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El arte español que voló: así fue el expolio francés durante la Guerra de la Independencia
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El arte español que voló: así fue el expolio francés durante la Guerra de la Independencia

«Ayudar a alguien a atravesar la dificultad es el punto de partida de la civilización»Margaret Mead (Antropóloga) La vida tiene paradojas flagrantes.

Foto: 'Fray junípero y el pobre' de Bartolomé Esteban Murillo
'Fray junípero y el pobre' de Bartolomé Esteban Murillo

«Ayudar a alguien a atravesar la dificultad es el punto de partida de la civilización»

Margaret Mead (Antropóloga)

La vida tiene paradojas flagrantes. Los usuarios más esmerados del concepto “Delicatessen” y el de “Gourmet”, acabaron aficionándose al chorizo de Cantimpalos y ya se sabe, que de lo que se come se cría. Esto obviamente no implica tendencia a los habitantes de ese afamado pueblo donde las chacinas ocupan un sitial de oro en nuestra gastronomía, pero, el chascarrillo se les ha quedado pegado con 'super glue'.

Allá por el umbral de corte entre los siglos XVIII y XIX, los estirados hermanitos Bonaparte -menuda troupé - se habían puesto las botas expoliando frenéticamente por aquí y por allá. Sus dotes para la “afananza” eran ilimitadas y con el entrenamiento que habían acumulado hasta practicaban la levitación (de lo 'choriceado') con una soltura digna de encomio.

Su paso por España durante la guerra de la Independencia fue de traca. Atila era un alumnito de parvulario y los depredadores nazis que se hicieron con valores de arte incalculables, eran unos membrillos aficionados en esto de desplazar objetos al estilo exorcista. Göring y sus secuaces seguro que en el “cole” aprendieron la cartilla con los secretillos del buen chorizo convirtiéndose con el tiempo en contumaces cacos cum laude. El catecismo del arte de lo ajeno tenía grabadas con letras de oro el nombre de los Bonaparte.

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No hay que olvidar que Francia en su discreto, pero no menos eficaz saqueo durante la época colonial, dejó a millones de nativos en chanclas y taparrabos en su zona de influencia, aunque eso sí, hay que reconocerles que al menos legaron una encomiable estructura administrativa copia del bien hacer de la Metrópoli. Como contraposición los ingleses haciendo honor a su modus operandi tradicional, no dejaron vivo ni al Tato y si hubo supervivientes sería en todo caso por su inveterada afición a la reencarnación.

Dicho esto, hay que recalcar que el mal llamado Pepe Botella, que por lo visto era un abstemio recalcitrante, tenía sus extremidades superiores diseñadas al estilo inspector Gadget. Su nivel de depredación era legendario. Y eso que no le pegaba al morapio que, si no, nos deja el país como un erial y en la Edad de Piedra. A la postre y con perspectiva, los franceses eran unos angelitos al lado de los anglosajones. En este punto sería bueno recordar aquellas lúcidas palabras del genial dramaturgo inglés, Shakespeare que en una ocasión dijo…” Lloré cuando no tenía zapatos, pero dejé de llorar cuando vi un hombre sin piernas. La vida está llena de bendiciones que a veces no valoramos”. Lo dicho, la piratería British con su amplio abanico de aplicaciones no permitió que volviera a crecer la hierba de la historia por los países que visitó.

Pero volviendo a los franceses,

Tras la muerte de Luis XVI y María Antonieta por el 'modélico' método del igualamiento de hombros, Europa sufriría unas convulsiones tan radicales que las fronteras de antaño quedarían tan diluidas que harían imposible reconocer el antiguo mapa. La Revolución Francesa generó una muchedumbre desmadrada, que, amparada en la impunidad por la ausencia de una legalidad digna de tal nombre, generaría una escabechina memorable entre la alta aristocracia gala; pero el espejismo duraría lo justo. Pero no hay que olvidar que la verdad última reside en la fuerza y ante ella, las quimeras desaparecen como por ensalmo.

placeholder Ejecución de Luis XVI (Fuente: iStock)
Ejecución de Luis XVI (Fuente: iStock)

De todos es conocido, que un pequeño general muy subido decidió invadir todo lo que se le ponía a tiro en una imparable espiral depredadora. Entonces, se volvió hacia España y con malas artes y peores recursos secuestro a dos bobalicones incapaces de regir un país como Dios manda.

Hacia 1808, un enorme ejército francés que en apariencia se dirigía a ocupar Portugal (aliada de Gran Bretaña) para darles un susto a nuestros hermanos lusos, sin declarar sus aviesas intenciones de ocupación, nos aplicó una doctrina de hechos consumados. Nuestro país tenía la segunda marina más poderosa del mundo en aquel tiempo y el corso pensaba usarla ora para invadir Gran Bretaña ora para aislarla, como así ocurrió finalmente.

Hoy sabemos que España sería la tumba de Francia y que uno de los estrategas más famosos de la historia mordería el polvo ante una nación decadente, colapsada económicamente y sin liderazgo. La gran paradoja de este país es que somos un gallinero, un 'kindergarden', una corrala. Ahora bien, que no nos invadan porque entonces sí, hacemos un break y nos liamos con los invasores. Que karma.

" El expolio al que fue sometido nuestro país sería de proporciones colosales"

Entonces, España, se alzó en armas contra el inesperado invasor.

Privada de un gobierno merecedor de tal nombre, con dos reyes a la greña, Carlos IV y Fernando VII, padre e hijo, jugando al pingpong con la corona y dignidad del pueblo español, tuvo que intervenir el inmisericorde Napoleón en Bayona para poner algo de orden en aquel cutre gallinero real. Pero la tragedia no acababa ahí, en 1808 Carlos IV cedió sus derechos a reinar por una módica suma en las Abdicaciones de Bayona. El coronado español estaba convencido de que Napoleón era hijo directo de Dios y Fernando VII, su vástago, pretendía de manera humillante, ser adoptado por el corso. El colmo.

El inicio del expolio

En un episodio de amoral prestidigitación, un primo postizo de Napoleón, el Mariscal Soult, bajo su emperifollado uniforme 'bleu’, escondía en realidad a un enorme depredador. Con carta blanca para hacerse con los recursos artísticos de nuestra nación, su situación de poder incontestable le sonaba a música celestial. Tras la proclamación del Segundo Imperio al otro lado de los Pirineos, durante la almoneda post mórtem que se expuso con la colección del uniformado chorizo, este saqueador, jefe indiscutible del ejército invasor, había hecho su particular agosto en Sevilla para regocijo de sus insaciables bolsillos.

Pero no solo fue este sujeto y su tropa especializada en saqueos a domicilio, no. En Palencia y Galicia se cebarían con el románico temprano y el tardío, en el museo Josefino precursor del Prado, arrasaron y estuvieron a punto de desmontar la Alhambra, que, si no es por Dupont, que era algo más cuerdo, no le hace entrar en razón. Durante su estancia de cerca de dos años en la capital hispalense, la increíble colección Soult crecía y crecía. Años después, tras ser subastada ya fenecido, multiplicaría por cien su fortuna para gozo de sus herederos.

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Es obvio e inevitable que el saqueo es algo implícito a la guerra. El expolio al que fue sometido nuestro país sería de proporciones colosales. España padeció las veleidades artísticas – léase pillaje -, de Murat y Soult, Sully, Lapereyre, D´Armagnac, Dupont, Mathieu de Faviers y José Bonaparte ¿qué apellidos más ilustres verdad? Pues eran unos mangantes certificados. Una de las tragedias artísticas de la historia más brutales se había consumado. Aquel ejército que pretendía exportar la ilustración había devenido en una horda más de bárbaros.

Y como la justicia poética existe, para muestra un botón. El caso de la columna del capitán Lautrec es palmario. Yendo hacia Burgos un destacamento de un centenar de hombres sería íntegramente pasado a cuchillo sin muchas contemplaciones. Esto ocurrió en una pequeña pedanía burgalesa cuando un destacamento enviado por el general Quilliet había desmontado íntegramente un retablo de la capilla de un pequeño convento en el que unas desoladas monjitas hacían dulces para su supervivencia. Pero quiso esta vez que el Señor estuviera “al loro” por una vez; de buen rollito y sensibilizado con la enorme pena que se había adueñado de sus protegidas, el Altísimo envió una partida de cuatrocientos guerrilleros con ganas de hacerles pupita a los descarriados franceses. Perros y alimañas estuvieron varios días de festín comiendo entrañas a la carta.

"En el museo del Louvre se hizo inventario con más de 5.000 obras de arte robadas en todos los territorios de Europa"

Una vez derrotado Napoleón, la liga de los vencedores obligarían a Francia a devolver lo expropiado. En el museo del Louvre se hizo inventario con más de 5.000 obras de arte robadas en todos los territorios de Europa, de las cuales el comisionado español a tal efecto, el general Álava, solo podría recuperar algo más de cuatrocientas de ellas. Soult, a la sazón un cutre sargento mondo y lirondo durante la Revolución Francesa, se había forrado al alimón junto con sus compinches de uniforme y el muy ladino había escamoteado tras el trampantojo de una de las residencias propiedad de su mujer cerca de Neuilly-sur-Seine, la que probablemente sea una de las colecciones de arte más increíble de la historia.

En el Congreso de Viena se condenó a Francia a devolver a España el entero patrimonio incautado, algo imposible a todas luces pues solo estaba inventariada una parte ínfima en el 'Diccionario histórico de las Bellas Artes en España' del ilustre Agustín Ceán Bermúdez; y es por ello que se haría imposible el rastreo de las mismas.

El arte español se vistió de luto para los restos.

Pero la historia tiene su particular guadaña. Cerca de 140 años después, los nazis se apropiaron de una ingente cantidad de obras de arte en toda Europa y en particular, en tierras francesas. Los franceses clamaron al cielo, pero ya era tarde, una nube de Stukas y Messerschmitt imponían su ley.

El cinismo está en la base de la hipocresía. Donde las dan las toman.

«Ayudar a alguien a atravesar la dificultad es el punto de partida de la civilización»

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