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¿Es moral salvar la vida a este pobre perro? ¿O es mejor dejar que se muera?
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EL “MEJOR BIEN” DEL UTILITARISTA PETER SINGER

¿Es moral salvar la vida a este pobre perro? ¿O es mejor dejar que se muera?

El autor de "Liberación animal", uno de los libros más influyentes en el ámbito de los Derechos de los animales, anima en su último trabajo a aplicar los principios utilitaristas al salvar a los seres vivos

Foto: Si no hacemos nada, este perro será sacrificado... ¿O no? (iStock)
Si no hacemos nada, este perro será sacrificado... ¿O no? (iStock)

¿Qué clase de persona aceptaría sin más la muerte del animal que ilustra este artículo si estuviese en su mano impedirla? Virtualmente, nadie. Hemos visto su rostro, sus ojos suplicantes, su bonito pelo. Podría haber sido la mascota de la infancia de cualquiera de nosotros así que, al igual que hacemos con todos los animales cuyas fotografías se difunden por la red, haríamos todo lo posible para que fuese adoptado. Cualquier cosa por salvarle de una muerte segura. Sin embargo, hay quien argumenta que estamos siendo injustos. Cada día mueren miles de animales en todo el mundo en circunstancias mucho peores, y no hacemos nada por ellos. ¿Por qué deberíamos olvidarnos de estos y centrarnos en el perro de la foto, cuya instantánea, por cierto, está tomada de una agencia de fotografías?

Es la misma pregunta que se hace Peter Singer en su último libro, The Most Good You Can Do. How Effective Altruism is Changing Ideas About Living Ethically (Yale University Press), algo así como “El mejor bien que se puede hacer. Cómo el altruismo eficaz está cambiando nuestras vidas para vivir éticamente”. En él, el filósofo australiano de la escuela utilitarista se centra en esta clase de filantropía, aquella que se rige ante todo por el pragmatismo, y no deja que los sentimientos se crucen en su camino. Debido a que no se puede salvar a todos los animales del mundo a la vez, debemos realizar diversos cálculos (morales y económicos) que maximicen nuestras inversiones altruistas.

Esto afecta, por ejemplo, a las organizaciones no gubernamentales que protegen a los animales, pero también a nosotros mismos. Debemos desterrar todo nuestro sentimentalismo y decantarnos por aquellas propuestas capaces de demostrar que son más eficaces que su hipotética competencia, puesto que un euro malgastado es un euro que podría haber servido para salvar a otro ser. El autor de Liberación animal, el clásico de 1975 que condenaba el especismo o discriminación de los seres vivos por pertenecer a determinada especie, señala que ello implica necesariamente la creación de jerarquías y preferencias que optimicen nuestras inversiones.

¿Qué sufre más, un perro o veinte pollos?

En un fragmento del libro publicado en Salonque se pregunta lo mismo que el titular de este artículo,el autor recoge las opiniones de Melissa Berman, la presidenta y CEO de Rockefeller Philanthropy Advisors, una de las grandes organizaciones filantrópicas del mundo, y que coincide con el pensamiento utilitarista del autor. Como explica, la mayor parte de las esfuerzos e inversiones económicas se centran en rescatar y cuidar a mascotas, aunque estas representan una parte ínfima de la cantidad de animales que sufren y mueren. En Estados Unidos, hay 164 millones de gatos y perros, y tan sólo una pequeña parte de ellos son maltratados o abandonados. Por el contrario, cada año 9.000 millones de animales son criados con fines alimentarios en dicho país.Una diferencia de 54 a 1agravada aún más por las diferencias en la vida de los animales de matadero y las mascotas.

Singer se lamenta de que demasiadas organizaciones se centran en el cuidado de las mascotas mientras que muy pocas lo hacen con los animales de granja

Singer enumera las crueldades que deben afrontar día tras día muchos de estos seres vivos: algunos animales, como los pollos, mueren asesinados por otros de su misma especie simplemente porque viven tan apretados que no pueden escapar a sus ataques; otros mueren porque sus piernas se rompen al no poder aguantar el sobrepeso causado por su alimentación, lo que impide que puedan alimentarse; además, una parte del ganado muere al ser transportado.

El número de todos estos animales que ni siquiera pueden disfrutar de un sacrificio realizado según la ley, sino que mueren antes, es astronómico. Según los datos proporcionados por el investigador de la Universidad de Drexel y responsable de Counting Animals Harish Sethu,139 millones de pollos fallecen antes de ser sacrificados en Estados Unidos, normalmente por hambre, aplastamiento, accidentes o víctimas de la violencia de otros animales. Singer se lamenta de que demasiadas organizaciones se centran en el cuidado de las mascotas mientras que muy pocas lo hacen con los animales de granja, sobre todo atendiendo a las cifras económicas: mientras que el rescate de un perro o un gato suele costar miles de euros, consumir menos carne resulta mucho más barato y más útil que rescatar una por una a estas mascotas.

El valor de una vida animal

El libro de Singer aborda estas cuestiones desde el punto de vista de la ética utilitaria, y concluye que, por mucho que nos duela, debemos hacernos preguntas que nos saquen de nuestra complacencia y guíen nuestra acción para que esta sea más eficaz. Una de ellas es ¿sufren los animales tanto como los humanos? Otra, de índole moral, es: si un animal sufre tanto como un humano, ¿deberían importarnos por igual elsufrimiento de ambos? A pesar del polémico enfoque de Singer, este tiene clara la respuesta a dicha pregunta: sí, puesto que considerar de menor importancia el bienestar animal frente al humano es la expresión más clara del especismo, algo tan discriminatorio para el autor como el sexismo o el racismo.

Muchos de los que consideran que los animales no deberían tener los mismos derechos que el hombre se escudan en que estos no son conscientes, racionales, autónomos, ni capaces de actuar con reciprocidad, explica el autor. Pero Singer recuerda que cualquier ser humano, dadas las circunstancias, puede encajar en esas categorías, y no por ello consideraríamos que tiene menos derechos. El autor señala cómo, ante las constantes dudas sobre la utilidad de nuestras acciones, los altruistas eficaces han llegado a la conclusión que la mejor forma de filantropía es reducir el sufrimiento animal, puesto que es la manera más barata y efectiva de marcar la diferencia, especialmente si nos centramos en reducir o eliminar el consumo de carne animal.

La organización Animal Charity Evaluators estima a tal efecto que evitar el sufrimiento de un animal cuesta al año unos 0,63 dólares en publicidad física basada en pasquines, 0,49 con publicidad en internet, cifras que obtiene a partir del coste de dichas campañas publicitarias, el impacto de las mismas, el número de granjas y la demanda de productos animales. Una cifra lo suficientemente baja como para preguntarse: ¿por qué no? Además, señala Singer, hay otra muy buena razón para reducir el sufrimiento animal: según los cálculos del altruista eficaz Ben West, si queremos combatir el cambio climático resulta más útil dar nuestro dinero a las organizaciones veganas y vegetarianas que a aquellas que apuestan por la reducción en las emisiones de dióxido de carbono.

¿Qué clase de persona aceptaría sin más la muerte del animal que ilustra este artículo si estuviese en su mano impedirla? Virtualmente, nadie. Hemos visto su rostro, sus ojos suplicantes, su bonito pelo. Podría haber sido la mascota de la infancia de cualquiera de nosotros así que, al igual que hacemos con todos los animales cuyas fotografías se difunden por la red, haríamos todo lo posible para que fuese adoptado. Cualquier cosa por salvarle de una muerte segura. Sin embargo, hay quien argumenta que estamos siendo injustos. Cada día mueren miles de animales en todo el mundo en circunstancias mucho peores, y no hacemos nada por ellos. ¿Por qué deberíamos olvidarnos de estos y centrarnos en el perro de la foto, cuya instantánea, por cierto, está tomada de una agencia de fotografías?

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