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Por qué siempre se habla de "amor verdadero" pero no de "odio verdadero"
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Por qué siempre se habla de "amor verdadero" pero no de "odio verdadero"

Un grupo de investigadores de psicología moral de la Universidad de Oxford han intentado dilucidar por qué hay ciertas emociones que se antojan más ciertas que otras

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Pensar en las emociones que sentimos siempre es provechoso para conocernos más a nosotros mismos o saber quiénes somos. Es muy difícil establecer una escala de verdad en las sensaciones que nos afectan a diario, pues no podemos comprobar si se corresponden con las de los demás, ya que solo habitamos un cuerpo y una mente. Se supone que sentimos amor cuando tenemos una conexión muy profunda con alguien que nos genera un gran bienestar; y, por el contrario, sentimos odio cuando una persona nos provoca un intenso rechazo. Pero, a fin de cuentas, es muy complejo definir con precisión esos afectos que día a día van con nosotros, y mucho más aún cómo poder usarlos para ser mejores personas o gestionar mejor nuestras relaciones.

Ahora bien, hay un hecho de lo más curioso. ¿Por qué tendemos a ver como "verdaderas" solo aquellas emociones positivas, sobre todo el amor? Podríamos caer en la tautología: el amor, si no es verdadero, no es amor. Pero entonces, ¿es el odio siempre falso? Seguro que somos capaces de pensar en alguien con una gran capacidad para enamorarse. ¿Esto hace que su amor sea menos verdadero? ¿Pueden las emociones gastarse de tanto usarlas y aun así autoconvencernos de que lo que sentimos es real y auténtico? Son preguntas de largo recorrido que se adentran en la filosofía y la psicología profunda, pero que ahora desentrañaremos con la ayuda de un reciente estudio publicado.

"Hablamos de la felicidad como una parte clave de la identidad de alguien, mientras que el mal humor o la ira pueden ser fugaces"

Un grupo de investigadores de psicología moral de la Universidad de Oxford liderados por Brian Earp han intentado dilucidar por qué hay ciertas emociones, sobre todo el amor, que se antojan como más verdaderas que otras. El experimento fue bastante simple: preguntaron a 395 voluntarios de Estados Unidos cómo de extraño les parecía calificar como "verdadero o verdadera" sentimientos muy diversos, como la soledad, la tristeza, la obsesión, el mal humor, la lujuria, el asombro, la calma, la euforia, el aprecio, la nostalgia o la desesperación. A su vez, también les pidieron que calificaran las emociones como malas o buenas, en el sentido de cómo estos sentimientos podían mejorar o empeorar la vida de una persona.

Lo verdadero y lo falso de las emociones

Como es lógico, nadie dice nunca "siento verdadero estrés", salvo en muy contadas ocasiones. O "me siento verdaderamente solo". Una de las hipótesis es que solo tendemos a considerar como auténticas las emociones positivas, como el amor o la felicidad, pero el estudio demostró que aquellas negativas como la tristeza o el miedo también venían frecuentemente englobadas bajo el adjetivo de "verdaderas". De hecho, hubo algunas positivas, como la calma, el entusiasmo o la diversión que estaban mucho más abajo en los niveles de predisposición a pensar en ellas como auténticas. Los investigadores crearon así una curiosa gráfica que mostraba las distintas emociones analizadas en las dos variables de "buenas" y "verdaderas".

placeholder Gráfica del estudio de la Universidad de Oxford.
Gráfica del estudio de la Universidad de Oxford.

Shayla Love, periodista estadounidense, se ha hecho eco del estudio en la revista Aeon y ha hablado con sus autores. Ella cita a Joshua Knobe, un filósofo experimental que cree que nunca podríamos distinguir lo muy verdaderas o falsas que son las emociones, ya que al fin y al cabo las conectamos a lo que creemos que es nuestro verdadero ser, lo que quiere decir que nadie estaría dispuesto a reconocer que siente verdadero odio o enfado (emociones negativas), porque al final eso pesa en la concepción que tenemos de nosotros mismos.

"Hablamos de la felicidad como una parte clave de la identidad de alguien, mientras que el mal humor o la ira pueden ser fugaces: uno se enoja cuando el café no está lo suficientemente caliente o el tren se retrasa", afirma Love. Al tener esa predisposición a pensar en las emociones positivas como parte de nosotros y las negativas como algo circunstancial, eso quiere decir que de alguna forma entendemos que tenemos un 'yo' verdadero que nace en una posición moral, ya que cuando haces algo malo como consecuencia de una emoción negativa, sientes que ese no eres tú en realidad, que aspiras a hacer las cosas mejor y que no deberías hacerlo, a pesar de que finalmente cometas esa 'maldad'.

Las conclusiones

"Por supuesto, los nuevos resultados no nos dan una posición objetiva sobre lo que es una 'emoción verdadera' o 'el verdadero yo'", admite Love. "En último término, la investigación solo habla de las intuiciones que tienen las personas sobre estas preguntas", lo que quiere decir que es imposible establecer qué es una versión objetiva y verdadera del amor, así como también una falsa, por lo que volveríamos al inicio de nuestro artículo: nunca podrás saber si lo que sientes tú (y mucho menos otra persona) es auténtico, tan solo te dejas guiar por meras intuiciones.

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Y cuando hablamos de intuiciones morales habría que recurrir al imperativo categórico kantiano, ya que podemos diferenciar qué es "bueno" y qué es "malo" según unos principios universales. En este sentido, sentir amor es "bueno" y, por tanto, parece más verdadero que sentir "odio", ya que sentimos de manera intuitiva que la emoción de amor o felicidad perdura más en el tiempo que la del odio, la rabia, la furia o la tristeza. Aunque, en último término, todo dependa de nuestras circunstancias individuales y el momento que estemos atravesando, lo que a su vez conecta dichas emociones sentidas a una reducción fenomenológica. Como concluye Love, "es posible que el verdadero yo y la experiencia de las emociones verdaderas no sigan un conjunto de principios o ideales externos, sino que se basan en el conjunto de creencias, deseos y lo que la persona siente como significativo en ese momento".

Pensar en las emociones que sentimos siempre es provechoso para conocernos más a nosotros mismos o saber quiénes somos. Es muy difícil establecer una escala de verdad en las sensaciones que nos afectan a diario, pues no podemos comprobar si se corresponden con las de los demás, ya que solo habitamos un cuerpo y una mente. Se supone que sentimos amor cuando tenemos una conexión muy profunda con alguien que nos genera un gran bienestar; y, por el contrario, sentimos odio cuando una persona nos provoca un intenso rechazo. Pero, a fin de cuentas, es muy complejo definir con precisión esos afectos que día a día van con nosotros, y mucho más aún cómo poder usarlos para ser mejores personas o gestionar mejor nuestras relaciones.

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