos ya de 'turistificación', o el proceso por el cual un lugar se convierte en la caricatura de sí mismo a través de unas lógicas de exposición basadas en el consumismo en serie. "Si quieres, puedes pasar por la tienda James Pringle Weavers, un hipermercado de souvenirs junto a la estación de tren que ofrece recorridos en grandes autobuses; pregunta amablemente y te sellarán el pasaporte con el nombre del pueblo", escribe también Steves.

Inventando el simbolismo del turismo

En la actualidad, sigue sin estar muy claro a quién se le ocurrió la idea de atraer a visitantes con un nombre que fuera impronunciable incluso para quienes residen en este pueblo, pero lo cierto es que fue una idea de lo más premonitoria. Al fin y al cabo, resulta que no necesitas maravillas naturales o atracciones culturales de renombre mundial para convertir algo en un reclamo, porque basta con simbolismos. Si ir a Roma ahora significa volver con un montón de souvenirs que incluyan esta palabra, ir a Llanfairpwll no es distinto.

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(Wikimedia)

Hay quien cree que fue un zapatero local en 1869. Otros, como el poeta John Morris-Jones, dicen que era un sastre. Mientras tanto, la mismísima Wikipedia amplía las dudas al citar una entrada en un directorio eclesiástico publicado unos años antes de 1869, y en el que ya aparecería "Llanfairpwllgwyngyllgogerbwlltysiliogogoch" como el nombre completo de la parroquia de este pueblo.

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(Wikimedia)

Lo único evidente es que aquel fue un siglo decisivo, en efecto, para la zona, porque se estaban produciendo cambios importantes en ella. Como explican desde su propia web, se construiría entonces una nueva carretera, también el puente Britannia y, muy importante en este caso, la estación de tren. "Esto atrajo a artesanos y comerciantes, y Llanfairpwll se convirtió en un importante centro comercial que prestaba servicios a las zonas agrícolas circundantes", apuntan.

Un récord detrás de otro

Sea como sea, este récord no ha dejado de marcar otros récords: su página web también aparece registrada en el Libro Guinness de los Récords, y saltamos en este caso a 2002. En aquel momento, el número máximo de caracteres permitidos para un nombre de dominio de Internet era 58. Encajaba justo, pero aún seguía habiendo un problema… Y es que el nombre aún se estira más.

Para distinguir la parte alta de la parte baja del pueblo, añaden la terminación 'uchaf' en el primer caso e 'isaf' para el segundo. Por suerte, aquel límite cibernético se amplió pronto a 63, y ahora existen los tres dominios (im)posibles.

Un dominio que también llegó al campo científico cuando en junio de 2019, investigadores de la Universidad de Aberystwyth descubrieron en la aldea una bacteria del suelo previamente desconocida. Después de la secuenciación del ADN, posteriormente la nombraron y registraron como Myxococcusllanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysiliogogogochensis. Se trata del nombre más largo en el sistema de nomenclatura binomial.

Quizás de nomenclatura binomial no saben mucho la actriz Jane Fonda y el actor Peter Sellers, pero ambos conocen bien esta curiosa palabra que a través de ellos ha llegado hasta a la pantalla grande. "Nuestro punto de encuentro será a las 16.00 horas. Y nuestra contraseña será... Llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysiliogogogoch. Barbarella: ¿Quieres decir que la contraseña secreta es Llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysiliogogogoch? Dildano: 'Exactamente'", repiten en la película Barbarella de 1968. Desde luego, bien parece una contraseña, como si en Llanfairpwll hubiera oculto un secreto.

Suele decirse que preguntando se llega a Roma, y quizás esto no solo se deba a nuestra fuerte herencia romana (500 años de dominio se dice pronto): quién no conoce dónde queda ubicada la capital de aquel imperio que sigue siendo hoy la capital de uno de los países más visitados del mundo. De turismo también va esta historia, pero no de nombres como el de Roma, porque este cualquiera podría pronunciarlo, así que cómo no va a ser fácil llegar... Sin embargo, ¿eres capaz de pronunciar Llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysiliogogogoch?

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