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Por qué los gatos no son leales y los perros no saben vivir sin su dueño
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Por qué los gatos no son leales y los perros no saben vivir sin su dueño

Las diferencias entre unos y otros animales proceden de milenios atrás, mucho antes incluso de que ambas razas fueran domesticadas. Aquí te explicamos por qué nuestros animales son como son

Foto: 'Contigo no, bicho'. (iStock)
'Contigo no, bicho'. (iStock)

Debido a que son los dos animales domesticados más habituales en nuestros hogares, tendemos a comparar continuamente perros y gatos, a veces, como si de una competición se tratase. Uno de los puntos de desencuentro más habituales es el que hace referencia al cariño y la lealtad que cada una de las razas ofrece, y que suele resumirse en que, si lo que queremos es que nuestro animal nos auxilie (o llore) si de buenas a primeras nos da un infarto en casa, es mejor que nos decantemos por un perro.

No obstante, esto que en un principio puede parecer un problema, a la larga puede convertirse en una ventaja, sobre todo teniendo en cuenta que cada vez pasamos más tiempo trabajando fuera de casa y un gato disfrutará bastante más de su soledad que un perro. Las diferencias entre unos y otros animales proceden de milenios atrás, mucho antes incluso de que ambas razas fueran domesticadas. Los gatos son felinos individualistas, como ocurre con sus primos los gatos del desierto, que tan sólo se juntaban con otros miembros de su especie durante la época de crianza. Por el contrario, los perros heredaron la jerarquía y los comportamientos sociales de sus antepasados los lobos. En resumidas cuentas, la sombra del pasado se cierne sobre las actitudes de unos y otros animales.

Es tu casa, no tú

Una reciente investigación ha intentado arrojar más luz sobre el asunto. Publicada en PLOS ONE, el estudio señala que los gatos no suelen ver a sus dueños como fuentes de seguridad, algo que sí ocurre con los perros. Aunque los autores de la Universidad de Lincoln (Reino Unido) conceden que los gatos son más sociales de lo que sus críticos afirman, es indudable que son animales mucho más independientes que los canes, especialmente en lo que se refiere a su búsqueda de protección.

Para los dueños de los perros, sus dueños representan un paraíso de seguridad; para los gatos, no está tan claro que esto sea así

El estudio asegura que la relación que se establece entre los dueños de los perros y estos es de seguridad, muy semejante a la que puede tener un bebé con sus padres. Sin embargo, la separación, esa misma que lleva a muchos perros a ponerse nerviosos, no causa el mismo efecto traumático en los gatos. Las pruebas se realizaron a través del conocido como SST (Strange Situation Test), que coloca a cada uno de los animales en un entorno totalmente nuevo en el que deben interactuar con sus amos y otros desconocidos para comprobar cuál es su reacción.

La única diferencia que identificaron es que los gatos emitían algunos ruidos más cuando sus dueños los abandonaban con un extraño que al revés, pero no había ningún signo más que mostrase su desconfianza. Por el contrario, “para los dueños de los perros, sus dueños representan un paraíso de seguridad muy concreto; sin embargo, está claro que los gatos domésticos son mucho más autónomos cuando se trata de enfrentarse a situaciones inusuales”. Los investigadores concluían que si bien los gatos desarrollan relaciones estrechas y preferencias sociales con otros seres vivos, como sus dueños u otros gatos, no lo hacen por una cuestión de seguridad y protección. Así que, quién sabe, quizá sea más desinteresados.

Como explica un artículo publicado en 'The Guardian', los gatos no son tan leales a las personas con las que conviven como a los lugares. Debido a que son depredadores solitarios, su supervivencia depende del conocimiento profundo de su entorno inmediato, y de ahí que el cambio de residencia les afecte tanto. No obstante, esto tiene su lado positivo: como explicábamos en un reciente artículo a propósito de una investigación publicada en PNAS, los gatos son superiores evolutivamente hablando a los perros, puesto que son depredadores mucho más eficientes, ya que han desarrollado por su cuenta habilidades como la caza estratégica.

Las costumbres heredadas de los antepasados

Para entender el comportamiento de nuestras mascotas, conviene entender el proceso de domesticación que vivieron unas y otras. Aunque no está completamente claro en el caso de los perros, sabemos que el beneficio mutuo entre estos animales y el hombre se remonta a, seguramente, unos 500.000 años atrás, aunque la domesticación no se produjese hasta hace unos 19.000 años, un largo período en el que algunos lobos evolucionaron en lo que hoy conocemos como perro.

Según una investigación publicada en la revista 'Science', la domesticación comenzó en Europa hace alrededor de 19.000 años y 32.000, probablemente como un inconsciente pacto mutuo para protegerse de otros depredadores; una funcionalidad a la que más tarde se le añadirían el pastoreo y la caza.

Los gatos fueron útiles a la hora de cazar los ratones y ratas que amenazaban la comida almacenada

Los lobos se aprovechaban de los restos de comida que los hombres dejaban cerca de sus asentamientos; los hombres, a su vez, se encontraban protegidos frente a otros depredadores por las manadas que los rodeaban. Además, algunos emigrantes, como los de Siberia que atravesaron el estrecho de Bering acompañados de sus perros, fueron acompañados por estos animales en sus migraciones. La facilidad de adiestramiento los convertía en los mejores compañeros para la caza, así como la amplia cantidad de signos no verbales con las que se comunican, que facilita la comprensión por parte de los humanos y su integración en los hogares humanos.

La domesticación de los gatos es muy posterior: actualmente se cifran las primeras pruebas alrededor del año 7.500, por al hallazgo del enterramiento de un gato junto a un humano en Chipre (aunque más que un gato domesticado, se trataba de un gato acostumbrado). Sin embargo, el ser humano había pensado mucho antes en la utilidad del felino, de mano con la aparición de la agricultura y los almacenes de comida: al ser un hábil cazador de ratones y ratas, empezó a aparecer en la vida de los hombres cuando estos animales empezaron a frecuentar las cosechas humanas, lo que a su vez sirvió para protegerlas de estas alimañas.

Como explica el artículo de 'The Guardian', que los gatos sean más independientes no quieren decir que no se comuniquen con nosotros. Estos animales desarrollaron un sistema comunicativo a partir del establecido entre madres y crías por el cual podían entablar relación con otros gatos e incluso humanos, y que consiste en restregar las cabezas, alzar la cola o ronronear. La diferencia es que “los gatos deben sentirse seguros para mostrar su afecto, mientras que los perros pueden usar su afecto instintivo para calmarse cuando se sienten inseguros”.

Debido a que son los dos animales domesticados más habituales en nuestros hogares, tendemos a comparar continuamente perros y gatos, a veces, como si de una competición se tratase. Uno de los puntos de desencuentro más habituales es el que hace referencia al cariño y la lealtad que cada una de las razas ofrece, y que suele resumirse en que, si lo que queremos es que nuestro animal nos auxilie (o llore) si de buenas a primeras nos da un infarto en casa, es mejor que nos decantemos por un perro.

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