Esto es lo que sucede en tu cuerpo justo después de comer cebolla
Es un ingrediente imprescindible en cientos de recetas de nuestra gastronomía mediterránea. ¿Qué pasa cuando entra en nuestro tubo digestivo?
Todo el mundo sabe que una ensalada apenas es nada si le quitas la cebolla. Al igual que un buen plato de lentejas, fabada o cualquier sofrito. Aunque evidentemente tendrá sus detractores muy respetables (el punto más polémico siempre será el del plato de tortilla de patata), la cebolla es uno de los ingredientes que está en el corazón y el alma de nuestra gastronomía mediterránea; la ingerimos casi sin darnos cuenta en multitud de deliciosas recetas, que pueden ser sanas o no tan saludables, dependiendo del proceso de elaboración y del resto de ingredientes.
Pero, ¿cuáles son los efectos que produce en tu cuerpo este manjar ácido que hace que nuestros ojos comiencen a derramar lágrimas sin control cada vez que las cortamos con el cuchillo y las echamos a la sartén? La revista 'Eat This Not That' ha recopilado una serie de efectos que la cebolla produce en nuestro organismo para que ya sea por curiosidad o conocimiento, comprendamos qué ocurre una vez que nos la llevamos a la boca.
Podrás sufrir ardor estomacal
Si eres propenso a sufrir episodios de ardor estomacal o reflujo, es posible que la cebolla no esté en tu lista de alimentos más propicios para ingerir. Las cebollas, al fin y al cabo, son bastante ácidas, lo que contribuye a relajar el esfínter esofágico inferior, el cual evita que los flujos gástricos no asciendan por las paredes del esófago. Por ello, si tienes frecuentes problemas asociados al ardor, lo mejor será que evites la cebolla o, al menos, no la consumas en grandes cantidades.
Tendrás más gases
Las cebollas son ricas en fructosa, un tipo de glucosa que se encuentra de manera natural en muchas frutas y verduras. Cuando las bacterias intestinales descomponen esta sustancia, se producen gases, de ahí que sientas las ganas de expulsar flatulencias, tanto por arriba como por abajo. Pero a veces, y esto es lo más incómodo, no puedes soltarlas, por lo que será mucho peor, sobre todo si aparecen por la noche, ya que correrás el riesgo de despertarte por los retortijones. Lo mejor para evitar esto es no consumir alimentos ricos en fructosa por la noche, y sobre todo, no echar demasiada cebolla.
Mejora la función intestinal...
Que llenen el intestino de gases no quiere decir que no sean positivas para las bacterias que lo habitan. Las cebollas son muy ricas en prebióticos, un tipo de fibras que se encuentran sobre todo en las frutas, verduras y granos integrales, las cuales tu cuerpo no puede digerir. Por ello, se mueven por todo el tracto digestivo para servir de caldo de cultivo de la microbiota, alimentando a las bacterias intestinales. Un estudio demostró que los probióticos también mejoran la función del sistema inmune, por lo que comer cebolla te vendrá bien para mantenerte protegido de posibles infecciones, tan temidas en esta época.
Y la salud cardíaca
Las cebollas son ricas en antioxidantes, pero en concreto son las de color rojo las que poseen antocianinas, una sustancia que reduce el riesgo de padecer una enfermedad cardíaca en el futuro. Así, en una investigación realizada en 2013, las mujeres que consumían una mayor cantidad de alimentos ricos en antocianinas tenían un 32% menos de posibilidades de sufrir un ataque cardíaco que aquellas que apenas comían este tipo de alimentos.
Todo el mundo sabe que una ensalada apenas es nada si le quitas la cebolla. Al igual que un buen plato de lentejas, fabada o cualquier sofrito. Aunque evidentemente tendrá sus detractores muy respetables (el punto más polémico siempre será el del plato de tortilla de patata), la cebolla es uno de los ingredientes que está en el corazón y el alma de nuestra gastronomía mediterránea; la ingerimos casi sin darnos cuenta en multitud de deliciosas recetas, que pueden ser sanas o no tan saludables, dependiendo del proceso de elaboración y del resto de ingredientes.