El experimento que muestra lo que ocurre si una mujer sale con un gran escote a la calle
“Una miradita furtiva, que no me van a pillar”; “total, si van así, es para que las miren”; “ójala yo las tuviese así” o “hay que ser fresca”. Meras excusas para mirar
“Una miradita furtiva, que no me van a pillar”. O “total, si van así, es para que las miren”. Pero también “ójala yo las tuviese así” o “hay que ser fresca”. Muchas son las disculpas que tanto hombres como mujeres inventamos en el día a día para justificar que estamos mirando el escote a una mujer y, de esa manera, violentando su espacio. El mero hecho de que nadie, salvo los más maleducados, observe detenidamente dicha parte del cuerpo femenino es un buen signo de que, cuando lo hacemos, nos sentimos culpables. Como también es evidente que al observar el rostro o el pelo, algo tampoco aceptable pero menos tabú, nos permitirnos detenernos más tiempo.
Un nuevo experimento publicitario pone de manifiesto que, como sospechábamos, el escote de una mujer es el centro de muchas miradas en el autobús, en el metro, en la calle, en los restaurantes, en la cafetería, en la oficina, en las reuniones con clientes, en el ascensor y en el propio hogar. Es lo que pone de manifiesto una cámara oculta en el sujetador de una treintañera que se pasea por todo Londres a lo largo de una jornada entera, que contabiliza hasta 36 miradas furtivas. La campaña, que ha sido realizada por Nestlé, tiene como objetivo concienciar a las mujeres para que revisen sus pechos frente al espejo periódicamente para detectar a tiempo un posible cáncer de mama.
El claim de dicha campaña es “Your breasts are checked out every day, so when was the last time you checked your own?”, algo así como “tus pechos son chequeados todos los días, ¿cuándo fue la última vez que chequeaste los tuyos?” No sabemos si servirá para aumentar el número de revisiones, pero desde luego, tanto hombres como mujeres se sentirán un poco más cohibidos la próxima vez que se sientan con el derecho de mirar en balcón ajeno.
Si algo se desprende del itinerario de esta mujer es que ambos sexos se reparten por igual el total de miradas a lo largo del día, alrededor de 1,5 a la hora (teniendo en cuenta que el vídeo refleja sólo una pequeña fracción de la jornada). Entre las miradas abundan las realizadas de soslayo, con media sonrisa o cara de estupefacción o, mejor aún, sin cambiar la expresión facial. Muchas de ellas proceden de personas que simplemente se cruzan con la portadora de la cámara y, sin quererlo, su atención. Malas noticias: si algo se pone de manifiesto en la grabación es que es muy fácil pillar al mirón.
Tan sólo se puede especular sobre lo que pasa por las cabezas de las mujeres que miran a la joven. ¿Desaprobación? ¿Envidia? Seguramente un mero despiste aunque, curiosamente –o no– detienen su mirada más que los hombres, quizá porque no se sienten tan agresoras como uno de ellos. Hay algo de truco, claro. No se trata de un escote recatado, y si bien no resulta vulgar, tampoco pasa desapercibido. Y, como sabemos, tendemos a percibir tan sólo aquello que se escapa a lo común o que no esperaríamos encontrarnos. De ahí que, probablemente, la atención que recibe el escote rojo de la protagonista del spot no se deba únicamente a que se trate de sus pechos, sino a que los descubre más que la media. Al fin y al cabo, también se contabilizan las inocentes miradas de un perro y un niño en el cómputo general.
No hace falta recordar que, al menos desde el siglo XX, los pechos femeninos son quizá la parte de la anatomía femenina que más atención recibe por parte de los hombres. Algunas teorías evolucionistas, como la defendida por Larry Young de la Universidad de Emory, señalan que su masajeo provoca la liberación de oxitocina en el cerebro de la mujer, lo que provocaría que aumentase su deseo sexual Sea como sea, aún es un misterio cómo dicha acumulación de grasas, ligamentos, tejidos conjuntivos y lóbulos mamarios puede traer tan de cabeza a millones de hombres –y reclamar la atención de mujeres– cada día, hasta tal punto que son capaces de llamar nuestra atención como si fuesen un cartel luminoso y no seamos de controlar nuestras pupilas.
“Una miradita furtiva, que no me van a pillar”. O “total, si van así, es para que las miren”. Pero también “ójala yo las tuviese así” o “hay que ser fresca”. Muchas son las disculpas que tanto hombres como mujeres inventamos en el día a día para justificar que estamos mirando el escote a una mujer y, de esa manera, violentando su espacio. El mero hecho de que nadie, salvo los más maleducados, observe detenidamente dicha parte del cuerpo femenino es un buen signo de que, cuando lo hacemos, nos sentimos culpables. Como también es evidente que al observar el rostro o el pelo, algo tampoco aceptable pero menos tabú, nos permitirnos detenernos más tiempo.
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