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De la batalla de Aljubarrota a Felipe IV: historia de una frontera no deseada
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De la batalla de Aljubarrota a Felipe IV: historia de una frontera no deseada

Hay un momento crítico en la historia hispano-lusa que cambiaría las políticas de ambos países de manera casi definitiva

Foto: El señor de Hita y de Buitrago cede su caballo al rey Juan I en Aljubarrota, Luis Planes, 1793, óleo sobre lienzo (Fuente: Wikimedia)
El señor de Hita y de Buitrago cede su caballo al rey Juan I en Aljubarrota, Luis Planes, 1793, óleo sobre lienzo (Fuente: Wikimedia)

He aprendido a no convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro.

Saramago.

Ocurre con cierta frecuencia que, por mucho que deseemos idealizar las cosas a las que aspiramos o nos aferramos en un momento dado en nuestra deriva por este tránsito llamado vida, cuando nos aproximamos a la realidad, esta reduce a cenizas nuestras ensoñaciones.

El poeta Pessoa (y sus ficticios heterónimos Álvaro de Campos, Bernardo Soares, Alberto Caeiro y Ricardo Reis) opinaba que no era posible en la península entender el iberismo sin asumirlo con vocación previa en las partes en pós de esa unión. España y Portugal llevan muchos siglos con ese 'run run' de altibajos de afecto e indiferencia en una gran parte de la población de cada uno de los países. Es como esos matrimonios caducados en todo, salvo en su compromiso por un acartonado afecto mutuo llevado hasta el postrer aliento.

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Este extraordinario poeta portugués, admirado internacionalmente y muy querido en España, fue abducido por la férrea censura del Estado Novo (Oliveira Salazar, un apergaminado tirano de andar por casa) y pronosticó claramente la Guerra Civil Española ante las escandalosas diferencias sociales que él detectaba y no tenía reparo en expresar. Sumido en una severa depresión e impregnado de alcohol hasta el tuétano, nos dejaría en un cálido invierno de 1935 mientras su enorme alma de aeda volaba hacia la eternidad.

Uno de sus versos define sus últimos momentos (sic) 'La muerte es la curva del camino/ morir es tan solo no ser visto…'

Pues bien, para no alargar el cuento digo:

Aunque Portugal nace como un condado inicialmente, acaba de ser reconocida papalmente como un reino años más tarde. Pero hay un momento crítico en la historia hispano-lusa que cambia las políticas de ambos países de manera casi definitiva.

"Es triste decir que la proporción era de seis a uno a favor de los castellanos. Los arqueros ingleses hicieron un eficaz trabajo"

Tal que un día como el 14 de agosto de 1385, la batalla de Aljubarrota, una alianza muy oportuna entre Portugal e Inglaterra (cansada esta última de que el almirante Bocanegra y Pero Niño les quemaran sus propiedades, asaltaran sus ciudades costeras y, lo que es peor, les levantaran sus barriles de cerveza) derrotan ambas a un enorme ejército castellano sin dirección digna de tal nombre, con una estrategia indigna de tal nombre y sin proyección táctica que asustara a los valientes portugueses.

Es triste decir que la proporción era de seis a uno a favor de los castellanos. Los arqueros ingleses hicieron un eficaz trabajo, similar al de Azincourt en la Guerra de los Cien años, pero siempre amparados por la infantería lusa y bien situados detrás de ella; eran muy valientes. Aquella batalla trajo como consecuencia una sólida alianza perpetuada hasta el presente, y que ha creado una dura disrupción ante cualquier aproximación que acaba siempre encallando ante la poderosa influencia sajona sobre el país vecino. Desde entonces, Portugal, tan celosa de su independencia, no se ha separado del primo de Zumosol.

Tampoco arregló la convivencia la Guerra de las Naranjas de Godoy que, para satisfacer a su bienamado rey Carlos IV, se cepilló a 10.000 portugueses en quince días. Hoy yace este espécimen en el cementerio parisino de Pére Lachaise bajo una lápida que reza. “Aquí yace Godoy Príncipe de la Paz"... Cosas verdes amigo Sancho.

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En la época de la Dinastía Filipina (1580–1640) la Corona Española estaba enfrentada (para variar) a Cataluña en una revuelta de tintes con mal pronóstico. Se arrastraba una deuda oxidada con los banqueros Fugger y los Welser en la que esta crecía de manera escandalosa y solo se pagaban intereses excluyendo el principal.

Juana de Austria ya le había advertido a su hermano Felipe II en su entronización en el poder que no se metiera en zarandajas, pues el tema estaba bastante feo y las telarañas actuaban como okupas desatados en las arcas reales.

Aquella guerra con Cataluña se estaba desarrollando con créditos sobre créditos. Desde mi respetuoso punto de vista, y sin ánimo de ofender, aquel conflicto, el del Levantamiento de los Segadores, con independencia de que pudiera estar más o menos fundamentado, es una de las turbulencias crónicas producidas por una visión nacionalista estrábica, poco dada a compartir, que, a lo largo de los siglos posteriores, ha dado demasiados quebraderos de cabeza al estado central, no permitiendo encarrilar una marcha definitivamente transformadora hacia los retos de futuro que debe de abordar la nación española. Un potente motor de ideas y voluntades con un cansino freno de mano.

placeholder Felipe IV (Fuente: Wikimedia)
Felipe IV (Fuente: Wikimedia)

Mientras tanto, nuestros hermanos portugueses, calificaban el periodo de gestión de los Austrias (que había sido muy magnánimo y respetuoso con sus leyes, cultura y administración pública, según el historiador António Henrique Rodrigo de Oliveira, autor de la 'Brevíssima História de Portugal'), como muy positivo para la nación hermana. No obstante, el nacionalismo luso (sobre todo a partir del Novo Estado) siempre ha considerado este momento como la Época Negra. Sin embargo, aunque obviamente su rey no era portugués, tanto la administración como la legislación era la propia de los lusos en el ámbito del derecho consuetudinario, civil y penal.

Más cierto segmento de la nobleza descontenta por las inoportunas subidas de impuestos en el momento de gobernanza de Felipe IV, que no tenía la mano izquierda o cintura de su abuelo, inducen a Portugal hacia la independencia. La entronización de Juan IV de la Casa de Braganza, (una nueva dinastía, pues la trágica muerte del rey Sebastián en la batalla de Alcazarquivir había dejado huérfana a la monarquía portuguesa) venía con un propósito bélico claro bajo el brazo y, además, con el apoyo activo de los siempre entrometidos ingleses con su manido divide y vencerás.

¡Oh maravilloso Brexit! … Dios existe.

Pero si hay algo más que cierto y contrastado es que la relación entre Portugal y España dista mucho de esa sensación idílica de proteccionismo que del este ibérico parece emanar hacia la pequeña nación lusa con un paternalismo fuera de lugar.

"La insensatez humana ha creado una distorsión en nuestras relaciones vecinales"

Una visión más aproximada nos revela que, ante las convulsiones internas tan presentes en los tres últimos siglos en nuestro país, la tónica por parte de la nación hermana ha sido de resiliencia y adaptación a los hechos consumados, evitando, a través de una profiláctica y elegante corrección propia de ellos, cualquier forma de acercamiento, ante la algarabía e incertidumbre en la que vivimos a este lado de la “Marca”.

España es, sin duda, una jaula de grillos y a ello debemos de adaptarnos con todas las consecuencias, pues así es nuestro carácter y lo que no ha cambiado en siglos, dudosamente cambiará en años. Somos unos empedernidos e incombustibles 'bronquistas'. Además, como bien dicen en su natural acervo nuestros hermanos del otro lado de la “Marca” "…De Espanha nem bom vento, nem bom casamento…”

Lamentablemente, la insensatez humana ha creado una distorsión en nuestras relaciones vecinales, no hay nada que justifique la mutilación de un territorio que lleva batiéndose el cobre conjuntamente con todos los invasores desde hace miles de años.

Es lo que hay hoy por hoy, una cruda realidad que frena esa hermosa utopía de hermandad plena.

He aprendido a no convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro.

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