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La gran transformación que está sufriendo el mundo. Y será el tema central de Davos 2016
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LA CUARTA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

La gran transformación que está sufriendo el mundo. Y será el tema central de Davos 2016

Según el presidente ejecutivo del World Economic Forum, Klaus Schwab, estamos inmersos en una gran transformación mundial, de consecuencias notables. Y cuenta quiénes van a ser los ganadores

Foto:  El presidente del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, en junio de 2015. (Efe / Nic Bothma)
El presidente del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, en junio de 2015. (Efe / Nic Bothma)

En Davos suele haber mucho análisis, muchos discursos y pocas certezas: hay planes, hay estrategia, hay lecturas sobre el presente y sobre el futuro, pero escasas certidumbres. En esencia, lo que vienen afirmando es que el mundo es incierto, que lo que sirve para hoy, mañana por la mañana puede haber quedado obsoleto, y que debemos lidiar con cambios que todavía no hemos acertado a definir. Pero, en ese contexto, hay una cosa que sí tienen muy clara: hemos entrando en una revolución tecnológica que va a alterar radicalmente nuestra forma de vivir, trabajar y relacionarnos: la cuarta revolución industrial.

La primera gran transformación estuvo marcada por la utilización del vapor y del agua para mecanizar la producción; la segunda por la división del trabajo, la producción de masas y la electricidad; la tercera, que se inició en 1969, por la producción automatizada, la informática y la electrónica. La cuarta, aseguran desde Davos, lo va a estar por los sistemas ciberfísicos, por una transformación digital caracterizada por la fusión de tecnologías que está borrando los límites entre las esferas físicas, digitales y biológicas. Esta cuarta conmoción productiva va a ser el centro del debate de la próxima edición del World Economic Forum, que se celebrará del 20 al 23 de enero en la localidad suiza. 2500 líderes de los negocios, de la política, de las organizaciones internacionales o de los medios de comunicación estarán presentes en él.

Los cambios se producirán en todos los órdenes pero, según Schwab, fundamentalmente en tres, el mundo de los negocios, la política y el trabajo

En un artículo publicado en la página del World Economic Forum, Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial, asegura que el periodo que estamos viviendo no es la continuación del precedente, sino una fase completamente distinta, ya que hay una variable que lo cambia todo, la velocidad. Su idea, que ha sido continuamente repetida desde el sector tecnológico, es que los avances ya no son lineales, sino exponenciales, lo cual nos sumerge en un contexto sin precedentes. De modo que no sabemos bien qué va a pasar, pero sí que la respuesta que debe darse ha de ser integral, y que deben estar involucrados en ella todos los actores políticos mundiales, así como el sector privado, la academia y la sociedad civil. El problema de fondo, apunta, no es que se esté transformando la producción, sino que van a cambiar también los sistemas de gestión y de gobernanza. Los cambios se producirán en todos los órdenes pero, según Schwab, fundamentalmente en tres, el mundo de los negocios, la política y el trabajo.

El futuro de los negocios

Schwab reconoce que la aceleración de la innovación hace muy difícil de prever los contenidos y el alcance concreto de las transformaciones. Todos saben que algo grande está en puertas, pero todavía no se percibe el qué, ya que ni siquiera hay “evidencia clara de que las tecnologías que sustentan la cuarta revolución industrial estén teniendo un gran impacto en las empresas”. Sin embargo, “muchas industrias perciben cómo las nuevas tecnologías están alterando ya las cadenas de valor existentes”, al mismo tiempo que surgen competidores innovadores que utilizan las plataformas digitales de modos diferentes, y que constituyen una amenaza porque pueden expulsar a los operadores tradicionales, compitiendo con el precio, la calidad o la velocidad de entrega.

En este sentido, hay una apuesta evidente por la economía colaborativa, “que disminuye las barreras para las empresas... y que puede tener desarrollo en muchos nuevos servicios, desde la ropa hasta las compras, pasando por los viajes o las soluciones de transporte y aparcamiento”. En todo caso, afirma, la cuarta revolución industrial cambiará radicalmente todo lo referido a las expectativas de negocio, las mejoras en los productos y las formas de organización.

El futuro de los gobiernos

El segundo terreno donde veremos grandes innovaciones será en las formas de gobierno. Schwab prevé un doble escenario: de una parte las nuevas tecnologías y las nuevas plataformas van a permitir a los ciudadanos expresar sus opiniones, coordinar sus esfuerzos y eludir la supervisión pública. Pero, al mismo tiempo, “los gobiernos ganarán nuevas competencias tecnológicas para aumentar su control sobre la población, sobre la base de los sistemas de vigilancia generalizada y la capacidad de controlar la infraestructura digital”. Además, los cambios ya asentados respecto a la distribución del poder seguirán acentuándose, y provocarán que los gobiernos lo tengan aún más difícil. “Su papel central en la conducción de la política disminuirá debido a las nuevas fuentes de competencia y la redistribución y descentralización del poder que las nuevas tecnologías hacen posible”.

Los legisladores y los reguladores están siendo desafiados en un grado que carece de precedentes y están demostrando ser incapaces de hacerle frente

No se trata sólo de que los ciudadanos puedan tener mayores opciones para expresar y trasladar sus opiniones, sino de que, cabe apuntar, el mayor peso del sector privado, los desafíos en materia financiera o la cada vez mayor incidencia de las organizaciones internacionales en la vida estatal, plantean opciones que debilitan la acción de los políticos nacionales. En ese contexto, suenan amenazantes las afirmaciones de Schwab según las cuales “la capacidad de los sistemas de gobierno y de las autoridades públicas para adaptarse determinará su supervivencia. Si resultan capaces de abrazar un mundo de cambio disruptivo, sometiendo sus estructuras a los niveles de transparencia y eficiencia que les permita mantener su ventaja competitiva, aguantarán. Si no saben evolucionar, se enfrentarán a un problema cada vez mayor”.

Schwab se refiere en concreto a que tendrán que ser mucho más flexibles en su regulación. “Los sistemas actuales de las políticas públicas son muy diferentes de los de la segunda revolución industrial, cuando las decisiones después de emplear el tiempo preciso para estudiar un tema específico y desarrollar la respuesta necesaria o el marco normativo adecuado. Todo el proceso fue diseñado para ser lineal y mecanicista, siguiendo un enfoque de arriba hacia abajo. Pero este enfoque ya no es factible. Teniendo en cuenta el rápido ritmo de la cuarta revolución industrial y de sus impactos, los legisladores y los reguladores están siendo desafiados en un grado que carece de precedentes y en su mayor parte están demostrando ser incapaces de hacerle frente”. La solución, según Schwab, implica que los reguladores se adapten continuamente a este nuevo entorno en evolución continua y se reinventen a sí mismos, para lo que tendrán que colaborar estrechamente con las empresas y la sociedad civil.

Los mayores beneficiarios de la revolución industrial que llega serán los accionistas, los inversores, y los proveedores de capital intelectual a los innovadores

El futuro del trabajo

El tercer terreno que veremos radicalmente alterado es el del empleo, ya que la revolución anunciada producirá una mayor desigualdad, “dado su potencial para perturbar el mercado de trabajo”. La automatización sustituirá gran parte de la mano de obra, lo que “aumentará la brecha entre los rendimientos del capital y los del trabajo”. O quizá no, y “en conjunto, exista un aumento neto de puestos de trabajo seguros y gratificantes”. De lo que sí está seguro es de que el mercado laboral será cada vez más dual, con el sector "baja cualificación / bajos salarios" por un lado y el de "de alta capacidad / alta remuneración" por el otro, lo que dará lugar a un aumento de las tensiones sociales. “El resultado es un mercado de trabajo con una fuerte demanda en los extremos altos y bajos, pero un vaciamiento del centro”.

La necesidad de adaptación debilitará aún más el poder de los estados nación, que tendrán que ser más flexibles a las necesidades del sector privado

En este nuevo terreno bifurcado, aparecen unos claros ganadores: “los mayores beneficiarios de la revolución industrial que llega serán los accionistas, los inversores, y los proveedores de capital intelectual a los innovadores, lo cual explica la creciente brecha de riqueza entre los dependientes del capital y los del trabajo”.

En definitiva, el diagnóstico del presidente ejecutivo de Davos señala tres puntos cruciales: la aceleración provocará una disrupción notable que se dejará sentir en los modelos de negocio (con las nuevas empresas luchando contra las viejas), la necesidad de adaptación debilitará aún más el poder de los estados nación, que tendrán que ser más flexibles a las necesidades del sector privado y de los ciudadanos y el mercado del trabajo se dualizará. Esas son las claves del mundo que está llegando.

En Davos suele haber mucho análisis, muchos discursos y pocas certezas: hay planes, hay estrategia, hay lecturas sobre el presente y sobre el futuro, pero escasas certidumbres. En esencia, lo que vienen afirmando es que el mundo es incierto, que lo que sirve para hoy, mañana por la mañana puede haber quedado obsoleto, y que debemos lidiar con cambios que todavía no hemos acertado a definir. Pero, en ese contexto, hay una cosa que sí tienen muy clara: hemos entrando en una revolución tecnológica que va a alterar radicalmente nuestra forma de vivir, trabajar y relacionarnos: la cuarta revolución industrial.

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