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Hearst, Pulitzer y la maquiavélica pasión de desgranar milongas
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Hearst, Pulitzer y la maquiavélica pasión de desgranar milongas

Sus tabloides abrazaron la calumnia y la descalificación sin fundamentos cuando en 1898 promovieron una descarada campaña a favor de la guerra contra España

Foto:  William Randolph Hearst (Fuente: Wikimedia)
William Randolph Hearst (Fuente: Wikimedia)

Padre / Decidme qué le han hecho al bosque / Que no hay árboles en invierno / No tendremos fuego / Ni en verano sitio / Donde resguardarnos

Padre / Que el bosque ya no es el bosque / Padre / Antes de que oscurezca / Llenad de vida la despensa.

Joan Manuel Serrat.

Era el momento del cierre del siglo XIX. Dos vacas sagradas de un nacionalismo feroz, moral de conveniencia, sujetos camaleónicos de levita milimétrica, creativa pasión para desgranar milongas e insultante y ostentosa riqueza, protagonizaban uno de los modelos más maquiavélicos sobre cómo enfocar la función de la prensa: una herramienta de desinformación, intoxicación y manipulación descarada, convirtiendo a sus lectores en miembros de una febril cofradía de incondicionales adictos a las 'fake news' en un país donde superar los estudios primarios era algo heroico. Pocas fueron las mentes con un ángulo de visión más entrenado; esto es, otros periodistas, pero honrados, que se dieron cuenta de la hábil maniobra de William Randolph Hearst y su compinche de correrías, Joseph Pulitzer.

Hearst era ambicioso, ilimitado, despótico, arbitrario y, por encima de todo, inhumano. Ciudadano Kane, impecable obra interpretada por el genial Orson Welles, pone de relieve con algunas cautelas el brutal personaje que era este maula. Considerada como una obra cumbre del séptimo arte, Hearts hizo lo imposible para sabotear esta película. No se puede cuestionar, desde el punto de vista de la realidad común, que un sujeto que empezó desde muy abajo (el propio Hearts) lograra llegar a tan altas coordenadas. Tan arriba, tan arriba, que la inocencia de “Rosebud”, el trineo de su infancia, acabara en el fango más viscoso que pesadilla alguna pueda crear.

Foto: El sitio de Tenochtitlan por Hernán Cortés, durante la Conquista de México (Wikimedia)

Cuál sería el alcance de su poder, que hasta el propio presidente William McKinley se vio impelido a entrar en guerra contra España, en vez de resolver el contencioso por vías diplomáticas (se hizo 'in extremis' una oferta formal por la compra de Cuba de 230.000.000 dólares). El nivel de manejo de la opinión pública llegó a ser literalmente obsceno, pagándose a los manifestantes por las movilizaciones y protestas contra la “opresión española” hacia el pueblo cubano; argumento que era de una hipocresía aplastante, pues las razones profundas estaban muy maquilladas.

Y así, como quien no quiere la cosa, de a poco sucedió la farsa del Maine en 1898. Como le fue de perlas haciendo caja, años más tarde le dio por montar una tragedia de envergadura engordada hasta la saciedad, con infamias y calumnias de todo tipo, con lo que tristemente se daría en llamar el Holodomor (Hambruna impuesta) ucraniano en 1933.

El caso del húngaro Joseph Pulitzer, que prestigió en sus comienzos a la prensa “seria” en aquellos de años de emergencia y necesidad de verdades digeribles, tampoco estuvo exento de polémica. Sensacionalista y escabroso, sus publicaciones derivaron hacia lo que hoy se ha dado en llamar "prensa amarilla" y sus prácticas periodísticas más que cuestionables. Resumiendo: patentó las 'fake news'.

"Una nube muy negra se cernía sobre el rey de los conspiradores. El pueblo de Norteamérica no sucumbió a la seducción de su dinero"

Pero el periodismo libre se la jugaría unos años después poniéndolo en su sitio. Su más que probable intervención en el asesinato del presidente McKinley le desdijo de su famoso «I make news» («Yo hago las noticias») como si se tratara de un Luis XIV, el egóico monarca galo, aporreándose el pecho en un momento de paroxismo narcisista (El Estado soy yo). Una nube muy negra se cernía sobre el rey de los conspiradores. El pueblo de Norteamérica no sucumbió a la seducción de su dinero y, tanta excusa, le hizo más que sospechoso.

Muchos fueron los que le dieron la espalda ante una acción tan deleznable. Como dato curioso, destacar que el desafortunado presidente norteamericano fue tiroteado dos veces en la feria interamericana en la que se presentaba la primera máquina de rayos X. De no haber tenido tantos remilgos, los galenos podrían haber usado ese ingenio alemán y evitado la gangrena galopante de la ilocalizable segunda bala, que estaba alojada en algún lugar indeterminado del abdomen al que nunca pudieron acceder.

Lo que parece ser cierto en el inextricable mundo del periodismo es que la verdad siempre sucumbe ante el miedo, salvo en honrosas excepciones. Si a esto le añadimos que no nos definen los demás y su legitimación para obtener un certificado de buena ciudadanía, estaríamos hablando de una utopía de ciudadanos libres, pero para eso habría que evitar la necesidad de reconocimiento, adaptación y, por consiguiente, del oportuno maquillaje de la autocensura para dejar de parecerse al resto domesticado. Cuando ya estamos todos “homologados”, los que discrepan pueden dar sentido a aquella famosa frase de T.S. Elliot “En un mundo de forajidos el que camina en sentido contrario parece que huye”.

placeholder Joseph Pulitzer
Joseph Pulitzer

Hacia las postrimerías de 1890, la desmedida ambición de aquella demoledora sentencia dictada antaño (el Destino Manifiesto - Todo para nosotros y lo demás también) por el ministro del presidente Monroe John Quincy Adams desangraba literalmente al pueblo mexicano tras su independencia de España en 1821. México perdió la mitad de su territorio de la época del Virreinato...

El inconsciente colectivo de los norteamericanos, de a poco, fue incubando a través de una capciosa campaña de prensa una ola de odio sin precedentes hacia todo lo español. Aquella conducta, en principio alimentada sibilinamente y más tarde sin reservas, sería la carta de presentación que acabaría definiendo la columna vertebral de la estrategia de la política exterior norteamericana. Para rematar la faena, vendría el ínclito fichaje llamado Monroe, con su desafiante “América para los americanos”… del norte, claro. Prisioneros de una luz perdida comenzaron a hacer de las suyas.

Hacia el año 1870 la población analfabeta en EEUU no superaba el 20 %. Esto, que parece solo un indicador estadístico, es más trascendente de lo que parece. La gente con estudios elementales o primarios cobró un impulso importante con las leyes de educación implementadas por Horace Mann (1796-1859) secretario de educación Massachusetts, con un potente modelo comunal de corte prusiano, aplicando patrones de enseñanza similares a los europeos del norte, pero ello no implicaba un sentido de la mejora cualitativa del pensamiento. Acabada la primaria, todo quisque volvía al tajo y unos pocos elegidos iban a la universidad, pero la pobreza intelectual era el denominador común.

"Es sabido que, a pocos kilómetros de Florida, había una isla muy próspera que dejaba unos excelentes dividendos en las arcas españolas"

Con estos mimbres era muy fácil calentar los cascos al personal. La feroz competencia entre el tabloide de Pulitzer y el de Hearst provocaría el abrazo a la calumnia y la descalificación sin fundamentos cuando en 1898 promovieron una descarada campaña a favor de la guerra contra España.

Es sabido que, a pocos kilómetros de Florida, había una isla muy próspera (Cuba) y un floreciente negocio hortofrutícola que dejaba unos excelentes dividendos en las arcas españolas. Pero, como todo, aquel paraíso estaba lastrado por una larga guerra de insurrectos (los Mambises) financiados discretamente por compañías norteamericanas. El ejército español destacado allá estaba en cuadro por las tribulaciones de las fiebres locales, y el conjunto de él generaba un gasto enorme; lo comido por lo servido.

Los dos sujetos antes mencionados, los de la levita, reloj de cadena y ojos de rapaces, William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer, que, a la luz de los acontecimientos posteriores, se retrataron como dos audaces oportunistas sin escrúpulos, eran una pareja de tunantes que se hicieron amigos de toda la vida de los depredadores que ambicionaban la isla caribeña y entre todos se pusieron a tramar sin parar.

Foto: Retrato de Felipe II (Fuente: Wikimedia / The Trustees of the British Museum)
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Á. Van den Brule A.

Hoy todos sabemos lo que pasó en la cocina de las mentiras diseñado por corazones de hielo. Más de 40.000 muertos en combate entre Cuba y Filipinas en tres largos meses, y una cifra similar por parte española, sumadas las enfermedades solapadas.

No sé por qué, pero, buscando asociaciones (por surrealistas que estas sean) me viene una bastante sorprendente: el cocodrilo como especie lleva viviendo 200.000.000 años en este olvidado planeta y tiene el cerebro del tamaño de una nuez. La explicación está clarísima: no ve telediarios.

¿Realmente la información nos hace más inteligentes?

Padre / Decidme qué le han hecho al bosque / Que no hay árboles en invierno / No tendremos fuego / Ni en verano sitio / Donde resguardarnos

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