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Por qué los ateos y los creyentes tienen una concepción distinta de moral
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¿DIFERENCIA DE VALORES?

Por qué los ateos y los creyentes tienen una concepción distinta de moral

¿Influye de algún modo la creencia en una sustancia divina en el modo en que nos comportamos con los otros o juzgamos lo que es bueno o malo? Un estudio tiene la respuesta

Foto: El paraíso (Fuente: iStock)
El paraíso (Fuente: iStock)

A medida que vamos conociéndonos más a nosotros mismos y al mundo que nos rodea nos surgen diferentes preguntas. Una de las más esenciales y personales tiene que ver con la religión. Puede que hayamos recibido una educación católica heredada, ya que al fin y al cabo este es el tipo de fe más común y habitual en nuestro país, pero eso no quiere decir que, una vez nos hagamos mayores, tendamos hacia otro tipo de religiones o creencias. Incluso, muchos desestimarán cualquier pretensión religiosa y se reconocerán dentro del ateísmo.

Creamos o no en la existencia de un ser superior, esto no tiene que determinar de ninguna forma el modo en que nos comportamos en nuestra vida con los demás. No es mejor persona aquella que tiene unos valores religiosos férreos, aunque evidentemente muchos de estos preceptos, sobre todo los cristianos, son 'a priori' positivos al estar condensados en la mítica frase que pronunció Jesucristo, el que se considera como el último mandamiento: "amaos los unos a los otros como yo os he amado". A pesar de esta frase tan elogiosa y bonita, la religión también tiene muchos lados oscuros, por lo que no deberíamos juzgar la bondad de una persona solo por el Dios al que le rece, al igual que tampoco podemos considerar como mala a esa gente que se declara atea.

Los valores morales que les diferencian a ambos son los relativos al respeto a las figuras de autoridad, así como el sentido de lealtad

Hasta ahí todo correcto. Pero ahora un estudio, publicado en la revista científica 'PLOS One', siembra la polémica sobre las diferencias entre personas creyentes y ateas en el ámbito de la moral. Los resultados reflejaron que ambos coincidían en aspiraciones igualitarias para la sociedad, así como en la defensa de los más vulnerables dentro de un grupo social. Sin embargo, a la hora de preguntar por asuntos que tenían que ver con la cohesión grupal, la lealtad o el respeto a la autoridad, la investigación demostró que estos dos tipos de personas diferían.

Para analizar la brújula moral que regía a ambos grupos, Tomas Ståhl, profesor de psicología en la Universidad de Illinois, Chicago, mandó responder a cuatro encuestas a los participantes. Las dos primeras fueron realizadas a un total de 429 estadounidenses, mientras que las otras dos a 4.193 habitantes de Estados Unidos (un país relativamente religioso) y Suecia (un país menos religioso que el anterior). El cuestionario incluía preguntas sobre historias personales, creencias religiosas, orientaciones políticas y juicios morales, según recoge 'Live Science'.

Tres puntos de conflicto

Ambos grupos coincidieron en el alto valor de la justicia y la igualdad, junto con la tendencia a proteger siempre a los más vulnerables, lo que demostró que la brújula moral de ambos era bastante positiva y sana, al saber diferenciar plenamente lo justo de lo injusto. Sin embargo, Ståhl halló que había grandes diferencias entre ateos y creyentes en lo que respecta a otros tres valores morales: el de "autoridad" (respetar las figuras de policías, padres o maestros), "lealtad" (ser leal al grupo social en el que se mueve uno, en este caso un país o nación) y "santidad" (no hacer nada percibido como degradante o humillante, sobre todo en un sentido sexual).

Esto no quiere decir que los ateos sean peores personas, ni mucho menos; ambos se rigen por los principios de una buena ética con los demás

"Se cree que estos tres valores están al servicio del sentido de cohesión grupal, lo que mantiene unido a un conjunto de personas", asevera Ståhl. "En lo que respecta a estos preceptos, existe una gran diferencia entre ambos grupos. Las personas religiosas obtienen puntuaciones mucho más altas en ellos, los ven como mucho más importantes por ser morales en comparación con los ateos". Es decir, "los que no creen en ningún Dios no piensan que estos tres valores morales son tan relevantes como todos los demás".

Evidentemente, esto no quiere decir que los ateos sean peores personas que los creyentes, ni mucho menos. Ambos coinciden en valorar como malas muchas cuestiones morales que son negativas, como por ejemplo la pregunta por la ética: "Estoy dispuesto a no ser justo y comportarme mal si eso me ayuda a tener éxito". En dicho interrogante, los dos grupos respondieron que les parecía moralmente malo. Ambos grupos de personas respaldaron de forma vehemente el valor de la libertad frente a la opresión, y estaban de acuerdo en afirmaciones como 'La sociedad funciona mejor cuando permite que los individuos asuman la responsabilidad de sus vidas sin decirles qué hacer'.

'El problema del tranvía'

Uno de los resultados más curiosos que comprobó Ståhl es que los ateos eran más propensos a basar sus juicios morales basándose solamente en la consecuencia de sus acciones, a diferencia de los creyentes. Uno de los problemas que les puso es imaginar que estás a punto de coger un tranvía. En apenas unos segundos, el tranvía pierde el control y puede matar a cinco personas que hay en el andén delante de ti, mientras que si aprietas un botón para desviarlo, tan solo matará a una persona del otro andén.

Foto: Un típico cerebro humano. (iStock)

"En esta situación, los ateos tienden a escoger la segunda acción, para que así solo muera una persona en vez de cinco, ya que están evaluando el daño relativo", afirma Ståhl a la página 'Words Side Kick'. "Mientras, los creyentes prefieren no pulsarlo porque estarían tomando la decisión consciente de matar a alguien, y en su credo no pueden matar. Por tanto, se suelen sentir más incómodos ante estos cálculos". Sea como sea, los juicios morales de cada uno son muy personales, creas o no en una sustancia divina que rige nuestros destinos.

A medida que vamos conociéndonos más a nosotros mismos y al mundo que nos rodea nos surgen diferentes preguntas. Una de las más esenciales y personales tiene que ver con la religión. Puede que hayamos recibido una educación católica heredada, ya que al fin y al cabo este es el tipo de fe más común y habitual en nuestro país, pero eso no quiere decir que, una vez nos hagamos mayores, tendamos hacia otro tipo de religiones o creencias. Incluso, muchos desestimarán cualquier pretensión religiosa y se reconocerán dentro del ateísmo.

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