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Olly, el gato que acabó dirigiendo la vida de un aeropuerto británico
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Olly, el gato que acabó dirigiendo la vida de un aeropuerto británico

Surgió de la nada y se convirtió rápidamente en un icono para usuarios y trabajadores. Pero la historia del gato (en realidad, gata) más popular tuvo un trasfondo muy serio

Foto: El célebre Olly the Cat.
El célebre Olly the Cat.

Apareció por sorpresa a principios de 2007. En medio del estruendo de los aviones y de los pasajeros ataviados con traje, el gato Olly se sentó en una estera al pie del mármol de entrada en la Olympic House, la sede corporativa del aeropuerto de Manchester, observó el panorama y decidió quedarse allí para siempre. El nuevo inquilino de la sede, lejos de ser desalojado, se convirtió en un personaje extremadamente popular. En realidad, no era Olly, sino Olivia: se supo que era gata tiempo después, cuando ya se había convertido en ese vecino al que los trabajadores y los usuarios saludaban al pasar, le preguntaban “¿Qué tal el día, Olly?”, y le llevaban latas de comida, mantas y juguetes.

Olly había llegado a la Olympic House en un estado semi salvaje, baja de peso, y llena de pulgas, Cojeaba ostensiblemente, rechazaba la oferta de leche y no dejaba que nadie se le acercase. Tiempo después, fue acostumbrándose a la gente, lo que permitió a los veterinarios tratarle de sus enfermedades, e incluso el personal del aeropuerto realizó una colecta para reemplazar su cadera, realizar cuidados dentales que le eran necesarios y comprarle una casita. La BBC envió un equipo para filmar un reportaje y varias columnas firmadas por Olly comenzaron a aparecer en el periódico semanal del aeropuerto. Incluso la revista del Manchester Airport Group incluyó artículos suscritos por Olly sobre sabiduría callejera de este tenor: “Nos dieron dos piernas para caminar, dos manos para coger cosas, dos ojos para ver y dos oídos para escuchar. Pero, ¿por qué nos dieron un solo corazón? Porque el otro se lo dieron a otra persona para que la podamos encontrar”. Pero la historia de Olly fue producto de algo más que de la simpatía colectiva, como cuenta Damian P. O'Doherty, de la Universidad de Manchester, en el estudio 'Feline politics in organization: The nine lives of Olly the cat' , y tuvo mucho que ver con las tensiones internas en el aeropuerto que no son infrecuentes en muchas empresas.

Su enfado tenía que ver con que había “muchas cosas importantes que no consisten en dinero, y que no se tomaban en consideración"

Olly aparece en un momento en que el control ejecutivo del aeropuerto había pasado de manos institucionales a una entidad corporativa que había impuesto un nuevo modelo de gestión, mucho más enfocado a lo comercial, y en el que los trabajadores entendían que se estaban descuidando dimensiones humanas importantes. Los gestores, por su parte, estaban preocupados por la baja confianza y la falta de moral dentro de la organización y dedicaban recursos considerables para que su visión de lo que debía ser la cultura de la empresa fuera entendida por sus empleados. Los problemas, explica O'Doherty, eran de este tenor: en una de las reuniones mensuales a las que concurrían todos los empleados, un miembro del equipo de ingeniería encargado de la pista de aterrizaje se quejó agriamente de los gestores, diciendo a voz en grito que “todo son promesas falsas”, y criticó muchas de las medidas que estaban tomando. Su enfado tenía que ver con que había “muchas cosas importantes que no consisten en dinero”, y que no se tomaban en consideración. Por ejemplo, su equipo había trabajado duramente en una operación de limpieza de nieve de la pista, y su esfuerzo no había sido recompensado ni con un mísero “gracias”.

Una vida añorada

De modo que mientras el equipo de dirección contrataba a consultores y expertos externos que les proporcionaban “costosos programas de ingeniería cultural”, Olly generaba entre los trabajadores esa clase de comportamiento, de implicación y de compasión que la empresa estaba tratando de diseñar. La gata les recordaba ese tipo de vida mucho más familiar en que transcurría la cotidianeidad en el aeropuerto hasta que los gestores comenzaron a desarrollar una estrategia comunicativa impersonal y a aplicar métodos basados en la medición del rendimiento. En un contexto en el que todo el mundo se conocía, en el que se compartían los códigos culturales, y donde era frecuente ver trabajar juntos a padres e hijos, la llegada de la gata sirvió para recuperar elementos de la historia y la cultura que estos trabajadores percibían que habían perdido en los últimos años, y que explicaban los motivos de su desánimo y de su baja confianza.

Quisieron trasladar a Olly fuera del aeropuerto y eso generó una notable indignación entre los trabajadores, a la que tuvo que ceder el CEO

Como confesaba el gerente de operaciones de la terminal, “Olly dividió a la organización en dos, aquellos que amaban a la gata y los que pensaban que no era apropiado tenerla en el lugar de trabajo”, especialmente en la oficina central de la empresa, la que brindaba su imagen corporativa. La Olympic House era el lugar donde solían encontrarse los altos ejecutivos de las compañías aéreas, los políticos, los representantes locales y los de las firmas globales de inversión de capital. Tener allí un gato, con su incontinencia y con toda la parafernalia de los regalos que le traía la gente, comenzó a ser causa de malestar entre los ejecutivos de mayor nivel. Quisieron trasladar a Olly a otro lugar, fuera del aeropuerto, y eso generó una notable indignación entre los trabajadores, a la que tuvo que ceder el director general, que en un apasionado discurso aseguró que la gata se quedaría allí. Aunque fuera por razones pragmáticas, como explicaba al investigador uno de los ingenieros civiles: “Está muy complacido con la publicidad que la gata le ha traído, pero no le interesa nada más que eso”.

Sabemos de dónde vienes

Olly comenzó a ser así la principal causa de la división entre el equipo directivo. La celebración y veneración de la gata y el hecho de que el CEO se viera obligado a ceder tuvieron gran importancia entre los empleados, pero no sólo porque lo vieran como un triunfo. Lejos de ser simplemente un objeto de apego sentimental, Olly había sido utilizada como una forma de ridiculizar las pretensiones de poder del director y de los altos directivos. El director general tenía el acento y el porte típicos del noreste británico, que hacían evidentes sus orígenes de clase obrera, y el asunto de Olly sirvió para que se le recordase a menudo de dónde provenía. Al mismo tiempo, la gata era un símbolo de la falta de empatía de los gestores, de la pérdida de ese sentido de familia que la empresa había tenido hasta entonces, y de los valores de autenticidad, confianza y lazos sólidos que querían mantener. Como señalaba uno de los empleados, “Olly ponía de manifiesto la importancia de la generosidad y de las emociones”.

Olly fue reubicada en otro lugar de Manchester. Su traslado fue realizado durante la noche, cuando no había nadie que pudiera presenciarlo

El asunto de la gata puso en problemas al equipo directivo, pero también inspiró nuevas decisiones. Cuando llegó en junio de 2010 un nuevo CEO, los rumores acerca de que Olly tenía los días contados se dispararon. Después de un estudio que llevó a cabo el “Comité del Gato”, organizado para tratar el asunto, se planteó la creación de una nueva casa para el animal en otro lugar, un espacio que fuese una obra de arte, como “era la gata ”. Finalmente, Olly fue reubicada en un espacio confortable en alguna población del sur de Manchester. Su traslado fue realizado durante la noche, cuando no había nadie que pudiera presenciarlo.

Adiós a Olly

La cuestión es que había un proyecto de rediseño de la terminal (de 80 millones de libras) para el que Olly era un problema más, y darle una solución satisfactoria se convirtió en una prioridad para los gestores. Situar el centro del asunto en la gata les permitió ganar legitimidad para el resto de reformas que estaban llevando a cabo, cuyo calado económico era mucho mayor.

Olly falleció en su nueva residencia el 6 de mayo de 2015. Fue noticia en la prensa británica y el número de homenajes que recibió fue muy elevado. Seguía siendo una gata muy querida.

Apareció por sorpresa a principios de 2007. En medio del estruendo de los aviones y de los pasajeros ataviados con traje, el gato Olly se sentó en una estera al pie del mármol de entrada en la Olympic House, la sede corporativa del aeropuerto de Manchester, observó el panorama y decidió quedarse allí para siempre. El nuevo inquilino de la sede, lejos de ser desalojado, se convirtió en un personaje extremadamente popular. En realidad, no era Olly, sino Olivia: se supo que era gata tiempo después, cuando ya se había convertido en ese vecino al que los trabajadores y los usuarios saludaban al pasar, le preguntaban “¿Qué tal el día, Olly?”, y le llevaban latas de comida, mantas y juguetes.

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