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“A los europeos les asusta su decadencia y los refugiados son un buen chivo expiatorio”
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ENTREVISTA CON NATHANAËL MOLLE

“A los europeos les asusta su decadencia y los refugiados son un buen chivo expiatorio”

El emprendedor social Nathanaël Molle dirige una organización que trabaja para integrar a los refugiados en el mercado laboral. Su situación, explica, no podría ser más complicada

Foto: El emprendedor Ashoka Nathanaël Molle. (SINGA)
El emprendedor Ashoka Nathanaël Molle. (SINGA)

Sólo unos días después de los ataques de París, un grupo de ciudadanos franceses se reunió con varios refugiados parta mantener una charla sobre solidaridad. “Fue un momento muy bonito”, asegura a El Confidencial Nathanaël Molle, emprendedor Ashoka y fundador de Singa, una organización que trabaja para ayudar a los refugiados a empezar una nueva vida en su país de acogida.

El éxodo de ciudadanos sirios y los atentados han llevado la problemática de los refugiados a primera plana, pero Molle y su socio Guillaume Capelle llevan años trabajando con ellos y saben perfectamente que el problema, aunque haya aumentado sigue siendo el mismo.

“Durante nuestra vida habíamos conocido a un buen número de refugiados que pese a su talento, experiencia y ganas de trabajar eran tratados como ciudadanos de segunda y no se les daba la oportunidad de contribuir”, explica Molle. “La situación no sólo es muy difícil para los refugiados que ya han pasado por circunstancias extremadamente duras, también es una oportunidad que los países de acogida están perdiendo para aprovechar las habilidades y experiencia que traen con ellos”.

Molle y Capelle lo vieron claro: “Después de volver de nuestras primeras experiencias en el extranjero (yo en Marruecos y él en Australia) nos dimos cuenta de que había una necesidad real de innovación en el sector del asilo, particularmente en la cuestión de la integración, que la mayoría de políticos han ignorado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial”.

La mejor forma de integrar a los refugiados es darles un trabajo en el que puedan desarrollar sus habilidades profesionales

La situación de Francia es, además, especialmente delicada. Y no por los atentados. El país sufre un claro problema de integración que viene de largo. El Hexágono acoge actualmente a 200.000 refugiados pero sólo 10.000 obtienen el estatus legal de asilo al año. Esto es un grave problema, pues mientras esperan sus papeles (que en ocasiones tardan años) no pueden trabajar, lo que les condena irremediablemente a la exclusión. No es descabellado asegurar que los refugiados viven en guetos: el 40% de los peticionarios de asilo de la Île-de-France (el área metropolitana de París) reside en el pueblo de Seine St Denis, el mismo que protagonizó los disturbios de 2005.

La opinión que muchos de los franceses tienen sobre los refugiados tampoco ayuda. “Durante los últimos 40 años el discurso público de nuestras sociedades ha retratado a los refugiados de forma negativa”, explica Molle. “Los refugiados no sólo son percibidos como incapaces de traer 'algo bueno' a nuestras sociedades, también se presentan como 'mentirosos', 'pobres', 'costosos para nuestra nación', y como 'ladrones de trabajo'. La noción de que los refugiados son personas que se han visto obligadas a huir de sus países porque eran perseguidos y no han optado por abandonar sus hogares, seres queridos y carreras de forma voluntaria, está casi completamente enterrada bajo un montón de discursos erróneos y estigmatizantes”.

Una nueva oportunidad

En opinión de Molle, la mejor forma de integrar a los refugiados y aprovechar todo su potencial es darles un trabajo en el que puedan desarrollar las habilidades profesionales que traen de sus países de origen, que por lo general son mucho más avanzadas de lo que solemos creer. Y a esto se dedica su organización, que cuenta con cientos de embajadores que ayudan a los refugiados a encontrar un empleo o inaugurar pequeños negocios.

“La idea de Singa es ayudar a los refugiados a tener un proyecto profesional que les sirva de herramienta en su proceso de integración”, explica Molle. “Por ejemplo, si un refugiado quiere montar una tienda le ofrecemos clases de francés específicas, con vocabulario de ventas, y le ayudamos a elaborar un plan de negocio. También conocerá a otros emprendedores de nuestra comunidad con experiencias similares y podrá hacer prácticas en empresas colaboradoras”.

La idea de Singa es ayudar a los refugiados a tener un proyecto profesional que les sirva de herramienta en su proceso de integración

Este proceso, explica el emprendedor social, no sólo ayuda a que el refugiado encuentre trabajo, también logra que la sociedad cambie su opinión sobre él: “Ya no será visto como un refugiado, sino como un miembro activo de la sociedad que quiere hacer una contribución a su país de acogida, un imagen poderosa que contradice la percepción actual de su colectivo”.

La integración, asegura Molle, no es sólo responsabilidad de los emigrantes, algo que dan por hecho aquellas persona que pronuncian aquello de “vienen a nuestro país, así que es su trabajo hacer lo que tengan que hacer para integrarse”. En opinión del emprendedor, las personas que piensan así no han viajado mucho y, desde luego, no han vivido en un país extranjero.

“La integración es una relación intercultural que requiere aceptación, diálogo y colaboración”, explica. “También es algo que lleva tiempo y ese, creo, es uno de los principales problemas. Los resultados de una buena integración no son importantes para la mayoría de políticos que están más interesados por las decisiones cortoplacistas que pueden influir en su relección. Nos tenemos que dar cuenta de que dejar nuestros problemas a las generaciones y el gobierno siguiente no es una forma viable de construir una sociedad”.

Vida después del desastre

En junio Molle inauguró una nueva incitativa, la plataforma CALM, que busca encontrar a personas dispuestas a acoger a refugiados en sus casas. Desde su lanzamiento, 12.000 hogares de toda Francia se han ofrecido como casas de asilo, y los perfiles de voluntarios son de todo tipo: parados, profesores, policías, jueces, médicos…

Tras los atentados de París era de esperar que el número de personas dispuestas a meter a un refugiado en casa disminuyera pero ha ocurrido todo lo contrario. “La gente que no quiere recibir refugiados son las mismas personas que antes de los ataques”, explica Molle. “De hecho, creo que ahora los franceses sienten una conexión real con los refugiados, pues han podido ser testigos por una noche de lo que muchos refugiados de Siria, por ejemplo, estaban viviendo todos los días”.

Sólo esperemos que estos atentados no hagan la vida de los refugiados más difícil en el frente administrativo

El emprendedor también ha sido testigo de un curioso fenómeno: “Una de las cosas que hemos visto es la increíble solidaridad que los refugiados que viven en Francia han mostrado hacia los franceses. Muchos de ellos, en realidad, se han visto afectados por los acontecimientos de la misma manera que cualquiera de nosotros”.

Molle no desconfía de la gente dispuesta ayudar, pero es consciente de que los atentados pueden empeorar la situación en otros frentes: “Sólo esperemos que estos atentados no hagan la vida de los refugiados más difícil en el frente administrativo. El proceso de asilo ya es bastante difícil y por lo general traumático para muchos refugiados. Esperemos que no sea aún peor”.

Sería fácil culpar a los políticos de todos los fallos en la política de integración pero, al final, como explica el emprendedor, estos sólo evitan tomar medidas impopulares que les quiten votos, y mientras la gente piense que los emigrantes vienen a quitarnos el trabajo –una idea que contradice todos los estudios que se han realizado sobre la cuestión– la cosa no va a mejorar.

¿Es Europa racista? “No creo que la mayoría de europeos lo sean”, explica Molle, “pero a la mayoría les asusta su futuro. Encontrar chivos expiatorios para la 'decadencia' que percibimos es una solución fácil. La solución más difícil, pero al mismo tiempo viable sería aceptar el desafío y trabajar con cualquiera que sienta que nuestras sociedades necesitan ser más fuertes, y esto incluye a los refugiados que ponen su experiencia, habilidades y talento sobre la mesa”.

Sólo unos días después de los ataques de París, un grupo de ciudadanos franceses se reunió con varios refugiados parta mantener una charla sobre solidaridad. “Fue un momento muy bonito”, asegura a El Confidencial Nathanaël Molle, emprendedor Ashoka y fundador de Singa, una organización que trabaja para ayudar a los refugiados a empezar una nueva vida en su país de acogida.

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