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¿Cómo distinguen los bebés si algo está vivo o no?
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¿Cómo distinguen los bebés si algo está vivo o no?

Los bebés siguen pautas para reconocer aquello con lo que pueden entablar una conversación. Lo que llama la atención de los más pequeños siempre debe estar vivo

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Los primeros meses de vida de los seres humanos están repletos de misterio para quienes ya han trascendido a otra etapa del desarrollo y desconocen, en muchos aspectos, cómo han llegado hasta ahí: conocer y reconocer, establecer una conciencia, y un lenguaje que la refleje, saberse capaz de una comunicación que sacia sus necesidades innatas. De hecho, cualquier gesto al que acompañe el adjetivo ‘innato’ resulta intrigante, porque en el transcurso social de la vida siempre hay un por qué pendiente esperando respuesta. Por ejemplo, ¿por qué los bebés conducen su mirada hacia quienes interactúan con ellos? ¿Cómo establecen sus vínculos comunicativos con lo que les rodea?

Vanessa LoBue, profesora de psicología en la Universidad de Rutgers, observó los primeros vestigios del lenguaje en su hijo cuando este tenía tres meses, no a través de las palabras, sino de los sonidos. En esos meses en que un niño comienza a establecer un contacto con lo que le rodea se produce el sentido del lenguaje en el ser humano. “Lo interesante es que estos primeros intentos de comunicación no solo fueron dirigidos a mí, sino que también fueron dirigidos a otras personas”, señala LoBue en un artículo para ‘Psychology Today’.

Esta profesora especializada en infancia y desarrollo infantil se ha propuesto entender cómo elige su hijo aquello con lo que se comunica a su manera. LoBue descubrió que el bebé establecía conversaciones gestuales y sonoras con sujetos determinados. ¿Es posible que en su escaso tiempo de vida sepan decantarse por aquello que también está vivo? La respuesta es que sí. Para hacerlo, siguen un mecanismo tan curioso como revelador: desde su nacimiento, tienen un sesgo para mirar las cosas que tienen cara.

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Reconocer la vida a través del movimiento

LoBue entrelaza en el artículo una serie de estudios cuyos resultados describen por qué su hijo hace lo que hace: “Hay evidencia de que los recién nacidos prefieren mirar las cosas que se mueven como personas, lo que los investigadores llaman movimiento biológico, sobre las cosas que se mueven mecánicamente”, apunta haciendo referencia al trabajo de investigadores como Francesa Simon, Lucia Regolim y Hermann Bulf. Ella misma, junto a otros compañeros, concluyó un estudio evidenciando que, además, los más pequeños “dirigen respuestas más emocionales, casi todas positivas, a los animales, a menudo sonriendo, riendo o saludándolos. Hablan con los animales más de lo que hablan con los juguetes”.

Los bebés pueden reconocer el llamado movimiento autopropulsado (los objetos que se mueven por sí mismos)

Lo más importante para que un bebé se dirija a algo es que tenga cara. Así lo comprobó un estudio publicado en 1998 por el que se presentó a un grupo de bebés unos peluches marrón del tamaño de un perro pequeño. Unos tenían cara y otros no. Los bebés desviaron en todo momento su atención hacia el peluche con rostro.

Pero no todo depende de la cara, también se acogen a otras características vitales como el movimiento. En otro estudio, un grupo de expertos observó que los bebés siguen el movimiento y a quien lo produce. Tras mostrarles a una persona moviendo un objeto una y otra vez para más tarde cambiar la ubicación del objeto y volver la persona a moverlo desde esta, los pequeños se mostraban más entregados al movimiento de ella que al transcurso de ubicaciones del objeto y al objeti en sí. Cuando se sustituyó a la persona por un palo inanimado, los bebés no mostraron interés. Lo que quiere decir que los bebés tienen capacidad de relacionar lo vivo con el hecho de tener objetivos. En el caso de la persona, coger el objeto.

Estar vivo es tener una voluntad

Sin embargo, esto no responde a la preferencia que establecen por los animales, ya que muchos no tienen rostros claros (gusanos, caracoles, medusas…), pero aun así llaman su atención. Entonces, ¿cómo saben los bebés que estas cosas están vivas?

Los bebés pueden reconocer el llamado movimiento autopropulsado (los objetos que se mueven por sí mismos) como otra señal de animación. Esto guarda una relación similar con la relación que establecen entre estar vivo y tener una voluntad. Por supuesto, también todo aquello que responde a sus sonidos despertará el interés de los bebés, ya sea una persona, un animal o incluso un juguete que hable o transmita algún sonido. En el mismo estudio de 1998, los investigadores que recoge esta profesora vieron cómo los bebés participantes desviaban la mirada hacia el peluche que emitía sonidos frente al que no lo hacía.

Es por ello que al elegir juguetes, siempre es bueno que estos estimulen el lenguaje que ellos mismos van construyendo a partir de su constante observación. Cuando un bebé te mira, seguro que está guardando tu cara, tus gestos y tu voz en su memoria.

Los primeros meses de vida de los seres humanos están repletos de misterio para quienes ya han trascendido a otra etapa del desarrollo y desconocen, en muchos aspectos, cómo han llegado hasta ahí: conocer y reconocer, establecer una conciencia, y un lenguaje que la refleje, saberse capaz de una comunicación que sacia sus necesidades innatas. De hecho, cualquier gesto al que acompañe el adjetivo ‘innato’ resulta intrigante, porque en el transcurso social de la vida siempre hay un por qué pendiente esperando respuesta. Por ejemplo, ¿por qué los bebés conducen su mirada hacia quienes interactúan con ellos? ¿Cómo establecen sus vínculos comunicativos con lo que les rodea?

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