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¿El pádel es de pijos? La España de la apariencia a través de este deporte
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UN SÍMBOLO DEL 'PROGRESO'

¿El pádel es de pijos? La España de la apariencia a través de este deporte

¿Por qué existen tantos prejuicios hacia esta afición tan practicada? Hoy nos adentramos en los significados sociológicos que tuvo, tiene y, quizás, tendrá

Foto: Fuente: iStock
Fuente: iStock

Año 2006. Final de Wimbledon. El mejor tenista del mundo por aquel entonces, Roger Federer, se mide con un jovencísimo Rafael Nadal, quien ya empezaba a despuntar al alzarse con su primer Roland Garros. Antes que revisar las crónicas deportivas, merece prestar atención a la ingeniosa descripción de este evento histórico de uno de los autores más célebres de Estados Unidos, David Foster Wallace, en su libro 'El tenis como experiencia religiosa' (2017). "Se enfrenta la virilidad apasionada del sur de Europa", asegura el escritor refiriéndose a Nadal, "contra el arte intrincado y clínico del norte. Dionisos contra Apolo. Cuchillo de carnicero contra escalpelo". Ya en párrafos anteriores, Wallace presenta a nuestro deportista invencible como "mesomórfico y totalmente marcial, el perfecto 'hombretón' para ustedes, con sus bíceps desnudos y las exhortaciones Kabuki que se lanza a sí mismo".

Unos años antes, dos hombres con gran poder e influencia también se las medían en una pista. En cambio, en vez de una raqueta, poseían una pala entre sus manos, más parecida al clásico instrumento playero que al arma deportiva de todo buen tenista profesional. Y la pista no era de tierra batida, digna de todo gladiador, sino más bien de polipropileno del que sobresalían tímidas hebras de césped artificial para darle un mayor realismo. Frente a frente se medían un expresidente del gobierno de España, José María Aznar, quien partía como favorito después de haber puesto de moda durante años esta nueva modalidad deportiva del tenis, y un famoso director de periódicos, el cual se enorgullecía de acoger a personalidades de renombre entre sus invitados para jugar en una cancha aledaña a la redacción en la que trabajaba.

Practicar pádel "es situarse en un escalón social al que uno no ha llegado. Esto no es así en todos los casos, pero este fenómeno sigue observándose"

¿Qué habría escrito Foster Wallace en caso de reparar en estos dos hombres? ¿Acaso el pádel puede decirnos algo de la mentalidad y la sociología española de la época cuando este deporte vivía su plena expansión? ¿Qué sucedería si hiciéramos una comparación de este con el tenis, evidentemente mucho más exigente, para el cual se requiere una tremenda preparación física, casi digna de un dios griego, como alegorizaba el escritor estadounidense? Esto es lo que trataremos de explicar en este artículo en el cual veremos que la penetración del pádel en los usos y costumbres de los españoles tiene mucho que ver con esa idea de "progreso" que desde los años 90 y hasta el inicio de la crisis económica de 2008 empezó a despuntar como símbolo 'yuppie' de una vida por encima de nuestras posibilidades en la que la apariencia era lo más importante.

Un símbolo de las aspiraciones 'clasemedianas'

Este es el relato sociológico que hacen Ángel Castro Vázquez, doctor en psicología por la Universidad de Granada y profesor de sociología de la Universidad de Zaragoza, y Ángel Castro Maestro, profesor de Historia Contemporánea de la UNED y escritor, en un interesante episodio alojado en 'Sociología por todas partes' (Editorial Dykinson, 2017) en el que repasan la historia de este deporte y su popularización en España, de la que como decíamos fue en parte responsable el expresidente popular, haciéndose icono del pádel y con ello a su vez uno de los motivos por los que está concebido como un deporte para pijos, sin necesariamente serlo, como es evidente.

"Creemos que en su desarrollo se dan muchos puntos en común con la evolución de la sociedad española que tienen que ver con el vivir por encima de nuestras posibilidades"

"El pádel, en su vertiente más amateur, es un deporte en el que los aditamentos son tan importantes o más que el propio desarrollo del ejercicio", aseguran, refiriéndose a las caras vestimentas que la gente se suele poner para jugar, en contraposición sin ir más lejos a las que usan los tenistas, mucho más funcionales. "En parte, es situarse en un escalón social al que uno no ha llegado. Por supuesto, esto no es así en todos los casos, a lo mejor ni en la mayoría de ellos, pero este fenómeno sigue observándose en España". Con ello dan a entender que el pádel es el perfecto símbolo de esa clase media 'aspiracionista', fruto del espíritu de los años 90 en adelante.

placeholder El expresidente, José María Aznar, jugando al pádel en Oropesa de Mar en una foto de archivo. El único deporte que puede jugarse con camisa (EFE)
El expresidente, José María Aznar, jugando al pádel en Oropesa de Mar en una foto de archivo. El único deporte que puede jugarse con camisa (EFE)

"Creemos que en su desarrollo se dan muchos puntos en común con la evolución de la sociedad española, de ciertas costumbres y hábitos que se fueron desarrollando en los felices años que van desde finales de los 90 hasta 2007 y el comienzo de la crisis y que tienen que ver con el vivir por encima de nuestras posibilidades y en base a las apariencias", prosiguen los profesores. Aunque su auge se da en esos años, en realidad la afluencia de jugadores y aficionados no ha dejado de crecer desde entonces, registrando máximos históricos. De hecho, es el segundo deporte más practicado en España después del sempiterno fútbol. Según los datos de la Federación Española de Pádel (FEP), el número de licencias registradas en 2021, el año justo después del de la pandemia, alcanzó el récord, aumentando un 22% respecto al anterior. Cada vez más jóvenes se decantan por este deporte de pelota, llegando a superar en número de adeptos al del tenis.

"Antiguamente, los niños empezaban por el tenis, pero ahora y desde hace años lo hacen por el pádel", afirmaba José Luis Gutiérrez, el propio seleccionador nacional de menores de la FEP, en un artículo reciente de 'Palco23'. "Ha roto con la imagen elitista, ahora es asequible ir a jugar al pádel y hay más instalaciones". A decir verdad, se contabilizan alrededor de 2.800 pistas en todo el territorio español, según datos del Consejo Superior de Deportes (CSD). Cataluña es la comunidad que más licencias tiene, seguida de Madrid y Andalucía. El 65% de los asociados son hombres, mientras que un 35% mujeres. Todo ello, sin duda, genera unas grandes cifras de negocio para los artículos deportivos que se precisan a la hora de jugarlo: las ventas de ropa, palas y accesorios se han incrementado más del 200%.

Dos orígenes, pero de esencia argentina

Al pádel se le atribuyen dos orígenes atendiendo a su antigüedad. Uno de ellos sostiene que echa raíces en Francia a finales del siglo XVIII, en lo que se conocía como 'jeu du paume'. En aquel entonces, se jugaba con tres o más adversarios a cada lado, existiendo la modalidad de la palma larga para espacios abiertos y de la palma corta, para espacios cerrados, el cual se parece más al actual. También hay fuentes que afirman que en el siglo XIX los marineros ingleses se lo pasaban 'pipa' jugando al pádel usando algunos remos como pala y las paredes de los sótanos de los navíos para el bote, como explica Bernardino Javier Sánchez-Alcaraz Martínez, profesor en la Facultad de Ciencias del Deporte de la Universidad de Murcia (UM), en un 'paper' sobre la historia de este deporte.

"Precisamente el único golpe del pádel que el tenis no tiene se llama 'bandeja', y es como un puedo y no quiero, amenazar con golpear duro la bola"

La versión histórica oficial, aceptada por la Federación Internacional de Pádel, sitúa su verdadero origen en Acapulco, México, cuando el empresario Enrique Corcuera en 1969 se le ocurrió instalar unas paredes al fondo y a los lados de "una pista de 20 metros de longitud y 10 de anchura en su finca con el objetivo de que la vegetación no creciese en su terreno", como explica el profesor de la UM. Al cabo de unos años, el empresario español Alfonso de Hohenlohe viajaría a la residencia de su amigo Corcuera, quien enseñaría tal divertido hallazgo, más fruto de la casualidad que de la pericia.

Ya en España, Hohenlohe realizaría una serie de mejoras técnicas en la pista para empezar a presentarlo al público, en este caso procedente de la Costa del Sol marbellí, donde empezó a expandirse como la pólvora entre nobles y millonarios del tardofranquismo que asistían a selectos clubes privados. Uno de ellos, el argentino Julio Menditengui, quien solía veranear en Marbella, decide llevárselo a Argentina, país insignia de este deporte nada más descubrirse hasta el presente. De hecho, en el texto de Castro Vázquez y Castro Maestro, aparecen muchas referencias a la forma de ser prototípica de los argentinos con las normas, maneras de jugar y costumbres del pádel.

Foto: Una ilustración del siglo XIX del pozo petrolífero de Oil Creek. (iStock)

"En el pádel profesional triunfan desde hace mucho los argentinos y es que este deporte, como el estereotipo argentino, es especulativo, eternamente argumentativo, puntilloso, repetitivo", aseguran. "Son expertos en enseñarte tu propio error con sus bandejas de plata y, para que te equivoques tú, emplean todo su ingenio y habilidad, todo un derroche de propuestas que luego solo llevan a que tú falles. Precisamente el único golpe del pádel que el tenis no tiene se llama 'bandeja', y es como un puedo y no quiero, es decir, una amenaza de golpear duro la bola que viene alta o a media altura y en el último momento se toca, pero no con la pala plana, sino de refilón, para que la bola flote, colocándose un poco más lejos del adversario".

Así, "el pádel consiste en toda una argumentación de señuelos, derroche físico, de devolver sin arriesgar, la especulación barroca por antonomasia, insuperable, se teje alrededor de los contrarios. Primero para provocar el error, y si no se consigue, para poder rematar con alguna sorpresa con la que no se contaba. Puro deporte argentino". No en vano, la superestrella mundial de este deporte es Fernando Belasteguín, de Buenos Aires, quien llegó a ser número uno durante nada menos que catorce años. Si miramos la lista de todos los torneos en los que resultó vencedor, nos sorprenderemos al encontrar que muchos más de la mitad de sus oponentes en la final eran argentinos, y en menor medida brasileños o españoles.

La clave para triunfar en la pista y en la vida

¿Cuántos grandes acuerdos comerciales o políticos se habrán firmado en una pista de pádel? Como cualquier otra actividad o deporte, en ella prima el factor de pertenecer a un grupo social, solo que evidentemente desde su auge entre la sociedad española, tan dada como la argentina a la pedantería o chulería fruto de la envidia (sin acritud, es una mera generalidad) fuimos más conscientes de que para triunfar había que venderse bien y pertenecer a clubes selectos. O al menos que diera esa impresión desde fuera. Al fin y al cabo, es muy difícil igualar a portentos físicos como Rafael Nadal.

Año 2006. Final de Wimbledon. El mejor tenista del mundo por aquel entonces, Roger Federer, se mide con un jovencísimo Rafael Nadal, quien ya empezaba a despuntar al alzarse con su primer Roland Garros. Antes que revisar las crónicas deportivas, merece prestar atención a la ingeniosa descripción de este evento histórico de uno de los autores más célebres de Estados Unidos, David Foster Wallace, en su libro 'El tenis como experiencia religiosa' (2017). "Se enfrenta la virilidad apasionada del sur de Europa", asegura el escritor refiriéndose a Nadal, "contra el arte intrincado y clínico del norte. Dionisos contra Apolo. Cuchillo de carnicero contra escalpelo". Ya en párrafos anteriores, Wallace presenta a nuestro deportista invencible como "mesomórfico y totalmente marcial, el perfecto 'hombretón' para ustedes, con sus bíceps desnudos y las exhortaciones Kabuki que se lanza a sí mismo".

Social Roger Federer Estados Unidos (EEUU)