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Por qué el tiempo parece pasar tan lentamente los martes
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Por qué el tiempo parece pasar tan lentamente los martes

El primer día de la semana suele llevarse todo nuestro desprecio, pero en realidad es el segundo en el que peor lo pasamos, según diversas investigaciones psicológicas

Foto: 'Ya sólo faltan siete horas y media para irme a casa'. (iStock)
'Ya sólo faltan siete horas y media para irme a casa'. (iStock)

Que los lunes son traumáticos es vox pópuli. La vuelta al agobio de los horarios, al trabajo y a escuchar de nuevo el maldito despertador es una pequeña pesadilla, porque aunque los fines de semana solo duren dos días, no es agradable introducirse cada siete de nuevo en la rutina. Pero los lunes también tienen su aquel gratificante. Sentirse útil y de provecho, así como mantener el todavía reciente recuerdo de los buenos momentos del sábado y domingo, conforman la cara más positiva del primer día de la semana.

Pero los martes… ¿qué tienen de bueno? Ni venimos ya frescos del fin de semana, ni estamos cerca del próximo, tenemos que estar ya al 100% y, encima, sentimos que todavía queda por venir lo más duro. Lo cierto es que, aunque tendamos a amargarnos el lunes, en realidad es el martes el día que más largo se nos hace, puesto que tiene todo lo malo del resto de días entre semana y ninguna de sus ventajas.

Cuando nuestro cuerpo se encuentra en estado de alerta el cerebro absorbe más información y actúa como si viéramos lo que ocurre a cámara lenta

Es verdad que el transcurso del tiempo siempre es constante: un día son 24 horas; todas las semanas tienen siete días; los años 12 meses y, por si fuera poco, los pequeños desajustes temporales que tenemos los compensamos cada cuatro años con un día más en febrero. Pero, aunque matemáticamente sea algo tan cuadriculado, en nuestra cabeza no funciona de la misma manera.

Nuestra percepción del tiempo es desigual

Todos hemos sentido en alguna ocasión que el tiempo pasa volando cuando nos lo pasamos bien y que todo se ralentiza cuando nos aburrimos. Más allá de este manido comentario, hay también otros momentos en los que parece que el tiempo se paraliza. Este es el caso, por ejemplo, de cuando sentimos que estamos en peligro o experimentamos la sensación de vacío –como cuando nos tiramos en paracaídas o en una lanzadera de un parque de atracciones–, en estas situaciones vemos que todo ocurre a cámara lenta o, directamente, creemos que ha durado bastante más de lo que realmente ha sido.

Como es habitual, este tipo de curiosidades no solo llaman la atención la gente, sino que también la ciencia se preocupa por buscar respuestas. Para poder explicar, y medir, este fenómeno, el profesor de neurociencia David Eagleman realizó un experimento, recogido por ‘Science of Us’, en el que él, unos compañeros y otros 31 voluntarios saltaron desde una torre de Dallas de más de 31 metros de altura. A pesar de su apellido, él y el resto de participantes cayeron al vacío y fueron recogidos en una gran red. La sensación que tuvieron es que la caída duró una eternidad. No pudieron dar mejor información, pero detectaron que la respuesta de esta percepción se encuentra en la memoria. Con este experimento consiguieron demostrar que cuando nuestro cuerpo se encuentra en estado de alerta el cerebro absorbe más información y actúa como si viéramos lo que ocurre a cámara lenta.

Esta respuesta puede resultar satisfactoria para estos trepidantes científicos, pero no nos sirve en el caso de nuestro odiado martes, puesto que si se nos hace largo es por su pesadez, no por el peligro que conlleva. Sin embargo, también es cuestión del cerebro y la memoria, aunque de distinta forma. Diferentes estudios han evidenciado que los hechos similares solemos memorizarlos como si fuesen cercanos los unos a los otros. Por ejemplo, las anécdotas que podamos vivir en una fiesta nos parecerá que han ocurrido casi al mismo momento, aunque haya horas de diferencia, mientras que la vuelta a casa en taxi la recordaríamos como un hecho aparte.

Todo depende de nuestro cerebro

¿Pero podríamos aplicar algo así al fenómeno del martes? Con ciertas reservas, la neurocientífica de la Universidad de Nueva York Lila Davachi afirma que sí en ‘Science of Us’, puesto que han encontrado determinados patrones de actividad en el hipocampo de nuestro cerebro, que es la parte encargada de la memorización. En este caso, lo que ocurre es que el lunes se produce un repentino cambio de rutina en el que se perturba nuestra noción del tiempo y, además, seguimos dedicando tiempo a pensar en los recuerdos del domingo. Esto provoca que, en la memoria, la sensación del lunes sea un tanto vaga.

Tras el periodo de aclimatación que supone el lunes, el martes es el primer día de nuestra rutina más ajetreada, por lo que el cerebro presta más atención

En cambio, la riqueza del recuerdo del martes es bastante mayor, porque no hay monotonía: tenemos reuniones, respondemos una decena de correos electrónicos, vamos al supermercado, etc. Ni tampoco el brusco cambio del lunes. “Si tenemos en cuenta todo lo que hacemos, nuestra memoria codificará gran parte de recuerdos y ocupará más espacio”, declara la neurocientífica Virgine van Wassenhove. Todo lo contrario ocurre con un domingo que suele ser el día de descanso de la semana. Por tanto, tras el periodo de aclimatación que supone el lunes, el martes es el primer día de nuestra rutina más ajetreada, por lo que nuestro cerebro presta más atención y, por tanto, nos parece que dura más debido a ese esfuerzo que realiza.

Al margen de esta faena que nos provoca el alargamiento de los martes, la realidad es que estos estudios nos vuelven a demostrar las enormes cualidades y capacidades de nuestro cerebro, puesto que es capaz de actuar de diferente manera según la situación en la que nos encontremos. Eso sí, tal y como recuerda la profesora Van Wassenhove, esta capacidad tiene un límite: “Nuestra estructura cerebral es muy dinámica, pero las constantes de tiempo no se pueden violar, por lo que la información que codifiquemos no va a ser demasiado variable”. En este caso nos toca dar gracias, porque si ya es una faena que el martes se nos haga algo más largo, sería una pesadilla si nos pareciera que durara como día y medio.

Que los lunes son traumáticos es vox pópuli. La vuelta al agobio de los horarios, al trabajo y a escuchar de nuevo el maldito despertador es una pequeña pesadilla, porque aunque los fines de semana solo duren dos días, no es agradable introducirse cada siete de nuevo en la rutina. Pero los lunes también tienen su aquel gratificante. Sentirse útil y de provecho, así como mantener el todavía reciente recuerdo de los buenos momentos del sábado y domingo, conforman la cara más positiva del primer día de la semana.

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