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¿Serías capaz de resistirte a la corrupción? Esto dicen los estudios
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¿Serías capaz de resistirte a la corrupción? Esto dicen los estudios

¿Todos tenemos un precio? ¿Qué hace realmente que unas personas sean más proclive a dejarse corromper que otras? Tiene mucho que ver con su personalidad

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Ser español parece sinónimo de sentirse defraudado, en mayor o menor medida, por las clases políticas (que se lo digan a la generación del 98). Nunca llueve a gusto de todos, pero también es cierto que en la última década los crecientes casos de corrupción han hecho que muchos ciudadanos perdiesen la esperanza no solo en sus dirigentes, sino en un futuro prometedor para el país. Enseguida nos vienen a la mente países más ejemplarizantes en los que la corrupción se persigue con mano dura y algunos se atreven a atribuirla a nuestra propia psique: la picaresca española.

Pero lo cierto es que, por mucho que el enésimo caso de corrupción nos ofenda e irrite, solemos tener dos posturas muy claras al respecto: algunos opinan que, si estuviesen en la piel de los dirigentes políticos, "ellos también robarían". Otros, sin embargo, consideran que serían íntegros en cualquier circunstancia y que no es verdad eso de que todos tenemos un precio. Sea cual fuere tu opinión, es difícil saber cómo actuarías en una situación en la que nunca te has visto envuelto.

El estudio quería analizar quién tiene la fuerza y la voluntad para resistirse a la tentación (es decir, abstenerse de ofrecer un soborno o aceptar uno)

¿Qué dicen los estudios? (porque sí, hay estudios al respecto). Mientras que algunas personas adoptan rápidamente prácticas corruptas en entornos corruptos, otras se mantienen inquebrantables. Carmen Tanner y Stefan Linder decidieron analizar, pues, quién tiene la fuerza y la voluntad para resistirse a la tentación (es decir, abstenerse de ofrecer un soborno o aceptar uno).

"Teorizamos que las personas serían menos propensas a actuar de manera corrupta si estaban más comprometidas con sus valores morales", señaló Linder en 'Psychology Today'. Estos valores, fuertemente vinculados a la integridad y la ética, también están relacionados con la imagen que cada uno tiene de sí mismo. Cuanto más piensa alguien que su integridad no es negociable, parece lógico pensar que será menos probable que se involucre en un soborno. "Las personas con altos niveles de honestidad y humildad también deberían ser menos propensas a caer en juegos de corrupción", indicó el investigador.

En el juego, el sobornador podía decidir si ofrecer un soborno al funcionario público, y el sobornado decidía si lo rechazaba o aceptaba

El experimento se dividió en dos partes, con el fin de estudiar el comportamiento corrupto de 255 participantes. En primer lugar, recopilaron información sobre los valores personales y los rasgos de personalidad del grupo. Después, todos participaron en un juego de soborno en el que se les asignaba al azar el papel de sobornador, sobornado (un funcionario público) o un miembro de la sociedad afectado por la corrupción. El sobornador podía decidir si ofrecer un soborno al funcionario público, y el sobornado decidía si lo rechazaba o aceptaba. El resto solo podía observar. El soborno era financieramente beneficioso para las partes involucradas y perjudicial para el resto de la sociedad, no exclusivamente durante el juego, sino después, porque afectaba a la remuneración que iban a recibir.

Como se predijo, la personalidad sí jugó un papel importante:aquellos con mayor compromiso moral tenían menos probabilidades de ofrecer un soborno. Cuando las personas tenían niveles más altos de compromiso ético, era menos probable que participaran del engaño. La honestidad y la humildad también se vincularon con niveles más bajos de competitividad y codicia (lo cual tiene sentido).

Como se predijo, cuando las personas tenían niveles más altos de compromiso ético, era menos probable que participaran del engaño

A la hora de aceptarlo, los resultados eran un poco más complejos. Aunque los valores éticos tenían una relación similar, la honestidad y la humildad no jugaron un papel tan relevante. Tanner sospecha que estas diferencias pueden deberse a que aceptar un soborno puede tener un impacto más negativo en nuestra identidad, violando la propia imagen de integridad.

Sea como fuere, aunque puede parecer una nimiedad, el estudio es interesante y puede jugar un papel fundamental a la hora de abordar un problema tan grave y generalizado como es la corrupción. Cambiar una cultura es algo sumamente difícil, pero en las empresas podría ponerse de manifiesto desde el principio la suma importancia de los valores morales, promoviendo o contratando quizá a aquellos empleados con ética. También se podría estudiar los factores personales para predecir el comportamiento corrupto. El compromiso moral es absolutamente pertinente en este asunto.

Ser español parece sinónimo de sentirse defraudado, en mayor o menor medida, por las clases políticas (que se lo digan a la generación del 98). Nunca llueve a gusto de todos, pero también es cierto que en la última década los crecientes casos de corrupción han hecho que muchos ciudadanos perdiesen la esperanza no solo en sus dirigentes, sino en un futuro prometedor para el país. Enseguida nos vienen a la mente países más ejemplarizantes en los que la corrupción se persigue con mano dura y algunos se atreven a atribuirla a nuestra propia psique: la picaresca española.

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