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El fin de los buenos padres: un libro explica el daño que estamos haciendo a nuestros hijos
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DE LA AUTORIDAD A LA INSOLENCIA

El fin de los buenos padres: un libro explica el daño que estamos haciendo a nuestros hijos

Aunque su visión del mundo sea inequívocamente conservadora, el popular doctor Leonard Sax toca unos cuantos puntos sensibles en su último volumen sobre paternidad

Foto: Efecto rebote: la autoridad férrea ha sido sustituida por un pernicioso 'laissez faire'. (iStock)
Efecto rebote: la autoridad férrea ha sido sustituida por un pernicioso 'laissez faire'. (iStock)

¿Estamos malcriando a nuestros hijos? Se trata de la pregunta que muchos padres modernos se han hecho en un momento u otro. Como reacción a la inamovible autoridad que los progenitores ejercieron sobre sus vástagos durante décadas, el nuevo modelo de paternidad es mucho más permisivo. Algo que ha llevado a muchas familias a temer que, quizá, hayan ido demasiado lejos sobreprotegiendo y mimando a sus hijos hasta el punto de que estos no sepan desenvolverse en el mundo real o bien se hayan convertido en unos presuntuosos dictadores.

Es la opinión que comparte Leonard Sax, un médico estadounidense que ejerce en el estado de Pensilvania pero que es relativamente célebre en su país natal por los libros que ha escrito sobre niños, 'Boys Adrift', 'Girls on the Edge' y 'Why Gender Matters' (todos ellos editados por Perseus Books), que abordan los roles de género de niños y niñas y los caminos que deben seguir si quieren triunfar. En su último trabajo, 'The Collapse of Parenting' (Basic Books) (“El derrumbe de la paternidad”) explica el problema que tienen los niños hoy en día: sus padres, y más concretamente, su voluntad de querer tratar a sus hijos como adultos todo el tiempo.

¿Demasiado pronto para elegir?

Una historia extraída del libro, que ha sido publicada en 'Salon', resume bien el problema que Sax ha identificado. En ella, una pareja se ve obligada a cambiar de colegio a su hija de ocho años. Los padres proponen el que creen que es mejor, puesto que los profesores parecen más entusiastas y las estadísticas del centro avalan su calidad. La niña, por su parte, prefiere otro porque en ella ha conocido a una niña que, como a ella, le gustan los libros de Beverly Cleary y las muñecas de American Girl.

El médico considera que la voluntad de hacer que “los chicos decidan” (lo que llama “el mantra del buen padre”) ha herido sensiblemente a los niños

En el pasado, recuerda Sax, no cabe ninguna duda de que el criterio de los padres habría prevalecido. Sin embargo, la niña fue finalmente matriculada en el colegio que ella quiso. ¿Por qué? El médico se lo preguntó a la madre, y esto fue lo que respondió: “Creo que ser un buen padre significa dejar que los niños decidan”, explicaba. “Así es como aprenden, ¿no? Si tomase las decisiones por ella, ¿cómo sabrá elegir por sí misma? Si la fuerzo a ir a una escuela que no había elegido, ¿qué le digo si luego se queja?” Ahí se encuentra la tragedia, asegura Sax: en sacrificar el criterio de un adulto por el de un niño, algo que puede dañarle seriamente: ¿No habrá un momento en el que la niña se arrepienta de no haber estudiado en la mejor escuela, mucho tiempo después de que la fan de Beverly Cleary haya desaparecido de su vida?

Este es el diagnóstico que realiza Sax: “Durante las últimas tres décadas, ha habido una importante transferencia de autoridad de los padres a los hijos”, señala en la introducción del libro. “Junto con esa transferencia ha llegado un cambio en la valoración de las opiniones y preferencias de los niños”. Aunque bienintencionada, el médico considera que la voluntad de hacer que “los chicos decidan” (lo que llama “el mantra del buen padre”) los ha herido sensiblemente, que a esa edad aún no saben tomar las decisiones más apropiadas para ellos, y que les ha conferido una autoridad desmesurada.

Leonard Sax durante su aparición en CBS This Morning.

¿De qué manera se ha dejado notar este efecto? El galeno lo tiene claro. Nunca en otro momento de la historia los padres han gastado tanto dinero en la educación de sus hijos ni han sido más permisivos, pero tampoco ha habido tales niveles de desórdenes psiquiátricos como el trastorno de déficit de atención, la hiperactividad, fracaso escolar u obesidad. No sólo eso, sino que, al menos en Estados Unidos, “los niños son menos resilientes y más frágiles que lo que solían ser”. En su opinión, el problema es la definición de “carácter” que cada familia tiene, como señalaba en 'Town Hall'. No, la palabra no significa que uno deba aspirar a ser el número uno, ni siquiera a conducirse con gran determinación: el carácter tiene que ver con el autocontrol y la humildad.

Viviendo en la cultura de la insolencia

El médico justifica sus conclusiones a partir de las 90.000 visitas pediátricas que ha realizado desde 1989 y en las que, a su juicio, ha visto cómo cambiaban las relaciones entre padres e hijos. Pero también a partir de las innumerables visitas a colegios y comunidades de todo el mundo, de Italia, Alemania, Inglaterra o México a Escocia o Nueva Zelanda pasando por España, algo que, a su juicio, le ha permitido comprobar cómo los problemas de paternidad se reproducen en todos los rincones de Occidente: “En todos los países he encontrado padres que no están seguros de su rol”, asegura.

Una de las manifestaciones de esta zozobra es la cultura de la insolencia ('the culture of disrespect') que, a juicio del autor, se ha instalado en la sociedad… en parte porque, al ceder su papel como educadores, otros han ocupado su lugar. Y estos son, tal y como explica en las páginas de 'The Wall Street Journal', “la televisión, incluido el Disney Channel, donde los padres son retratados como incompetentes, desfasados o ausentes. Los famosos e internet. Los medios sociales. Sus amigos”.

Sax detesta el “imperativo cultural contemporáneo de ser 'geniales'”; por el contrario, considera que es más importante que los niños aprendan a ser humildes

Aunque el marco construido por Sax encaja en una visión conservadora de la paternidad, en la que todos los problemas se solucionarán reforzando la autoridad perdida del padre y la unidad de la familia, no cabe duda de que toca con tino unas cuantas teclas sensibles, especialmente en lo que se refiere a la línea que separa la independencia de los niños y la falta de autoridad de los padres. Hasta que sepamos dónde debe encontrarse esta realmente, podemos echarle un vistazo a las cinco soluciones que Sax propone:

  • La familia es lo primero. Muchos padres, en su desesperado intento de aupar a sus hijos al puesto número uno, prefieren sobrecargar la agenda de los niños que dejarles que pasen tiempo con ellos, que son con los que aprenderán valores.
  • Respeto. Los niños de hoy en día, valga la archiconocida fórmula, no respetan nada: ni a sus padres, ni a sus compañeros, ni a sí mismos. El autor aboga por una cultura del respeto entre las paredes del hogar.
  • Humildad en lugar de autoestima. Sax detesta el “imperativo cultural contemporáneo de ser 'geniales'” como la panacea para el éxito; por el contrario, considera que es más importante que los niños aprendan a ser humildes.
  • Fuera tecnología. Nada de utilizar el móvil, la tablet o ningún otro dispositivo en la mesa o cuando está la familia junta, y no, no se refiere únicamente a los niños, sino también a los padres. Deben ser el mejor ejemplo y los primeros en no sacar el teléfono, por ejemplo, en la consulta del médico (algo que, a juzgar por el comentario, le debe haber debe haber pasado a menudo en su día a día).
  • No te deshagas de tus hijos. Sax recomienda que en lugar del 'play date' (la palabra utilizada en EEUU para referirse a esas citas extraescolares en las que los niños acuden con sus compañeros a un museo o al parque, por ejemplo, con un adulto que cuide de ellos) la tarde se pase con los padres.

¿Estamos malcriando a nuestros hijos? Se trata de la pregunta que muchos padres modernos se han hecho en un momento u otro. Como reacción a la inamovible autoridad que los progenitores ejercieron sobre sus vástagos durante décadas, el nuevo modelo de paternidad es mucho más permisivo. Algo que ha llevado a muchas familias a temer que, quizá, hayan ido demasiado lejos sobreprotegiendo y mimando a sus hijos hasta el punto de que estos no sepan desenvolverse en el mundo real o bien se hayan convertido en unos presuntuosos dictadores.

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