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Los 11 signos que delatan que alguien miente
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SEGÚN LA PSICÓLOGA LILLIAN GLASS

Los 11 signos que delatan que alguien miente

Muchas organizaciones como el FBI recurren a expertos psicólogos para identificar a los mentirosos que dan falso testimonio. Lillian Glass es una de ellas y explica qué gestos delatan a un embaucador

Foto: No creas todo lo que te cuenten: a los mentirosos no les crece la nariz. (iStock)
No creas todo lo que te cuenten: a los mentirosos no les crece la nariz. (iStock)

Desde hace décadas conocemos gracias a la cultura popular un puñado de signos que en teoría te permiten saber que alguien está mintiendo. Muchos nos sonarán: bajar la vista, tocarse la nariz, cruzar las piernas, etc., muchas de ellas importadas del vídeo en el que Bill Clinton negaba toda relación con Monica Lewinsky, un clásico del género. Y aunque cada vez haya menos consenso al respecto, muchas organizaciones siguen recurriendo al análisis de los gestos para averiguar si alguien dice la verdad o no.

Hay algo que está fuera de toda duda, como recuerda la psicóloga Lillian Glass: mentir supone realizar un esfuerzo consciente por no dejarnos llevar y revisar constantemente nuestras palabras y actos para evitar que estos nos traicionen. En definitiva, comportarnos de forma muy poco natural, puesto que la espontaneidad sólo nos puede conducir al fracaso. Glass, analista del comportamiento que ha colaborado con el FBI como Agente Especial y ha publicado algunos superventas del género como Hombres tóxicos (Paidós Iberia), expone en El lenguaje corporal de los mentirosos (Career Press) algunos de los gestos que suelen delatar a aquellos que engañan.

Están rígidos

Mentir, como hemos explicado, nos obliga a ejercer un gran autocontrol sobre nuestro cuerpo, una prolongación del dominio exhaustivo sobre todo lo que decimos. De ahí que, al contrario de lo que muchos piensan, los mentirosos suelan presentar una apariencia rígida. Al fin y al cabo, es cuando estamos relajados cuando más solemos movernos y gesticular, puesto que es algo que hacemos de forma inconsciente. Glass también sugiere que puede deberse a que esta posición prepara al cuerpo para combatir en caso de que el mentiroso sea descubierto.

Repiten palabras y frases

Hagamos la prueba. Si se nos pregunta por lo que hicimos ayer, y esto es confesable, explicaremos con sencillez y naturalidad lo ocurrido. Si nos lo inventamos, lo más probable es que establezcamos un discurso cerrado y memorizado para evitar caer en ninguna inconsistencia. Al mismo tiempo, la repetición de palabras ayuda a uno mismo y a los demás a convencerse de que lo que dice es verdad. Seguimos pensando que, como señala la frase tradicionalmente atribuida a Joseph Goebbels, “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”.

Dan mucha información

Una variante del punto anterior, y que quizá podría resumirse con el adagio latino excusatio non petita, accusatio manifesta. Conscientes de que las historias demasiado esquemáticas pueden parecer sospechosas, los mentirosos tienden a adornar su discurso con toda clase de detalles que nadie les ha pedido en un intento desesperado por conseguir credibilidad. Al mismo tiempo, muchos mentirosos suelen mostrarse muy colaborativos porque de esa manera consideran que los demás creerán en ellos. ¿Por qué iba a mentir yo, si te estoy dando toda la información que necesitas y más?

Una reacción natural del cuerpo cuando sufre estrés es la reducción del flujo de saliva de nuestra boca

Señalan

Es muy sencillo, y nos ocurre a todos: cuando nos ponemos a la defensiva, empezamos a atacar a las personas que nos acusan, muchas veces incluyendo gestos como señalar con nuestros dedos. Algo parecido ocurre con los mentirosos, que intentan desviar la atención de su discurso fijando la atención en ti. “Sí, vale, he mentido, ¡pero tú más!”

Miran fijamente

La sabiduría popular cree que la mirada del mentiroso es escurridiza. Sin embargo, Glass explica que en esa panoplia de gestos pocos naturales se incluye la mirada fija en el interlocutor, como ocurre con Bernard Madoff. “Como la mayor parte de mentirosos, intentaba compensar mirando a la gente más tiempo de lo normal, a menudo sin pestañear en intervalos regulares”, explica. ¿Por qué? Porque, al parecer, es una mirada intimidatoria y controladora. Es decir, en lugar de admitir que lo dicho es mentira, se opta por amedrentar al que esté tentado por llevarnos la contraria.

Se les seca la boca

Una reacción natural del cuerpo cuando sufre estrés es que el sistema nervioso reduce el flujo de saliva de nuestra boca, y pocas cosas hay más estresantes que mentir, sobre todo si la comparecencia se alarga. Glass explica que al revisar muchas declaraciones de falsos testimonios, se puede apreciar cómo los mentirosos tienen cada vez más problemas al hablar, algo que puede hacer que pidan continuamente agua.

Mueven mucho la cabeza

Otro movimiento poco natural, que seguramente el mentiroso exagerará para mostrar que está muy interesado en lo que dices y que, por lo tanto, es digno de tu confianza. Glass explica que a menudo el balanceo o giro de cabeza antecede al momento en el que se responde a una pregunta directa.

Su respiración cambia

Muchos de los gestos que hemos listado aquí no pueden considerarse instintivos, ya que en realidad son consecuencia de estar interpretando a un personaje llamado “Tipo Muy Sincero Que Siempre Dice La Verdad”. No es el caso de este, una reacción fisiológica habitual cuando estamos mintiendo, y que puede ir acompañada de un tono de voz más titubeante y un encogimiento de hombros, consecuencia del cambio en el pulso del que lo hace.

La garganta, el pecho, el cuello, la cabeza o el abdomen son algunas de las regiones del cuerpo manoseadas con frecuencia por aquellos que mienten

Se tapan la boca

Sigmund Freud probablemente tendría mucho que decir acerca del gesto de taparnos la boca cuando lo que decimos no es cierto y de qué manera eso parece intentar contener la mentira en nuestro interior. Según Glass, se trata de un gesto habitual entre los embaucadores, probablemente instintivo. El español tiene una expresión que resume bien este gesto: decir algo con la boca pequeña, o lo que es lo mismo, prometer algo que no se pretende cumplir o que no es verdad.

Mueven los pies

Uno de esos gestos tradicionales que es también incluido en la guía de Glass. No hay signo más revelador del nerviosismo que balancear las piernas o mover los pies, dos zonas del cuerpo que suelen permanecer fuera del alcance de la visión del interlocutor. Es un gesto que da a entender el pensamiento opuesto al de estar rígido: que el que mueve los pies está deseando salir por patas cuanto antes.

Se tocan partes del cuerpo vulnerables

La garganta, el pecho, el cuello, la cabeza o el abdomen son algunas de las regiones del cuerpo que según Glass son manoseadas con frecuencia por aquellos que mienten. Aunque no explica exactamente por qué se produce (¿un reflejo de protección ante el ataque de los demás?), la psicóloga señala que este gesto es muy habitual en los testimonios falsos, especialmente el de cubrirse la garganta.

Desde hace décadas conocemos gracias a la cultura popular un puñado de signos que en teoría te permiten saber que alguien está mintiendo. Muchos nos sonarán: bajar la vista, tocarse la nariz, cruzar las piernas, etc., muchas de ellas importadas del vídeo en el que Bill Clinton negaba toda relación con Monica Lewinsky, un clásico del género. Y aunque cada vez haya menos consenso al respecto, muchas organizaciones siguen recurriendo al análisis de los gestos para averiguar si alguien dice la verdad o no.

Sigmund Freud FBI Bernard Madoff
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