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Qué ocurre cuando las mamás se encuentran en la puerta del colegio
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de la traición a la amistad duradera

Qué ocurre cuando las mamás se encuentran en la puerta del colegio

Desde la plaza del pueblo hasta el parque del barrio, existían una serie de lugares en los que todo el mundo se cruzaba en algún momento.

Foto: La escritora británica Gill Hornby.
La escritora británica Gill Hornby.

Desde la plaza del pueblo hasta el parque del barrio, existían una serie de lugares en los que todo el mundo se cruzaba en algún momento. Eran espacios de socialización: los niños jugaban con otros niños, los adultos conversaban, las distintas generaciones se interrelacionaban y los desconocidos dejaban de serlo. Pero eso era en el pasado: hoy la vida se hace de puertas adentro, y los espacios comunes están reduciéndose al interior de algunas urbanizaciones o a las tardes de ocio en un centro comercial. Sin embargo, hay un lugar que consigue que esa desaparición de los espacio comunes no sea completa, y es la puerta del colegio.

En ellas, explica Gill Hornby, autora de Las abejas reina (Planeta), solemos encontrarnos con personas inesperadas, a las que no hemos seleccionado y que no estamos seguros de querer ver.“En el Reino Unido las escuelas se han convertido en lugares importantes porque son los sitios de encuentro por excelencia. Ahora la gente se relaciona a través de las redes sociales y se ve con aquella gente que ha elegido. Vivimos en una sociedad muy segregada, donde sólo estás en contacto con personas afines. Pero cuando tienes hijos, te ves arrastrada a tener contacto con personas con las que no estarías de otro modo”.

En las puertas de los colegios se generan relaciones extrañas

Lo cual es peculiar, porque genera relaciones extrañas. Con esas personas no se tiene la confianza y la seguridad que pueden proporcionar la familia más próxima, pero están mucho más cerca; hablas con ellas todos los días, acabas conociendo detalles de su vida privada y recurres a ellas cuando necesitas una pequeña ayuda, pero los vínculos que estableces distan mucho de ser tan sólidos como los que se tienen con amigos de toda la vida o familiares cercanos.

Sin embargo, se acaba fraguando un acentuado sentido de comunidad con personas que nunca hubieras imaginado.Cuenta Hornby que cuando se mudó de Londres al campono quería establecer relaciones con los vecinos de su nueva residencia. Pero como cada uno de sus hijos (tiene cuatro) hizo nuevos amigos, no le quedó más remedio que relacionarse con los padres de estos, y surgieron relaciones que han perdurado. “Hace poco fui a la boda de una chica que estudió en el colegio con una de mis hijas y lloré igual que si fuera su madre”, explica Hornby.

Una colmena pseudodemocrática

Sin embargo, esas comunidades distan mucho de ser perfectas. Como narra en Las abejas reina, las relaciones sociales se articulan mediante una serie de juegos de poder y de normas no escritas pero muy rígidas sobre lo que está y no está permitido hacer, que acaban configurando colectivos peculiares, forjados en pequeñas traiciones, cotilleos, acciones a espaldas de las otras mujeres y actos de solidaridad y cariño.Hornby cuenta que documentándose para la novela visitó varias colmenas, en las que pudo observar un mundo altamente estructurado: “Todas sabían bien qué tenían que hacer y qué estaban haciendo las demás. No había una constitución escrita que regulase sus acciones, pero tenían un instinto natural para saber cuál era su función. En estas comunidades ocurre igual”.

Los hombres también van al colegio a recoger a los niños, pero no tienen ni idea de lo que pasa entre las mujeres cuando ellos no están

La otra gran semejanza con el mundo de las abejas (The Hive, "La colmena", es el título original británico, que se cambió en España por obvias razones) es que estos grupos formados por mujeres de clase media alta son gregarios, pero de forma selectiva. Se organizan alrededor de una figura a la que siguen fielmente, pero cuyo reinado es limitado. Cuando el resto de integrantes del grupo empieza a no estar conforme con ella, manifiesta signos de desagrado que rápidamente cristalizan en la expulsión de la reina. Esta peculiar democracia "posee reglas que son difíciles de entender y que son específicas para cada grupo. Puedes ser la abeja reina en una escuela, y en otra alguien insignificante”.

Esta regulación de las relaciones femeninas sólo puede ser correctamente descrita, asegura Hornby, por una mujer. “Decía Jane Austen que ella sólo podía escribir escenas en las que estaban presentes mujeres, porque no era capaz de imaginarse, al no haber tenido acceso directo, cómo podían ser las cosas cuando los hombres estaban solos. E igual les ocurre a varones con este tipo de grupos. Ellos también van al colegio a recoger a los niños, pero no tienen ni idea de qué pasa en esos colectivos cuando ellos no están”.

En el libro, Hornby cita a Einstein, afirmando que “sin abejas, la humanidad sólo podría sobrevivir durante cuatro años”, algo que, aplicado a estas madres que recogen a los niños en la escuela también resulta cierto. “He tardado 30 años en darme cuenta que toda esa gente que se pasa la vida haciendo cosas importantes en la vida, como dirigir bancos o hacer política, no podría sobrevivir sin personas que trabajan para la comunidad, que educan a sus hijos y que construyen bibliotecas. Cuidarnos unos a otros es la única forma que tenemos de salir adelante y necesitamos gente que ponga su tiempo y su energía en hacer que las pequeñas comunidades funcionen”.

Necesitamos gente que ponga su tiempo y su energía en hacer que las pequeñas comunidades funcionen

Gill Hornby viene de una familia experimentada en el terreno de la escritura. Está casada con un estupendo novelista, Thomas Harris,y es hermana del popular Nick Hornby, lo que probablemente haya ayudado a que éste su primer libro tuviera un lanzamiento tan notable en el Reino Unido. Pero no es el único factor que consiguió que las ofertas por su manuscrito se disparasen: Las abejas reina tiene un target, el de las madres de clase media/alta, que suelen ser frecuentes consumidoras de productos culturales, y al mismo tiempo, está protagonizado por esas mujeres que apenas tienen presencia en las narraciones de nuestro tiempo.

“Hay muchas mujeres entre treinta y sesenta años, cultivadas e inteligentes, que suelen leer libros y ver televisión o DVD, pero que son culturalmente invisibles. Los únicas ocasiones en las que salen en novelas o películas es cuando son asesinadas”, concluye Hornby.

Desde la plaza del pueblo hasta el parque del barrio, existían una serie de lugares en los que todo el mundo se cruzaba en algún momento. Eran espacios de socialización: los niños jugaban con otros niños, los adultos conversaban, las distintas generaciones se interrelacionaban y los desconocidos dejaban de serlo. Pero eso era en el pasado: hoy la vida se hace de puertas adentro, y los espacios comunes están reduciéndose al interior de algunas urbanizaciones o a las tardes de ocio en un centro comercial. Sin embargo, hay un lugar que consigue que esa desaparición de los espacio comunes no sea completa, y es la puerta del colegio.

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