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Una isla para dos propietarios: lo que hace el Pacharán
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Una isla para dos propietarios: lo que hace el Pacharán

Ganamos los españoles porque atiborramos al galo con una comilona antológica y, tras la pantagruélica ingesta y posterior sobremesa, se le veía un poco bajo de forma

Foto: La isla de los faisanes (Fuente: iStock)
La isla de los faisanes (Fuente: iStock)

"La paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa".

Erasmo de Rotterdam.

La Isla de los Faisanes, es un curioso y original anacronismo que lleva perpetuándose más de tres siglos en la frontera española sita entre Guipúzcoa y la zona aledaña del País vasco francés, esto es, entre España y Francia. En teoría, esta isla fluvial, no tiene más de 6800m2 – según época y caudal -, y también teóricamente, no se puede visitar por ley. Pero, al parecer, los hacendosos jardineros de ambas partes, sí están exentos de esta prohibición. La isla en cuestión no es un destino turístico como para tirar cohetes, pero, lo que, si es cierto, es que está cuidada con esmero por ambas partes.

La Isla de los Faisanes es un símbolo de cordura. Situada en la desembocadura del río Bidasoa, la jurisdicción compartida entre Francia y España cada seis meses al año, incluye un día conmemorativo por el logro de la paz, en el que las autoridades de ambos países toman un ágape más o menos largo en función del tiempo imperante. Este minúsculo territorio es probablemente el condominio -entre dos países -, más pequeño del mundo.

Foto: 'Embarcadero del antiguo astillero de Guarnizo'. Una ilustración de Isidro Gil

Con una hierba escrupulosamente cortada, un antiguo monolito y una atmosfera de paz ausente de ruidos y zarandajas, esta pequeña porción de tierra rinde homenaje a un acontecimiento resuelto de manera elegante en el año 1659, o quizás, dicho de otra manera, es una ceremonia de condena a los malos modos mientras celebra la amistad entre dos pueblos. No solo los jardineros de ambas naciones pueden hollar esta tierra silenciosa que alberga patos okupas, sino que en algunos momentos se efectuaron intercambios de rehenes, contrabando descarado en nuestra trágica posguerra, hábitat de un ermitaño algo escorado mentalmente, tráfico de infantas casaderas y otras minucias. Las mareas bajas propician que la isla en este tramo permita llegar a pie desde España, momento que hace las delicias de los entrenados homeless de la zona. Para no infringir las leyes pactadas, algunos ertzainas con caras de pocos amigos despejan el área con severidad comedida.

El 7 de noviembre de 1659 el Tratado de los Pirineos ponía fin a la guerra iniciada en 1635. La Guerra de los Treinta años es probablemente la primera guerra mundial por su alcance y países involucrados, es asimismo el punto máximo de la expansión protestante. Un imperio emergente, con un rey de Francia muy subido, empolvado de talco y perfumes exóticos para disimular una patente falta de higiene, apoyado por un competente clérigo purpurado, el cardenal Mazarino; dialogaban de tú a tú con un Felipe IV cargado de la enorme responsabilidad de manejar los extensos virreinatos, sus 20.000.000 de kilómetros cuadrados y cuatro frentes de guerra simultáneamente. Un año después - era 1660 -, ratificarían en la Isla de los Faisanes ambos monarcas, una larga y compleja negociación de límites y temas de faldas.

placeholder Isla de los Faisanes (Fuente: Wikimedia)
Isla de los Faisanes (Fuente: Wikimedia)

Se delimitó la marca entre ambos países – los Pirineos se consolidarían como frontera permanente -, se intercambiaron territorios que estaban insertos en la geografía de las otras naciones, y para rematar, una boda real vendría a refrendar y consolidar este nuevo pacto en el que la infanta María Teresa de Austria hija de Felipe IV haría unas protocolarias manitas con el coronado galo. Como colofón, Mazarino y Lope de Haro, atravesarían los pontones correspondientes para acceder a la isla y firmarían la diplomática solución de compartir aquella tierra cada seis meses, meses que se repartirían educadamente —del 1 de febrero al 31 de julio— y el resto quedaría bajo el control administrativo de Francia. Esta fórmula de soberanía conjunta, llamada condominio, es la más antigua que existe en Europa. Son los delegados por ambos gobiernos, el comandante naval de la ciudad de San Sebastián y su homólogo en Bayona o en su defecto los alcaldes de Irún y Hendaya, los que oficialmente detentan la gestión de lo que ocurra o se proyecte previa consulta entre ambos. La última “discusión” giró en torno a la altura del césped. Ganamos los españoles porque atiborramos al galo con una comilona antológica en Hondarribia (Fuenterrabía) y, tras la pantagruélica ingesta y posterior sobremesa, se le veía un poco bajo de forma.

En la actualidad, esta diminuta isla de poco más de 200 metros de largo recibe la visita, en días muy señalados, de historiadores y gentes locales de cierta edad. La importancia histórica de este tratado en el que tuvimos que ceder algunos territorios en Italia ( serían devueltos tras la paz firmada), plazas fuertes en la zona fronteriza de la actual Bélgica, y donde más pupa nos hizo aquel descalabro y principio del fin de la hegemonía mundial; el Rosellón. Aunque los tercios seguirían imbatidos durante muchos años – a excepción del lapsus de Rocroi -, el sol, ya comenzaba a declinar.

A la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) se le hizo un bis sin ovaciones con la prolongación de la guerra franco-española, otros diez años más del ala. Por un lado, la preeminencia política y religiosa de los Habsburgo en Europa, sale muy debilitada y ya senil; por otro, la quiebra técnica permanente desde la época de Felipe II es casi endémica e insostenible; a partir de ahí comienza a esbozarse la hegemonía de Francia. Al Tratado de los Pirineos se llega casi sin aliento.

"Menos mal que era una reunión informal y no había pleno después"

El advenimiento de los Austrias menores, unos ineptos aconsejados por otros ineptos, los válidos, generaría una decadencia irreversible; Carlos IV, solo sería el colofón junto con Carlos II (1675 – 1700) de la crónica de una muerte anunciada. Si a esto le añadimos las consecuencias de la merma demográfica, la subida de la inflación, la perdida de Holanda tras la Guerra de los 80 años (Guerra de Flandes), y la agónica decadencia de la monarquía hispánica, como consecuencia de sus guerras exteriores, que tenían las arcas de la hacienda pública con telarañas no, lo siguiente, llegamos rápidamente a la conclusión de que a perro flaco todo son pulgas.

Actualmente, los alcaldes de las poblaciones vecinas de Hendaya e Irún, se reúnen varias veces al año en torno a una comilona pantagruélica (País vasco obliga), para comentar entre txistorra, chuletón, txipirones, txakoli, y un buen Gâteau Basque de cerezas negras, temas relativos a la convivencia vecinal entre ambos países así como otras menudencias con el pretexto del buen rollito inspirado en los sucesos de hace tres siglos y medio; eso, aderezado con espirituosos como pacharanes caseros, licores de Izarra, Chartreuse y otras minucias alcohólicas desequilibrantes, generaron en más de una ocasión serios atentados contra la ley de la verticalidad.

Hace unos pocos años, dos concejales que no vamos a nombrar, se perdieron, uno en el casco viejo de Fuenterrabía, delatado por un extraño mantra que sonaba nítidamente a algo así como hip, aderezado con compases de La Marsellesa, el otro fue localizado echando la siesta tras una elaborada celosía camuflado con un mantel. Del resto se dice que iban bastante perjudicados. Menos mal que era una reunión informal y no había pleno después.

C´est la vie.

"La paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa".

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