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8 cosas que las personas emocionalmente inteligentes no hacen nunca
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8 cosas que las personas emocionalmente inteligentes no hacen nunca

A pesar de lo mucho que se ha hablado sobre esta cualidad, sigue estando devaluada. Quienes la entrenan suelen cosechar, sin embargo, indudables éxitos

Foto: Individuos que llevan el buen rollo a su entorno. (iStock)
Individuos que llevan el buen rollo a su entorno. (iStock)

La educación tradicional ha favorecido que nos apoyemos en herramientas exclusivamente lógicas para enfrentarnos a los problemasde la vida. No obstante, tener un comportamiento totalmente racional es imposible y quien intenta cumplirlo a rajatabla no suele resultar, tampoco, muy atractivo para los demás.

No elegimos a nuestros amigos porque calculamos fríamente sus pros y sus contras. Respecto a nuestra pareja, ni qué decir tiene que amor y racionalidad casi nunca van de la mano. Qué duda cabe, entonces, de que merece mucho la pena estudiar aquellos aspectos de nuestra naturaleza que van más allá de la lógica.

Estas personas se atreven a coger el toro de sus sentimientos por los cuernos: el problema no está nunca fuera de ellos

No es fácil definir en qué consiste la inteligencia emocional, y más complicado aún resulta transmitir conocimientos sobre de ella, ya que estos se suelen basar en la experiencia. Siempre hay trucos, sin embargo, que nos permiten acercarnos a aspectos intangibles y complicados como el que aquí nos compete. La inteligencia emocional puede ser difusa, pero resulta más sencillo entenderla si nos aproximamos a ella por lo que “no es” en vez de por lo que “es”, delimitando con claridad aquello que la gente emocionalmente inteligente no hace nunca. A continuación, te presentamos ocho cosas que los sabios de los sentimientos no han convertido en costumbre.

1. No creen que su percepción equivalga a la realidad

Estos sujetos aceptan sus emociones como respuestas a una situación, no como parámetros exactos con los que valorar de manera objetiva lo que realmente está ocurriendo.

Saben, en definitiva, verse a sí mismos desde la distancia y asumen que sus reacciones tengan más correspondencia con sus propios dilemas personales que con situaciones realmente objetivas.

2. No culpan a los demás de sus emociones

Su punto de referencia son siempre ellos mismos y saben que lo que experimentan en su interior no viene de fuera. Se atreven, por ello, a coger el toro de sus sentimientos por los cuernos.

Esto provoca que sean muy activos. Osan enfrentarse y afrontar el origen de sus emociones. Si el problema no está en el univeso, siempre se puede hacer algo para cambiar las cosas.

3. No rechazan el miedo ni los sentimientos negativos

Nos educan para enfrentarnos al miedo como si fuera una vergüenza. La sensación es doblemente frustrante: por un lado nos sentimos mal ante la emoción en sí, por el otro no logramos que la sensación desaparezca aunque nos lo machaquen desde fuera.

El enfoque ante el miedo de la mayoría de la gente es completamente equivocado. El miedo, como el dolor, es un mecanismo con el que nuestra mente se protege y nos manda un mensaje de aviso al mismo tiempo. En muchos casos es beneficioso y nos aparta de situaciones que pueden ser verdaderamente perjudiciales. Hay veces, sin embargo, en que es necesario romperlo, pero este no va a salir de nuestra cabeza así porque sí. El secreto está en aceptarlo, analizarlo, y experimentar la sensación. Es lo que se hace, de hecho, desde las terapias conductuales cuando se ayuda a alguien a superar una fobia.

Estos sujetos se abren a las experiencias aceptando que la vida es compleja y que siempre hay escalas de grises

En la misma línea, los sujetos con una buena inteligencia emocional saben que cualquier situación de la vida, incluso la peor, es siempre pasajera. No creen, por tanto, que un único sentimiento negativo pueda acabar dominando su existencia.

4. No saben qué les hará felices

Elaboramos nuestra percepción desde lo que hemos vivido en el pasado. Esto crea unos buenos cimientos para seguir adelante construyendo, pero ¿cómo saldrán en el futuro los pisos superiores del edificio? Eso es siempre una sorpresa.

Muy al contrario, las personas dotadas de inteligencia emocional se abren a las experiencias sabiendo que las cosas no son ni blancas ni negras y que, en la complejidad de la vida, la escala de grises es ilimitada.

5. No dejan que nadie decida por ellos

Saben mantener un buen equilibrio entre incorporar los puntos de vista ajenos, cuando lo consideran necesario, y comprender que no tienen que estar siempre de acuerdo con las opiniones de los otros.

En cualquier caso, es muy distinto incorporar la opinión de otro frente a dejarse influir. Lo primero supone sopesar las nuevas perspectivas, mientras que lo segundo es un acto inconsciente.

6. No tienen por qué ser felices siempre

La felicidad no es un perenne estado de gracia y todo el mundo puede econtrarse, de pronto, con su felicidad destruida como un frágil castillo de naipes.

Saber tratar a la gente no significa que haya que involucrarse con todas las personas que aparecen en la vida. Ni es posible ni hay tiempo material

A pesar de los mensajes de vida “happy” que se nos lanzan desde todos los medios, las personas emocionalmente inteligentes se conceden la posibilidad de llevar una vida normal o incluso de aceptar que a veces los golpes llegan a ser muy duros. Se permiten aprender de todo ello y suelen salir reforzados, mejorando poco a poco con cada experiencia.

7. No ejercen un férreo autocontrol

Querer ser perfecto es imposible y además genera un tremendo estrés. Las personas emocionalmente inteligentes saben aceptar que no todo depende de ellos.

Por otro lado, no siempre es posible contener los sentimientos. Mostrarlos no es, ni mucho menos, un signo de debilidad. Eso sí, conocer el lugar y el momento adecuados para dejar que fluyan es otra destreza que forma parte de estos sujetos.

8. No regalan su amistad a cualquiera

Saber tratar a la gente no significa que uno tenga que involucrarse profundamente con todas las personas que aparecen en su vida. Ni es posible ni hay tiempo material para hacerlo.

Por eso, estos individuos eligen meticulosamente quiénes pueden entrar en su círculo más próximo. Suelen ser amables con todo el mundo, pero se entregan a fondo a muy pocos.

La educación tradicional ha favorecido que nos apoyemos en herramientas exclusivamente lógicas para enfrentarnos a los problemasde la vida. No obstante, tener un comportamiento totalmente racional es imposible y quien intenta cumplirlo a rajatabla no suele resultar, tampoco, muy atractivo para los demás.

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