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Cristóbal de Olid, el capitán que se rebeló contra Hernán Cortés
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El amanecer de un imperio

Cristóbal de Olid, el capitán que se rebeló contra Hernán Cortés

Era un culo de mal asiento. Llegó a Cuba y se puso 'ipso facto' a las órdenes de Diego Velázquez, quien en 1518 lo envió en busca de Juan de Grijalva, que estaba a por peras

Foto: El sitio de Tenochtitlan por Hernán Cortés, durante la Conquista de México (Wikimedia)
El sitio de Tenochtitlan por Hernán Cortés, durante la Conquista de México (Wikimedia)

Solo es sabio quien sabe que no sabe, no quien se engaña creyendo saber e ignora incluso su propia ignorancia.

Sócrates.

Hoy es sabido que América no era el objetivo de Castilla (lo eran Catay y Cipango). Es interesante ver como se desarrollaron los tratados de Alcacovas y el complementario de Tordesillas, pues tenían muchas más miga que levadura. Por aquellas cosillas del azar, quiso la casualidad que aquellos hombres se dieran de bruces con algo infinitamente mayor; un continente entero.

Los primeros compases de la intervención de la Corona Española en el proceso de la conquista fueron extraordinariamente duros, y la intervención en la guerra civil crónica que los Mexicas libraban contra las periféricas tribus Totonacas, Tlaxcaltecas y Chichimecas (apoyados estos tres últimos grupos por las tropas de Hernán Cortés) decantaría la relación de fuerzas en favor de los españoles.

En los prolegómenos de la accidental invasión se dieron episodios de una crueldad extrema por las dos partes. Situaciones obviamente inevitables en el momento álgido de los combates entre dos estilos de lucha diametralmente opuestos, en los que el póker de reyes era la supervivencia pura y dura. El que saliera incólume de aquella colosal trifulca se convertiría en el amo de todo lo que alcanzara su vista y más allá.

Foto: Retrato de Felipe II (Fuente: Wikimedia / The Trustees of the British Museum)
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En la famosa Guerra Florida (captura de adversarios vivos para su posterior sacrificio, que era la antítesis de la rentabilidad e implicaba a muchos combatientes para la captura de un solo oponente), siempre con el debido respeto hacia el otro, parecían los Mexicas que habían hecho la carrera militar por correspondencia, o que eran una pandilla de prehistóricos al ralentí. Nada que ver con la cohesión, tácticas, recursos y puesta en combate con docenas de perros molosos en primera línea, caballería, alienígenas con exoesqueletos plateados, artillería con metralla de pedigrí, elementos psicológicos como el ruido de las culebrinas, bombardas, olor a pólvora, etc. En fin, el acabose.

Además, no hay que olvidar que entre la única derrota infligida a los españoles en la llamada matanza de la Noche Triste y la brutal batalla de Otumba, donde la habilidad como estratega del extremeño se impuso rotundamente, hubo otros varios enfrentamientos de una dureza extraordinaria, como los de Cholula, Tenochtitlan, Tóxcatl, etc. Lamentablemente, los mal llamados Aztecas (Mexicas en puridad), tuvieron decenas de miles de bajas frente a las ordenadas y entrenadas tropas españolas.

Pero ocurre que a veces el enemigo está en casa, intramuros, en la cocina, en penumbra, solapado con sus intrigas y cuitas conspiranoicas.

"Hernán Cortés le envió hacia Honduras a buscar pastos verdes, pues su confianza en él era muy ambigua"

Cristóbal de Olid era un culo de mal asiento. Llegó a Cuba y se puso 'ipso facto' a las órdenes de Diego Velázquez, quien en 1518 lo envió en busca de Juan de Grijalva, que estaba a por peras. Cabreado por la orden de busca y captura impuesta por Velázquez, traicionó a este poniéndose al servicio de Hernán Cortés, que a su vez se la había jugado al gobernador de Cuba, dándole esquinazo y partiendo una noche sin luna hacia las costas de Yucatán con una flota y varios centenares de seguidores para acompañarle en las hazañas que se sucederían. De todas formas, de estas decisiones habían salido una pléyade de capitanes que, por una u otra razón, tanto prestigio dieron a la Corona en aquel tiempo.

A Olid, Hernán Cortés lo puso al mando de unas naos a la par que lo nombraba capitán de una hueste de algo más de un centenar de ballesteros y arcabuceros. Por las mismas le envió hacia Honduras a buscar pastos verdes, pues su confianza en él era muy ambigua.

El tiempo demostró que tenía un fino olfato el de Medellín. Hacia el año 1521 le pillaron 'in fraganti' en una conspiración contra el héroe extremeño y este le despojó de todas las formas de autoridad que le habían sido concedidas antaño. Perdonado por Cortés 'in extremis', más que todo porque había una carencia de personal patente para controlar aquellos vastos territorios, en 1522 lo enviaría a la lejana Michoacán para tenerlo bajo control remoto.

placeholder Batalla de Otumba entre los españoles y los aztecas en 1520 (Fuente: iStock)
Batalla de Otumba entre los españoles y los aztecas en 1520 (Fuente: iStock)

Entretanto, a tierras mexicanas había llegado su mujer para hacerle un control de calidad a este elemento subversivo. La parienta, informada de las correrías de su 'maridito', quedó horrorizada.

Hacia el 11 de enero del año del señor de 1524, Olid partió hacia Cabo de las Hibueras, en la costa de la actual Honduras. Cuatrocientos integrantes de los tercios, soldados recién enrolados, intérpretes, abundante artillería, tres centenares de arcabuces y una buena cantidad de pesos de oro para adquirir mulas, alimentos, caballos y bastimentos configuraban el propósito de Cortés para aquella expedición que era el germen del futuro Virreinato de Nueva España. Pero llegando a Cuba, y a pesar del voto de confianza otorgado por Hernán Cortés, entró en tratos con Diego Velázquez, al que previamente había traicionado. Huelga decir que el gobernador de Cuba sabia con quién trataba, pero su odio hacia Cortés era más que notable y, si era necesario, pactaría con el mismísimo Satanás.

Y dicho y hecho, traicionó a su patrocinador. Para junio de 1524 pretendió echarle el guante a esta alma de cántaro, de tal manera que pertrechó una expedición comandada por Francisco de las Casas. Pero esta vez el saltimbanqui no tenía buenas cartas. En primera instancia apresó a sus antiguos amigos enviados a por él en las proximidades de la población de Naco y, condescendiente, los soltó del calabozo para que se orearan un poco y ramonearan por las cercanías a sabiendas de que la selva era profunda. Luego, en un acto de hospitalidad suprema, les invitó a cochinillo y buen vino en una cena que prometía. A la postre, sería vendido por los suyos y apresado. En juicio sumarísimo fue acusado de alta traición al rey y ejecutado sin contemplaciones de un certero hachazo en el cogote. Olid pidió clemencia, pero el creador no tenía el día, aunque se puso a rezar como un poseso, no se produjo el milagro. Era un amanecer de un 16 de enero de 1525.

Mientras la Corona expandía sus dominios, los almagristas en Perú se enfrentaron a los pizarristas en un baño de sangre. Balboa fue carne de patíbulo a manos del maquiavélico y ambicioso Pedrarias, Aguirre se cepilló al buenazo de Ursúa y así, una larga ristra de ilustres pasó a mejor vida. No, no fue fácil lo de América.

España, entre la eternidad y la nada.

Solo es sabio quien sabe que no sabe, no quien se engaña creyendo saber e ignora incluso su propia ignorancia.

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