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Maquiavelos en las organizaciones: la verdad sobre Podemos y todo lo demás
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el poder y las 'turf wars'

Maquiavelos en las organizaciones: la verdad sobre Podemos y todo lo demás

Las guerras por el territorio ocurren en todas las instituciones, por más que traten de esconderse. El mayor experto en ellas nos explica cómo funcionan

Foto: Errejón e Iglesias, durante un pleno. (Efe/ Fernando Villar)
Errejón e Iglesias, durante un pleno. (Efe/ Fernando Villar)

Si hay algo que condicione la vida de las instituciones, eso son los choques internos. Le está pasando ahora a Podemos, antes les ha ocurrido a otros partidos y volverá a ocurrirles a todos, porque son algo inevitable. Cualquier organización (una empresa, un partido, una institución) dista mucho de ser un bloque monolítico, y las tensiones entre sus distintas partes (financiero, producción y comercial, por poner un ejemplo típico en las firmas) son consustanciales a su desarrollo. Sin embargo, es un asunto del que se apenas se habla, lo cual no deja de ser llamativo. Richard Badham, profesor de management en la Macquarie Graduate School of Management (Universidad de Sidney) es uno de los pocos que ha dedicado parte de sus esfuerzos a estudiarlas y a entender sus dinámicas. El Confidencial le entrevistó para un reportaje, y aquí reproducimos sus respuestas como elemento clave para entender qué ocurre en la política y en la empresa un día cualquiera.

Turf Wars

Según Badham, “los dirigentes son como los patos nadando en el estanque. Si te fijas en la superficie, todo parece tranquilo y calmado. Pero si miras debajo, están pateando como si les persiguiera el demonio”. Con esta imagen, alude a los comportamientos ambivalentes a que obligan lo que se ha dado en llamar Turf Wars o guerras territoriales, que son aquellas generadas en el seno de las empresas por choques de intereses entre directivos o por divergencias acerca de los valores, ideales y metas que debería perseguir la compañía.

Estas guerras son conocidas por aquellos que quieren construir coaliciones y obtener credibilidad. Pero al mismo tiempo han de ser ocultadas

Estas Turf Wars, avisa Badham, autor de 'Power, Politics and Organizational Change' (Sage), nada tienen que ver con la imagen que se suele elegir para ilustrarlas, la de malvados Maquiavelos operando en las sombras para hacerse con el poder. “Se trata más bien de un juego inevitable en las organizaciones, que es jugado incluso por las personas de mayor prestigio, y que conlleva la puesta en marcha de los medios de influencia disponibles para fijar una agenda concreta y asegurarse de que será implementada”.

Manejar lo subterráneo

Lo peculiar de estas guerras por el territorio es que, señala Badham, “han de ser bien conocidas por aquellos que quieran construir coaliciones y obtener credibilidad. Pero, al mismo tiempo, y a causa de las expectativas de unidad y racionalidad que se tienen respecto de la organización, han de ser ocultadas. Se las suele esconder tras un discurso de eficiencia y de persecución racional de objetivos incuestionables”. Saber manejar tanto las actividades públicas como las subterráneas es un aspecto central para tener éxito en las guerras por el territorio. En este entorno, afirma Badham, “el jugador organizacional eficaz tiene que ser capaz de diagnosticar el paisaje político, entenderle y aplicar en él las tácticas apropiadas”.

Los políticos organizacionales más exitosos son aquellos que no son percibidos como tales. “Tener reputación de Maquiavelo no es nada útil”

Pero eso no significa que quien actúe de ese modo esté siendo deshonesto ni tampoco que tengamos que examinar la situación como una simple lucha entre buenos y malos. El resultado no viene determinado por el nivel de decencia de los contendientes: ni el “camaleón amoral”, como lo denomina Badham, acaba ganando siempre ni tampoco acaba probando su propia medicina. A la hora de saber quién triunfará, el papel que juega el contexto es decisivo, como lo son las habilidades de cada uno de los contrincantes.

Es el jugador que cuenta con la imagen de un hombre de estado, de quien se dice que trabaja por el bien de la institución, quien suele llevarse el gato al agua

Para Badham, los políticos organizacionales más exitosos son aquellos que no son percibidos como tales. “Tener reputación de Maquiavelo no es nada útil, ya que crea desconfianza y mina la credibilidad. Es el jugador que cuenta con la imagen de un hombre de estado, de quien se dice que siempre trabaja por el bien de la institución y que es percibido como íntegro y honesto, quien suele llevarse el gato al agua. Como decía Groucho Marx, “La honestidad y la sinceridad son el secreto de los negocios. Si puedes falsificarlas, conseguirás lo que sea”.

Ser brutalmente honesto

Ser consciente de que la empresa es un lugar donde la política organizacional es muy importante y donde se utilizan tácticas y estrategias para conseguir metas legítimas o ilegítimas “no es inmoral, sino es ser brutalmente honesto. Ser consciente de esto no nos lleva a conclusiones como que para ganar tienes que renunciar a tu integridad personal o convertirte en un bastardo. Esto tiene que ver, más al contrario, con reconocer los dilemas éticos y políticos que inevitablemente aparecen, con ser reflexivo y crítico acerca con todos los enfoques sobre el bien común que salen a relucir, incluidos los propios y con reconocer que para influir eficazmente a los demás tienes que usar estrategias de poder que van desde la retórica y la persuasión hasta la coerción”.

Son los académicos distantes, los moralistas que quieren mantenerse al margen o los jugadores hipócritas quienes suelen denunciar estas habilidades

Badham asegura no haber encontrado nunca un directivo exitoso a la hora de transformar una organización que no haya sido lo suficientemente espabilado como para darse cuenta de que estas habilidades políticas son deseables y necesarias. “Son los académicos distantes, los moralistas que quieren mantenerse al margen o los jugadores hipócritas quienes suelen denunciar estas habilidades”.

Mantener la integridad en estas situaciones exige autorreflexión, asegura Badham, de modo que sepamos poner entre paréntesis las maniobras políticas que utilizamos. “Vivimos en un mundo en el que no se pueden poner los ideales en práctica sin contar con los demás, y por lo tanto, sin influirles de un modo u otro. Por eso es importante un alto grado de reflexión acerca de las perspectivas éticas que cada uno adopta y de las inevitables incertidumbres y soluciones de compromiso que la tarea requiere. En este sentido, la honestidad brutal es un valor”.

Si hay algo que condicione la vida de las instituciones, eso son los choques internos. Le está pasando ahora a Podemos, antes les ha ocurrido a otros partidos y volverá a ocurrirles a todos, porque son algo inevitable. Cualquier organización (una empresa, un partido, una institución) dista mucho de ser un bloque monolítico, y las tensiones entre sus distintas partes (financiero, producción y comercial, por poner un ejemplo típico en las firmas) son consustanciales a su desarrollo. Sin embargo, es un asunto del que se apenas se habla, lo cual no deja de ser llamativo. Richard Badham, profesor de management en la Macquarie Graduate School of Management (Universidad de Sidney) es uno de los pocos que ha dedicado parte de sus esfuerzos a estudiarlas y a entender sus dinámicas. El Confidencial le entrevistó para un reportaje, y aquí reproducimos sus respuestas como elemento clave para entender qué ocurre en la política y en la empresa un día cualquiera.

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