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Lo que pasa en la vida real cuando vas a la farmacia a por Viagra
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'¿Ha llegado la bisagra?'

Lo que pasa en la vida real cuando vas a la farmacia a por Viagra

Un farmacéutico con más de 30 años de oficio a sus espaldas recopila en un libro las anécdotas y curiosidades que fue apuntando a lo largo de su experiencia profesional

Foto: Pastillas de Viagra (iStock).
Pastillas de Viagra (iStock).

El veterano farmacéutico Guillermo Navarro, después de décadas ejerciendo su oficio, ha recopilado en un libro, ‘¿Ha llegado la bisagra?’ (Ediciones Martínez Roca, 2017), toda una vida profesional en anécdotas. Estas, referidas a los usuarios de viagra, son algunas de las más divertidas.

Hubo un momento clave en la historia de los avances farmacéuticos. Y no, no fue el descubrimiento de la penicilina. Fue el día que se puso a la venta un medicamento que devolvió la sonrisa a miles de hombres y millones de mujeres. Cuando un cliente venía a comprarla con su correspondiente receta, entraba en la farmacia con sigilo, mirando a ambos lados de la calle para evitar miradas indiscretas. Solo le faltaba ir vestido con gabardina, sombrero, gafas de sol y bigote postizo.

-Dame... Eso que tú ya sabes.

-¿El qué, Antonio?

-¿Es necesario que me llames por mi nombre?

-¡Pero si no hay nadie!

-Bueno, ¿me das eso o qué?

-¿Pero qué es eso?

-Pues eso, hombre, eso.

-¡Ah, viagra!

Y justo cuando decía esa última frase era el momento en el que entraba una vecina, una cuñada o, peor, la suegra del pobre hombre que, rojo como un tomate, cogía su caja de pastillas, dejaba sobre el mostrador el dinero exacto para pagarlas y se iba corriendo a una velocidad que ni el mismo Usain Bolt hubiese sido capaz de alcanzarle.

Venían mirando a ambos lados de la calle. Solo les faltaba ir vestidos con gabardina, sombrero, gafas de sol y bigote postizo

Pasados unos meses desde el glorioso estreno del producto en farmacias se dio el fenómeno conocido como 'La migración de la pastilla azul'. Este curioso fenómeno consistía en que los vecinos de Madrid venían a nuestra localidad a comprarla y los vecinos de nuestra localidad se iban a Madrid.

-Hola, buenos días. Quería... ¡Pero bueno, Luis! -Dijo sorprendido el primero de ellos.

-Ho...hombre, Pedro.-Respondió el segundo, comprensiblemente poco emocionado por el encuentro.

-Pues mira, dando una vueltecita por el extrarradio, que no conocía esta zona.

-Ya. Como yo, que me he dicho: ‘con lo cerca que me pilla, y no he estado nunca’.

-Oye, pues ya nos veremos más tranquilamente. No te quiero entretener, que andabas pidiendo.

-Ah, no, no, tranquilo. Pide tú mejor, si yo no tengo prisa…

Después de un rato en el que los dos remolonearon por la farmacia, al final, bajando el tono, volvieron a hablar.

-¿Qué vienes? ¿A por la viagra tú también?

-Efectivamente.

-Si me llevas de vuelta a Madrid en coche te invito a tu caja, que esto de cerca nada: está en el quinto pino. Si me vuelvo en bus, para cuando llegue a casa ya se me ha pasado el efecto.

-Hecho.

Las mujeres de los interesados

-La genérica serían 40 euros, Manoli.

-Pues a mí me sigue pareciendo caro.

-¿Caro? Pero si hay una diferencia muy grande de precio, mujer.

-Sí, sí, eso no te lo niego. Pero si cuesta 40 euros, al ritmo mensual que llevo yo en la cama con mi marido el polvo me sale a 20 euros. Para eso me ahorro el dinero y en dos meses me da para irme a un ‘boys’ con las amigas.

Y más mujeres, en este caso indiscretas.

-Es que con mi Antonio ya no hacemos uso del matrimonio -Decía una.

-Fue llegar a los cincuenta, y aquello es como si se hubiera muerto -Decía otra más explícita.

-Yo cuando veo a las chicas jóvenes con esos chavalotes, me dan ganas de decirles: ‘Aprovechad ahora lo que tienen, que dentro de unos años eso les cuelga como un higo chumbo’ -Añadía una tercera sin dejar nada a la imaginación.

"Pues yo cada noche cinco seguidos, que cuatro me sabe a poco", decían algunos de los que mandaban a sus mujeres a por viagra

Otro de los fenómenos que provocó la viagra fue el interesantísimo estudio sociológico que nos permitió hacer a los farmacéuticos. Particularmente, en lo referente a la falta de modestia masculina. Me explico. La farmacia estaba en una pequeña localidad del extrarradio donde, como en todas las poblaciones de tamaño reducido, la escasez de kilómetros cuadrados era inversamente proporcional a la cantidad de cotilleos que escuchabas a lo largo del día.

De hecho, era en el bar donde el estudio sociológico del que hablaba obtenía sus resultados más notables. Allí veías a muchos de aquellos que mandaban a sus santas a por viagra para guardar el anonimato, haciendo aquello tan español de echar la partida bebiéndose una copita y comentando la supuesta jugada de la noche anterior:

-Pues yo, cada noche, cinco seguidos, que cuatro me sabe a poco.

El veterano farmacéutico Guillermo Navarro, después de décadas ejerciendo su oficio, ha recopilado en un libro, ‘¿Ha llegado la bisagra?’ (Ediciones Martínez Roca, 2017), toda una vida profesional en anécdotas. Estas, referidas a los usuarios de viagra, son algunas de las más divertidas.

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