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Los últimos días de Kennedy: por qué rechazó seguridad el día que le asesinaron
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Los últimos días de Kennedy: por qué rechazó seguridad el día que le asesinaron

El magnicidio más famoso de la historia regresa a la actualidad en un nuevo libro que documenta las impresiones de los guardaespaldas del presidente demócrata

Foto: John F. Kennedy en Irlanda, el 27 de junio de 1963, pocas semanas antes de ser asesinado. (Wikipedia)
John F. Kennedy en Irlanda, el 27 de junio de 1963, pocas semanas antes de ser asesinado. (Wikipedia)

"Es excesivo, Floyd. Está dando una impresión equivocada a la gente. Tenemos unas elecciones al caer. El objetivo es mostrarme accesible para los ciudadanos". Estas fueron las palabras textuales que supuestamente el candidato a presidente John Fitzgerald Kennedy pronunció el 18 de noviembre de 1963 al jefe del Servicio Secreto encargado de velar por su seguridad, Floyd Boring, justo cuatro días antes de ser asesinado por varios impactos de bala durante un acto de campaña en Dallas, en la imagen que conmocionó al mundo y que a día de hoy sigue sacudiendo el inconsciente de los estadounidenses.

Boring, que estaba empeñado en seguir con el protocolo de seguridad clásico, tuvo que conformarse con ir unos pocos metros detrás del presidente demócrata en moto, de ahí que en las míticas fotos antes de suceder los disparos veamos a su equipo de guardaespaldas situados detrás del automóvil y a ambos lados, en vez de ir en una plataforma especial habilitada justo detrás de Kennedy, en lo que es el maletero. Cabe preguntarse si en caso de no ceder ante las exigencias del político trágicamente asesinado este no hubiera muerto en aquella tarde aciaga para la democracia estadounidense.

"Era muy imprudente en lo relativo a su seguridad personal. Algunos de sus guardias se sentían incómodos y enfadados con él"

Así lo cuenta Carol Leonnig, una veterana periodista de 'The Washington Post' en un nuevo libro titulado 'Zero Fail: The Rise and Fall of the Secret Service', publicado por el momento solo en Estados Unidos. Lo que podría parecer otra retahíla de datos e investigaciones sobre este turbio episodio de la historia del siglo XX acaba siendo un documento esclarecedor de la vida interna de los cuerpos de seguridad privada de Kennedy, plagados de luchas políticas internas, machismo, corrupción económica o tratos de favor, tal y como resume 'The New York Post' en un reciente artículo.

Kennedy, al igual que otros políticos de la época como Lady Di, se diferenciaba del resto por su fuerte carisma y su intención de mostrarse cercano a la gente y a sus votantes. ¿Tal vez fue esto lo que le arrebató la vida? "Los agentes de su Servicio Secreto le veían como un hombre que constantemente llamaba al peligro", asegura Leonnig. "Era extremadamente imprudente en lo relativo a su seguridad personal. Tanto es así que algunos de sus protectores se sentían incómodos y otros enfadados con él. A nivel profesional, fue su tarea más difícil hasta ese momento".

placeholder Kennedy, dándose un baño de masas durante un mitin en Texas. (Reuters)
Kennedy, dándose un baño de masas durante un mitin en Texas. (Reuters)

En aquellos años, el Servicio Secreto de la Casa Blanca contaba con tan solo 34 agentes que trabajaban en grupos de seis en guardias de ocho horas. Pero cuando llegó Kennedy a la presidencia, su rutina cambió completamente. Al ser tan carismático y dado a la gente, los guardaespaldas debían empeñar más esfuerzo y tiempo en protegerle, pues tal y como asegura la periodista, "podían llegar a hacer turnos dobles hasta en días libres, y a menudo renunciando a una noche de sueño". Pero por mucho que se afanaban en protegerle, el intrépido y despreocupado presidente se zafaba de ellos cuando tenía la oportunidad, "tomando sus servicios como ineficaces".

¿Un mujeriego?

Los guardaespaldas de Kennedy no solo veían en él a un líder dado a las masas y muy atractivo de cara a la prensa. También como un mujeriego. De ahí que pusiera tantas trabas a ser constantemente vigilado. "Entonces, se deslizaría en un vehículo no identificado con su hermano o con un amigo... tratando de alimentar su apetito insaciable por la conquista sexual, incluso cuando miembros de su seguridad personal temieran que dentro de ese mar de mujeres con las que se reunía una de ellas pudiera intentar chantajearlo, envenenarlo o matarlo", comenta un guardia anónimo en el libro de Leonnig.

Foto: Robert F. Kennedy se cita con Martin Luther King en el jardín de la Casa Blanca en Washington D. C. (Reuters)

Uno de ellos, llamado Tim McIntyre, quien se unió a la guardia personal de Kennedy en 1963, "fue testigo de un desfile constante de secretarias, estrellas del espectáculo e incluso prostitutas que eran escoltadas hasta su dormitorio, en hoteles o en su residencia privada", según cuenta la periodista en el libro en un testimonio recogido por el diario neoyorkino. "A los agentes del Servicio Secreto se les impedía preguntar los nombres de estas mujeres".

El día del magnicidio

¿Cuál es la versión de los guardaespaldas que iban escoltando el coche el día que asesinaron a Kennedy? Tras haberles pedido que no fueran con él en el vehículo, el candidato demócrata acordó que irían a una distancia prudencial a poca distancia del automóvil en moto. Clint Hill, jefe del gabinete de seguridad de la primera dama, Jacqueline, viajaba con todo el equipo de seguridad cuando oyó los disparos. "Parecía ser el único agente que escuchó el primer tiro e inmediatamente se dio cuenta de lo sucedido al ver al presidente levantar las manos hacia su garganta", relata Leonnig.

placeholder Foto: Cordon Press.
Foto: Cordon Press.

"¡Supe que tendría que haber estado en la parte de atrás de ese coche!", pensó Hill, tal y como narra la periodista. "Su cuerpo podría haber evitado que el asesino consiguiera un disparo claro", apunta, dejando claro que otros agentes también oyeron el estallido, pero quedaron muy confundidos sobre de dónde provenía. El jefe de seguridad de la primera dama fue la primera persona que se dio cuenta del disparo. Por su parte, el conductor del vehículo en el que iba el presidente, llamado Bill Greer, debió pensar que una de las motocicletas en las que iban el resto de guardaespaldas había sufrido un accidente, por lo que redujo la velocidad del coche, lo que propició que el asesino tuviera más fácil sus próximos dos tiros.

En los meses sucesivos, los guardias que le acompañaban sintieron mucha culpa de no poder hacer más por salvar la vida de su presidente

Todo sucedió muy rápido. La reacción de la primera dama fue del todo menos esperada. "Estiró el torso y el brazo derecho sobre el maletero del coche", explica la periodista. "Luego, extendió la mano para recuperar algo que había en la cubierta del maletero: un pequeño trozo del cerebro y del cráneo de su marido". Jacqueline lo mantendría consigo hasta que llegó el forense para hacer la autopsia. Por su parte, "Hill la empujó hacia delante y la obligó a estirarse sobre la parte trasera del automóvil para protegerla a ella y a su marido".

Leonnig sostiene que en los días y meses sucesivos, los guardias que iban detrás en motocicletas sintieron mucha culpa de no poder hacer más por salvar la vida de su presidente. Seguramente sufrieran síntomas propios de un estrés postraumático que les debió incapacitar para seguir realizando su oficio con normalidad. Pero Hill sería condecorado por haber saltado al vehículo y proteger con su cuerpo a la pareja, aunque ya no hubiera nada que hacer. Eso tampoco le libró de sentirse culpable. Ahora, para todos los interesados, se publica la versión de los agentes que asistieron más cerca que nadie a este terrible suceso para la democracia norteamericana que enmudeció al resto del mundo.

"Es excesivo, Floyd. Está dando una impresión equivocada a la gente. Tenemos unas elecciones al caer. El objetivo es mostrarme accesible para los ciudadanos". Estas fueron las palabras textuales que supuestamente el candidato a presidente John Fitzgerald Kennedy pronunció el 18 de noviembre de 1963 al jefe del Servicio Secreto encargado de velar por su seguridad, Floyd Boring, justo cuatro días antes de ser asesinado por varios impactos de bala durante un acto de campaña en Dallas, en la imagen que conmocionó al mundo y que a día de hoy sigue sacudiendo el inconsciente de los estadounidenses.

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