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“Confían en sus profesores”: un docente revela el secreto de la educación finlandesa
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“Confían en sus profesores”: un docente revela el secreto de la educación finlandesa

Aunque en Reino Unido no le iba mal, John Hart decidió mudarse junto con su mujer a Finlandia. Allí descubrió cómo entiende la sociedad la educación y por qué les importa

Foto: Todos son importantes. (iStock)
Todos son importantes. (iStock)

Desde hace años, Finlandia es el país referencia para la educación global. No se trata tan solo de sus buenos resultados en PISA, sino que al contrario de lo que ocurre con otros países como los asiáticos, donde los buenos resultados se traducen en una presión desmesurada para los alumnos, el alto nivel educativo va acompañado de políticas sociales que favorecen la conciliación laboral y el bienestar de alumnos y padres. Como suele decirse, el dinero que se destina a educación no es un gasto, sino una inversión.

La distancia que nos separa del país escandinavo y la creación de un mito que, como todos, idealiza ciertos aspectos, nos hace dudar de dichos parabienes. De ahí que el testimonio de un profesor inglés llamado John Hart, que emigró a Finlandia junto a su mujer, de dicho país, resulta particularmente útil para entender las diferencias en dicho país, no solo en cuanto a políticas sociales, sino como él mismo explica, en lo que concierne a la actitud que la sociedad mantiene frente a la educación.

La idea de que un profesor debería proporcionar evidencias para demostrar lo que ha hecho es ridícula

“Mucho de lo que se escribe sobre ellos, evidentemente, se ha centrado en las políticas, pero es reduccionista entenderlo tan solo en dichos términos”, ha explicado en una columna en 'The Guardian'. “Los valores de los colegios y de la sociedad a la hora de implantar dichas políticas son igualmente importantes”. Aunque reconoce que, en comparación con otros países, Finlandia lo tiene relativamente fácil (su población es de algo más de cinco millones de habitantes y sus niveles de inmigración son muy bajos), su apuesta por reducir la inequidad ha sido clave. Pero hay algo aún más importante: el papel de los profesores.

Foto: Un alumno de Tampere escribe una carta a su compañero chino asesorado por su profesor. (Xinhua/Sipa USA)

“Gran parte se debe a la estricta selección de profesores y a la formación de primer nivel que los candidatos reciben”, explica el profesor, que imparte Aprendizaje Digital en la Escuela Europea de Helsinki. “Pero al mismo tiempo que la entrada en la profesión es altamente competitiva, las condiciones en las que los profesores trabajan y los valores de las escuelas también tienen una gran importancia a la hora de que los profesores y sus estudiantes florezcan”. Es una gran diferencia: desde 1979, en Finlandia los profesores estudian y hacen prácticas durante cinco años y, debido a su buena consideración social y reconocimiento económico, es una profesión prestigiosa.

La evaluación no es lo más importante

El testimonio desmiente otro de los grandes tópicos relacionados con la innovación educativa más reciente: que la evaluación del profesorado sea esencial para mejorar el sistema. Más bien al contrario, señala Hart: “A los docentes finlandeses se les otorga una gran responsabilidad y se les permite una flexibilidad sin restricciones en qué enseñar y cómo”, explica. “Su rendimiento no es observado y medido”. La única forma de evaluar su rendimiento es a través de discusiones con los directores del centro sobre sus fortalezas y debilidades.

Nadie utiliza los datos para hacer 'rankings' o presionar a los colegios que saquen peores notas

“La idea de que un profesor debería proporcionar evidencias para demostrar lo que ha hecho es ridícula”, prosigue el profesor inglés. ¿Por qué? Porque la clave se encuentra en la personalización del proceso educativo, y por lo tanto, el docente es el experto que mejor sabe lo que cada uno de sus alumnos necesita, por lo que cada una de sus decisiones, aunque puedan parecer chocantes, tienen como objetivo el beneficio del estudiante, “no el de otros actores”. Trabajar para los alumnos, y no para el inspector.

La clave, por lo tanto, se encuentra en la plena confianza en el profesor, que es el que dispone de una libertad absoluta a la hora de elegir sus métodos de evaluación y horarios. “Nadie, ni dentro ni fuera de la escuela, les obliga a hacerlo de determinada manera y a adaptarse a esos horarios”, explica el profesor. “Y nadie utiliza los datos para construir 'rankings' o presionar en los colegios”. Esa es la gran diferencia con otros sistemas educativos, como el británico o el español, donde la programación debe reflejar cada una de las lecciones que se imparten, un gasto de tiempo y dinero innecesario, en opinión de Hart.

placeholder Un colegio finlandés. (iStock)
Un colegio finlandés. (iStock)

“Comparadlo con el Reino Unido, donde los colegios tienen jefes de datos, donde se dice a los profesores qué colores de bolígrafo deben utilizar para corregir, y donde los libros son revisados a menudo para asegurarse de que siguen utilizándose para aprender”, lamenta Hart. No es que se trate de un mal modelo, de todas formas, ya que el profesor reconoce que sus compañeros le ayudaban y el director le concedió cierta libertad en su segundo año. Pero nada que ver con lo que se puede aprender a la sociedad finlandesa, en la que “todos se cuidan, valoran y confían mutuamente”.

El rol del 'profe'

Lo explicaba a 'El Confidencial' Hanna Sarakorpi, la directora de la Escuela Saunalahti en Espoo, considerada como la mejor del mundo: “El profesor, el niño y los padres tienen que cooperar todo el tiempo, ya que el rol de la escuela no es solo enseñar, sino también educar”. Esa visión del colegio como centro de la sociedad es uno de los rasgos diferenciales del sistema finlandés.

Lo de que se seleccione a los más brillantes es un mito, pero no es problema: los mejores profesores no siempre son los que tienen notas más altas

Tan solo el 10% de los candidatos a profesores pasan el corte y terminan siéndolo. En la Universidad de Helsinki, por ejemplo, el examen se realiza a través de dos pruebas: en primer lugar, un examen escrito, y más tarde, un test de aptitud diseñado por la propia institución. También cuentan las notas del instituto. Sin embargo, como recordaba un reportaje de 'The Guardian', eso de que solo se selecciona a “los mejores y los más brillantes” es un mito. Lo cual es, paradójicamente, una ventaja, porque puede haber profesores potencialmente muy buenos entre estudiantes con mejores notas: “Es preferible diseñar su educación para sacar lo mejor de los jóvenes que tienen pasión por enseñar”.

No es oro todo lo que reluce, claro, y no existe sistema educativo perfecto. Durante los últimos años han emergido voces críticas como las de Gabriel Heller Sahlgren, que en su informe 'Real Finnish Lessons: the True Story of an Educacion Superpower' revelaba que los buenos resultados del sistema finlandés no se deben a las últimas reformas basadas en la igualdad, la ausencia de exámenes estandarizados y los pocos deberes, sino que es una herencia del sistema centralizado y donde las escuelas eran poco independientes de los años setenta. En resumen, todo lo contrario del discurso que suele mantenerse sobre Finlandia. Sea como sea, Hart lo tiene claro: “El verdadero éxito es el nivel de responsabilidad y autonomía otorgado a los profesores para que hagan su trabajo”.

Desde hace años, Finlandia es el país referencia para la educación global. No se trata tan solo de sus buenos resultados en PISA, sino que al contrario de lo que ocurre con otros países como los asiáticos, donde los buenos resultados se traducen en una presión desmesurada para los alumnos, el alto nivel educativo va acompañado de políticas sociales que favorecen la conciliación laboral y el bienestar de alumnos y padres. Como suele decirse, el dinero que se destina a educación no es un gasto, sino una inversión.

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