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Mucho más que mozos de carga: el pasado secreto de los burros
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PLATERO Y NOSOTROS

Mucho más que mozos de carga: el pasado secreto de los burros

Los asnos llevan ayudándonos en las tareas del campo y de transporte de mercancías desde hace varios milenios. Aunque cada vez hay menos, ello no desmerece su noble ocupación que aquí jaleamos

Foto: Foto: iStock.
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Cuando decimos que alguien es un "burro" queremos expresar que su comportamiento dista mucho de ser civilizado, pero en realidad es un mal mote que no hace justicia a un animal tan noble. Este équido muchas veces ha sido ensombrecido por el caballo, mucho más grande y atlético, y aunque ambos tienen una huella muy profunda en la historia de la humanidad, la historia del burro o asno es particularmente llamativa, debido a que su domesticación, y por ende su unión con el humano, se produjo mucho antes que la del caballo para ayudar en las tareas del campo. Tal vez por ello advertimos ese aire servicial y apesadumbrado en su mirada, apareciendo en nosotros un sentimiento de lástima que le confieren sus orejas semicaídas, símbolo de otros tiempos en los que el mundo rural bullía con mucha más actividad y población que ahora.

"De su lomo yo me asomo al mundo de la amistad y humanidad", que diría el poeta Juan Ramón Jiménez de su querido Platero. Lo cierto es que recientemente ha habido una serie de hallazgos arqueológicos que sitúan al burro como un animal imprescindible en la historia de la humanidad, usado sobre todo para recorrer largas distancias y con un tamaño muchísimo mayor que el que tienen en los tiempos de hoy en día. En época de guerras, iban en la retaguardia, acarreando con las provisiones y el equipaje de poblaciones enteras en un mundo sin maletas ni vuelos internacionales. Y en tiempos más pretéritos eran sumamente venerados, de tal forma que hay hallazgos provenientes del Antiguo Egipto y Mesopotamia de burros enterrados junto con humanos o por derecho propio.

"La utilidad duradera del animal contrasta con la poca atención recibida en comparación a otros animales domésticos, como el caballo o el perro"

A comienzos de este año, se presentaron los hallazgos preliminares de un gran equipo de investigación formado por antropólogos, biólogos e historiadores de varios países que están dispuestos a demostrar cómo los burros de antaño eran muchísimo más altos y grandes que los caballos de hoy en día. En el pueblo francés de Boinville-en-Woëvre, descubrieron en los restos de una antigua villa romana un montón de esqueletos de burros, sorprendiéndose de su enorme tamaño al estar emparentados genéticamente con los que vivían en África en tiempos más remotos todavía.

Mucho más altos y grandes

Tal y como explica Ludovic Orlando, director del Centro de Antropología y Genómica de la Universidad de Toulouse en un reciente artículo de la BBC, "los burros allí criados medían 1,5 metros desde el suelo hasta la cruz", la cresta de pelo que dibuja el lomo, es decir, sin contar la cabeza, "cuando la altura promedia de los burros de ahora es de 1,3 metros". De ahí que de confirmarse el descubrimiento, la historia de estos animales debería reescribirse, concediendo más importancia y relevancia a este animal en la vida diaria de las personas durante la expansión del Imperio Romano.

En España hemos pasado de tener más de un millón de burros al término de la Guerra Civil a apenas 30.000 censados en la actualidad

"Entre los siglos II y V, los romanos los criaban para producir mulas que desempeñaban un papel clave en el transporte de equipos y mercancías militares", apunta el director. "Aunque estaban en Europa, fueron criados y mezclados con los burros que venían del África occidental". Para descubrir y analizar los cambios en su fisonomía a lo largo de la historia, Orlando y su equipo secuenció los genomas de 31 burros antiguos junto con los de 207 ejemplares modernos de todo el mundo. Así, llegaron a la conclusión que seres humanos de Kenia, y en general el África Oriental, domesticaron a un conjunto de asnos salvajes hace alrededor de 7.000 años para ayudarles en las tareas de pastoreo.

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Otros estudios indican que fue en Yemen cuando se produjo su proceso de domesticación, cuando toda esa zona tenía un clima verde. Luego, el clima empezó a secar la zona que, junto a una mayor actividad humana de pastoreo, provocó una disminución notable de las precipitaciones y la expansión del desierto del Sáhara hacia Oriente Próximo. Así, los burros desarrollaron una gran resistencia a las condiciones ambientales que les permitió siglos más tarde adaptarse a todo tipo de circunstancias climáticas y expandirse por el planeta.

Sea como sea, la horquilla de tiempo en la que fueron domesticados sería desde hace 8.000 a 7.000 años, lo que contrasta mucho con la domesticación de los caballos modernos, la cual se produjo hace alrededor de 4.200 años, como sostiene Orlando, quien apunta que el burro ha sido un compañero mucho más fiel y constante. "La utilidad duradera del animal contrasta con la poca atención recibida en comparación a otros animales domésticos, como el caballo o el perro", opina Dhananjay Khadilkar, periodista de la BBC, quien investigó a fondo los estudios de Orlando y su equipo. "Si bien hoy en día los burros se pasan por alto en muchas partes del mundo, en algunos lugares siguen teniendo tanta importancia como antes".

Un símbolo de la España vaciada

En España, sin ir más lejos, muchos medios hablan de que su población se encuentra en peligro de extinción debido, principalmente, a su sustitución por las máquinas de campo avanzadas. Cuando había más de un millón de burros al término de la Guerra Civil, ahora hay apenas censados unos 30.000. Sin duda, esto le convierte en uno de los símbolos de la España vaciada y del abandono de las zonas rurales. La innovación tecnológica no solo amenaza trabajos humanos, como vienen avisando los grandes popes de nuestra época, sino también el trabajo de bestias domésticas como el asno.

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A tal punto ha llegado la situación que en un reciente reportaje se sopesaba la posibilidad de ofrecerle otro tipo de salidas laborales muy diferentes a la que estaba acostumbrado: la 'asnoterapia', como ya la llaman, puede servir de gran ayuda a personas dependientes o a niños y adultos con algún tipo de discapacidad. Sea como sea, y aunque en menor número, los burros seguirán con nosotros muchos años más, en alguna casa de campo perdida en el norte asturiano, por ejemplo, refugiados tal vez en una choza a los pies de un hórreo gallego, para servir de ayudar a humildes granjeros y ganaderos, como lo hicieron con los romanos de Marco Aurelio o los visigodos de Recesvinto.

Cuando decimos que alguien es un "burro" queremos expresar que su comportamiento dista mucho de ser civilizado, pero en realidad es un mal mote que no hace justicia a un animal tan noble. Este équido muchas veces ha sido ensombrecido por el caballo, mucho más grande y atlético, y aunque ambos tienen una huella muy profunda en la historia de la humanidad, la historia del burro o asno es particularmente llamativa, debido a que su domesticación, y por ende su unión con el humano, se produjo mucho antes que la del caballo para ayudar en las tareas del campo. Tal vez por ello advertimos ese aire servicial y apesadumbrado en su mirada, apareciendo en nosotros un sentimiento de lástima que le confieren sus orejas semicaídas, símbolo de otros tiempos en los que el mundo rural bullía con mucha más actividad y población que ahora.

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