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Ya no quedan mujeres de esta clase: Mariana Pineda, orfebre de la libertad
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UN MOTIVO DE ORGULLO PARA ESPAÑA

Ya no quedan mujeres de esta clase: Mariana Pineda, orfebre de la libertad

El siglo XIX español es probablemente el más trágico de toda nuestra historia. De entre las oscuridades, surgió una figura iluminadora: Mariana Pineda

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Quien para otro cava una zanja, también acabará ocupándola.

Fiodor Dostoyevski

El siglo XIX español es probablemente el más trágico de toda nuestra historia. Si sumamos a las Guerras Carlistas, la Guerra de la Independencia, las trifulcas en las Colonias americanas, el corta y pega del desastre de Cuba y Filipinas, más de un centenar de golpes de estado, y si a estoañadimos los miles de españoles que murieron en guerras fraticidas, estaríamos hablando de más de 300.000 caídos en las Guerras Carlistas, y otros 500.000 en la Guerra de la Independencia. Nada de lo que enorgullecerse. Demasiados muertos para un país en caída libre y ningún líder capaz en la dirección, en definitiva, un siglo terrible y no seria el único.

Después del trienio liberal, vendría a partir de 1823 la década ominosa. Durante dos lustros se implantaría una década de horror auspiciada y promovida por el aberrante Fernando VII, que no repararía en perseguir a todos aquellos que mentaran la constitución y para ello no repararía en medios. Los paredones eran repintados una y otra vez con cal para subsanar el triste efecto estético de tanta sangre estallada contra sus muros.

El 1 de setiembre de 1804, fue un año en el que se produjo en Granada un terrible temblor de tierra, y también fue el año en que la tierra alumbró un motivo de orgullo para la larga lucha por la consecución de las libertades en este país. Había nacido Mariana Pineda.

Una heroína del siglo XIX

Aquel alambicado laberinto político que éramos hace más de doscientos años, nos ha legado el testimonio de dignidad de esta heroína que se enfrentó con una de las formas más trágicas de gobierno que hemos tenido que padecer por estas latitudes.

Su poco convencional comportamiento despertaría la atención de un envidioso encargado de la represión en Granada

Fernando VII, era rey de escasa capacidad mental, amanerado , ligero de memoria y con habilidades mercantiles a nivel de zoco, que como mucho, no daban más que para un doctorado en trapicheo. Pretendía que el país volviera a la Edad Media a la velocidad de la luz y sin ensayos en el túnel de viento. Era adicto al artículo 33. Le gustaban las componendas con desmesura y todo lo que se movía a su alrededor tenía un valor de trueque, sin importarle si mas allá había criaturas con un perfil similar al suyo. De escasa entidad de imagen y apocado, era un crápula irredento e irrecuperable.

Además, para empeorar las cosas, era bastante poco apreciado, dado los enormes esfuerzos que invertía para no caer bien a nadie, habida cuenta su probada incompetencia para dirigir un reino y porque parecía que ese era su único ejercicio y meta en la vida, no dar pie con bola y mear fuera de tiesto permanentemente. Menudo elemento el mendaz Fernando VII.

El caso es que entre los múltiples agraviados que había conseguido cosechar, había uno muy particular allá por la parte sur del reino, que le estaba creando un buen quebradero de cabeza.

Mariana Pineda era un personaje con bastante entidad como para pasar a la historia por derecho propio y dejar un mensaje que perdurara hasta nuestros días. Pero su poco convencional comportamientodespertaría la atención de un envidioso encargado de la represión en Granada; un tal Ramón Pedrosa, esbirro oficial del reino con plenos poderes. Era una mezcla de Fouchet y Quasimodo.

placeholder Mariana Pineda, imaginada por Juan Antonio Vera Calvo, 1862.

Banderas y calabazas tamaño king size

Mariana Pineda estaba creando una forma de conciencia en el pueblo, que había que ocultar al respetable, no fuera a ser que se acostumbrara a lo bueno y eso creara tendencia. Este enorme personaje andaluz y granadinofue sacrificado en aras de la libertad por los defensores del concepto de la “caverna” a ultranza. Su lucha no es otra que la representación del pueblo llano, que es el que pone siempre la carne en el asador.

Pineda era una mujer muy bella y eso pudo decantar su final

El casoes que a esta incómoda mujer que tenía alterada a la policía local, se la acusaría de confeccionar una bandera que, por demás, estaba prohibida por ser sediciosa a los ojos de aquella autoridad, cuyo objetivo no era otro que el de perseguir a los librepensadores ilustrados que pretendían ni más ni menos que orientar el pensamiento nacional hacia nuevos horizontes. Era la parte débil de una estructura de liberales que buscaban denodadamente lo mejor para el país, pero que tenían enfrente al que posiblemente haya sido el más impresentable monarca que haya hollado estos pagos.

Es más que probable que el alcalde del crimen para la jurisdicción granadina, Ramón Pedrosa, la pretendiera y al llevarse unas calabazas de tamaño king size, actuara contra ella por despecho, como así lo demostraría durante el juicio su abogado.

Todo giraba en torno a una supuesta conspiración liberal para derrocar al infumable. Por ello, los voluntarios reales,una especie de policía con plenos poderes para hacer averías a diestro y siniestro con carta blanca a la vista,no reparaban en esfuerzos para hacer cantar a cualquiera que se pusiera a tiro.

Un mortal delirio alucinatorio

Mariana Pineda era sólo una mujer que hacia su trabajo de correo, entre los distintos grupúsculos que configuraban aquel mosaico de perseguidos liberales seguidores de La Pepa. Ni más, ni menos. Había facilitado fugas, entregado misivas en barras de pan, y su discreción era proverbial. Además, era una mujer muy bella y esopudo decantar su final, ya que para más de uno, tenerla en exclusiva era una cuestión casi de honor; enredos en su entorno no faltaban, ni galanes que la quisieran cortejar. No es de extrañar que el cabreado alguacil de Granada,Ramón Pedrosa, hiciera tanto énfasis en politizar algo que tenia otros matices más personales. La bandera, parece ser que no era tal, sino una confección al uso para el balbuceante movimiento francmasón de la época y a la que se le ha dado una transcendencia quizás exagerada por lo que encierra de simbolismo.

Tras varias exhumaciones, sus restos permanecen bajo una sencilla lápida en la catedral de Granada

Un juicio sin garantías y muy endeble procesalmentetenia todos los visos de condena anunciada; pues el rey piltrafilla había dejado claro que no quería que prosperaran aquella patulea de pensadores en “su“ reino; lo que a la postre daría al traste con la vida de aquella valerosa mujer.

Para mayor escarnio, esta íntegra criatura sería llevada al convento de Santa María, donde sólo daban alojamiento y no precisamente como invitadas, a las mujeres descarriadas o de vida licenciosa. La idea no era otra que la de ablandarla, pero por mucho celo que pusiera la autoridad, no conseguirían doblegarla.

Una temprana mañana, la desconsolada sor Agustina,una monja menuda del convento en que la cautiva esperaba su transito, conocedora de la terrible infancia de su protegida Mariana y del destino que la aguardaba, le imploró que renunciara a su terca postura sin éxito. En un primaveral día de mayo del año 1831, fue alzada a un carro de labranza para ser más tarde ajusticiada por los que sólo aman la oscuridad.

Su primer biógrafo (y amante), José de la Peña, que llegaría a ser ministro de Hacienda con la ínclita Isabel II, probaría que la presunta bandera no era otra cosa que un delirio alucinatorio de sus detractores y acusadores, que estaban más en la busca y captura de medallas que por la labor de plasmar la verdad.

Tras varias exhumaciones, sus restos permanecen bajo una sencilla lápida en la catedral de Granada, mientras su memoria tiene un espacio propio allá donde se encuentre la Utopia.

A Mariana Pineda, orfebre de la libertad, con agradecimiento.

In memoriam.

Quien para otro cava una zanja, también acabará ocupándola.

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