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¿Cuál es el insecto más grande que ha habitado la Tierra?
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Casi de tu tamaño

¿Cuál es el insecto más grande que ha habitado la Tierra?

El ganador vivió hace cientos de millones de años, por lo que no tienes de qué preocuparte, pero lo que se sabe de él dará forma a tus próximas pesadillas

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Puede que esta pregunta haya tomado forma en tus sueños como pesadilla. A menudo, los insectos se convierten para nuestra imaginación (o tal vez contra ella) en seres mucho, mucho más grandes que en la realidad: vienen a por nosotros como auténticos gigantes. En realidad, no va muy mal encaminada, pues lo cierto es que aunque una hormiga por sí sola apenas resulta visible, o incluso una cucaracha puede pasar desapercibida, ya contamos en un artículo previo que si los bichos se unieran, nos aplastarían a todos.

Para eso, por el momento, hay que tirar de imaginación mientras convivimos con ellos barreras de por medio. Para lo que podemos atender a la realidad (más allá del hecho de que la masa de todos los insectos y artrópodos terrestres (excluidas las especies acuáticas/marinas) se sitúa hoy en alrededor de 1.000 millones de toneladas métricas) es para conocer cuál ha sido, hasta la fecha, el insecto más grande conocido, ese para el que las barreras hacían poco y que, por supuesto, no podía pasar desapercibido.

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Si bien es cierto que muchos libros de texto escolares a menudo mencionan la presencia de "libélulas gigantes" en la Tierra mucho antes de la era de los dinosaurios, esto es solo parcialmente cierto. Para empezar, las verdaderas libélulas (esos insectos a los que hoy llamamos así) aún no habían evolucionado en aquel momento. Entonces, ¿cómo era aquel bicho?

Hasta 71 centímetros

La Meganeuropsis permiana. Por su nombre, ya podrás prever sus dimensiones. Aunque su registro fósil es bastante corto, lo que no ha ayudado a descubrirla pronto ni tampoco a descubrirla bien, se sabe que estos insectos vivieron desde el Carbonífero superior hasta el Pérmico superior (ambos dentro de la llamada era Paleozoica), es decir, hace alrededor de entre 317 y 247 millones de años, y existieron con diferentes tamaños.

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Los primeros restos fósiles de esta especie se descubrieron en Elmo, Kansas (Estados Unidos), y fueron estudiados y descritos por el paleontólogo estadounidense Frank M. Carpenter en 1939. Lo que Carpenter encontró es que, efectivamente, la meganeuropsis era miembro del orden Megaloptera, en el que hoy en día se incluyen insectos como las libélulas, pero era mucho más vistosa aún.

Se estima que su tamaño total, con las alas extendidas, podría llegar hasta los 71 o 72 centímetros. En otras palabras: más de un metro. Para que tu imaginación se haga una idea más concisa, es aproximadamente el doble del tamaño de la especie de insecto más grande que vive actualmente, el insecto palo Dryococelus australis, nativo de la isla Lord Howe de Australia.

¿De dónde salió?

Quizás ni te lo estás preguntando a estas alturas, pero su desaparición se debe, como en muchos casos, a los cambios medioambientales. En este sentido, sabemos que el Pérmico estuvo marcado por un clima cálido y seco, pero también y sobre todo por un nivel de oxígeno en la atmósfera muy superior al actual.

Estos niveles de oxígeno, explican los expertos, pueden explicarse por tres factores principales. En primer lugar, el período Pérmico fue escenario de una intensa actividad volcánica en ciertas regiones del globo. Estas erupciones volcánicas pueden liberar grandes cantidades de dióxido de carbono (CO2) que ayudan a atrapar el calor del Sol y calentar la Tierra. Ya lo empezamos a aprender. Con dicho calentamiento la materia orgánica empieza a descomponerse, liberando así grandes cantidades de oxígeno a la atmósfera.

Con tanto oxígeno, mientras el planeta se lo permitió, la Meganeuropsis permiana creció y creció, y pudo volar gracias a sus enormes alas

Por otro lado, el Pérmico también estuvo marcado por una gran diversificación de las plantas terrestres de entonces, entre ellas helechos y gimnospermas. La fotosíntesis de aquellas plantas permitió producir más oxígeno en el ambiente al absorber dióxido de carbono de la atmósfera.

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En última instancia, sabemos que las cianobacterias, organismos fotosintéticos que desde las profundidades del mar liberan oxígeno utilizando la luz solar para producir energía, ya estaban prosperando, gracias en particular a la creciente disponibilidad de nutrientes y la ausencia de depredadores eficientes para acabar con ellas.

Con tanto oxígeno, mientras el planeta se lo permitió, la Meganeuropsis permiana creció y creció, y pudo volar gracias a sus enormes alas. Pero debido a su considerable tamaño, es probable que este insecto tampoco volase como vuelan hoy los descendientes de su especie, sino con batidos de alas menos frecuentes, tal vez, según las simulaciones. Cuando tras el Pérmico, los niveles de oxígeno comenzaron a disminuir, los insectos se empequeñecieron.

Puede que esta pregunta haya tomado forma en tus sueños como pesadilla. A menudo, los insectos se convierten para nuestra imaginación (o tal vez contra ella) en seres mucho, mucho más grandes que en la realidad: vienen a por nosotros como auténticos gigantes. En realidad, no va muy mal encaminada, pues lo cierto es que aunque una hormiga por sí sola apenas resulta visible, o incluso una cucaracha puede pasar desapercibida, ya contamos en un artículo previo que si los bichos se unieran, nos aplastarían a todos.

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