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El método infalible para tener hoy éxito en la política, en las tertulias y en Twitter
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El método infalible para tener hoy éxito en la política, en las tertulias y en Twitter

Un filósofo señala que la sociedad contemporánea es cada vez más homogénea, los mensajes más simples y las conversaciones casi inexistentes. Pero hay un motivo

Foto: Pablo Iglesias y Francisco Marhuenda en 'La Sexta Noche'.
Pablo Iglesias y Francisco Marhuenda en 'La Sexta Noche'.

La tesis es bien conocida: hemos pasado de un entorno en el que los viejos medios de masas, como la radio y la televisión, eran las fuentes principales de referencia, y por lo tanto condicionaban de un modo evidente la forma de pensar de los individuos, a otro escenario mucho más descentralizado, en que los receptores pueden ser también emisores, y donde la capacidad de influencia es bidireccional. En especial, internet y las redes sociales parecían ser el remedio para evitar la homogeneidad de pensamiento, abriendo nuevas alternativas para recibir información y opiniones diferentes. Pero no es así, afirma el filósofo holandés André Nusselder, en el estudio 'Twitter and the personalization of politics' porque la multiplicidad de mensajes no sólo no termina de ser real, sino que estos van cada vez más en direcciones similares.

En un contexto en que se desconfía de las autoridades, y mucho más de las que detentan cargos públicos, en el que la relación de confianza entre la población civil y el gobierno mengua, y en el que los medios son mucho más numerosos y tienen una mayor capacidad de llegada, la política pretende granjearse las simpatías de la gente a través de mensajes simples y directos, emocionales, sin desvíos, digresiones o complicaciones intelectuales. La forma breve y contundente se impone, también como forma de construcción de una imagen, la del líder, que se transmita con facilidad y que genere empatía. El problema, señala el investigador, es que los ciudadanos replican ese modelo en sus comunicaciones virtuales, a menudo limitadas a pocos caracteres, y con un objetivo similar, el de hacerse visibles o, en sus palabras, de “personalizarse”.

“Dar a la gente lo que quiere” significa emitir los mensajes que se cree que van a ser bien encajados por el receptor o, al menos, que no le van a molestar

Pero no sólo se trata de la forma, sino que también recogen los contenidos. Este deseo de participación con marca propia en el espacio público, concluye Nusselder, provoca que los mensajes sean mucho más homogéneos. El usuario de las redes, el político, el tertuliano y el comunicador se formulan siempre la misma pregunta: ¿qué puedo decir que genere interés en los demás? ¿Qué ideas puedo transmitir para que sean aceptadas? Personalizar nuestro discurso tiene que ver con saber a quiénes nos dirigimos y con pensar en cómo agradarles. En la comunicación, al igual que en la política, esta idea es formulada como “dar a la gente lo que quiere”, emitiendo los mensajes que se entiende que van a ser bien encajados por el receptor o, al menos, que no le van a molestar.

Los grupitos

Pero Nusselder dice que esto también se hace a nivel individual. Las redes son fundamentalmente grupales, y el nivel de circulación de los mensajes está relacionado con el encaje en las tribus, en los nichos o en los grupos de amistad o de interés con los que se tiene relación. En la medida en que es la representación la que nos constituye, y en que el nivel de aceptación de nuestros mensajes es lo que genera una personalidad reconocida, la mayoría de los emisores tratan de ganarse un espacio propio a partir de la coincidencia con esos otros que están ahí fuera y que sabemos qué tipo de ideas valoran.

La manera más rápida de hacerse un nombre consiste en ser atrevido contando las ideas que se sabe que un grupo determinado recibirá bien

Esta es la razón principal de que las ideas transmitidas sean mucho más monolíticas. El nivel de producción cotidiano de informaciones, mensajes y tuits es enorme, pero habitualmente aquellos que coinciden con los receptores más activistas son los que terminan resultando más visibles, por lo que, aventura Nusselder, decidimos invertir en nuestra imagen y alimentar nuestro narcisismo contando lo que se sabe que va a ser bien acogido.

El giro de las tertulias

Este marco conceptual es también el que triunfa en los medios de comunicación. En la medida en que se sabe que una idea o una reflexión tiene público esperando, se expresa de la manera más rotunda posible. El giro de las tertulias (las políticas, pero no sólo) hacia un maremágnum de gente interrumpiéndose por decir la frase más llamativa, o la más feroz, o la más contundente, tiene que ver con esta retroalimentación entre los forofos y el portavoz. La manera más rápida de hacerse un nombre, sea en los grandes medios o en el espacio virtual, consiste en ser atrevido contando las ideas que se sabe que un grupo determinado recibirá bien. Por eso cada vez más el suelo público circula por canales que nunca se comunican, salvo para insultarse.

Cuanto más irriten tus tesis, más probable será que provoques reacciones airadas y más saldrán los tuyos a defenderte. Eso es lo que te da el éxito

Pero este juego tiene una versión añadida, que suele ser también la más rentable, porque hoy los detractores son tan importantes o más que los seguidores. Lo saben los tertulianos: nada como defender tus posiciones en territorio hostil para ganar capital relacional. Cuanto más irriten tus tesis, más probable será que provoques reacciones airadas y más saldrán los tuyos a defenderte. La manera de ganar audiencia es conseguir ser atacado, en lanzar ideas que molesten a unos y activen a otros. Trump lo sabe, pero un par de tertulianos de 'La Sexta Noche' también. La insistencia en provocar animadversión es rentable, porque se les odia o se les ama y eso, siguiendo los términos de Nusselder, personaliza.

La tesis es bien conocida: hemos pasado de un entorno en el que los viejos medios de masas, como la radio y la televisión, eran las fuentes principales de referencia, y por lo tanto condicionaban de un modo evidente la forma de pensar de los individuos, a otro escenario mucho más descentralizado, en que los receptores pueden ser también emisores, y donde la capacidad de influencia es bidireccional. En especial, internet y las redes sociales parecían ser el remedio para evitar la homogeneidad de pensamiento, abriendo nuevas alternativas para recibir información y opiniones diferentes. Pero no es así, afirma el filósofo holandés André Nusselder, en el estudio 'Twitter and the personalization of politics' porque la multiplicidad de mensajes no sólo no termina de ser real, sino que estos van cada vez más en direcciones similares.

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