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El hombre que se enfrentó a Wall Street (y casi vence)
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"LES DIO MIEDO LO QUE PODÍA SACAR A LA LUZ"

El hombre que se enfrentó a Wall Street (y casi vence)

Cuando tu padre conduce un automóvil cuya matrícula lleva grabada la palabra “honor”, quizá estés predispuesto a comportarte con honestidad

Foto: Michael Winston, el hombre que puso en jaque a Bank of America. (Reuters)
Michael Winston, el hombre que puso en jaque a Bank of America. (Reuters)

Cuando tu padre conduce un automóvil cuya matrícula lleva grabada la palabra “honor”, quizá estés predispuesto a comportarte con honestidad y valentía en tu vida, o quizá, simplemente, tengas una buena anécdota que contar a tus compañeros en la pausa del café antes de volver a tu escritorio a estafar a los clientes. No es el caso de Michael Winston, un señero trabajador de Wall Street en el pasado y, hoy en día, uno de los candidatos a convertirse en el nuevo Jeffrey Wigand, Greg Smith o Don Barrett en su empeño por poner al descubierto las malas prácticas de los bancos de inversión.

En su caso, Winston se enfrentó a Countrywide, la compañía hipotecaria que lo contrató a finales de 2005 con el objetivo de convertirla en el “Goldman Sachs del Pacífico”, ya que su sede se encontraba en la Costa Oeste americana, en California. Una batalla que comenzó poco después de su entrada en la firma y que se acentúo después de que Bank of America comprase Countrywide en 2007. El proceso judicial se convirtió entonces en una vendetta y una advertencia a navegantes: el que ose enfrentarse a nosotros, corre el riesgo de que le pase lo mismo. Frente a ellos, y como señalaba The New York Times, el medio que cubrió en profundidad dicho proceso judicial, Winston ha decidido tomar una actitud de “no rendirse jamás”.

Por eso, ahora Winston se enfrenta a la posibilidad de tener que devolver 65.000 dólares en concepto de daños económicos por la retención de los 3,8 millones de dólares que ganó en una sentencia anterior… Un dinero que Bank of America nunca ha llegado a entregar a Winston. “Nunca he visto un dólar y he pagado 600.000 dólares en los gastos del juicio”, señalaba el banquero en una reciente entrevista en Salon.

Aire sucio y sucias artimañas

Todo comenzó poco después de la entrada de Winston en la firma, cuando se dio cuenta de la peligrosa (y contraproducente) táctica empleada por Angelo Mozilo, CEO de la compañía, a la hora de conceder créditos, muy propia de la burbuja financiera pre-crisis: “fund-em”, es decir, “fináncialos”, era la máxima que debían seguir todos los empleados de la compañía a la hora de otorgar créditos a sus clientes. Un lema que uno de los compañeros de Winston llevaba inscrito en la matrícula de su automóvil. No había distinciones, y daba igual si las empresas o personas que acudían a la firma no tenían ninguna clase de aval, si no tenían trabajo o ninguna clase de ingresos, había que conceder todos los créditos.

No te creerías los créditos que estoy concediendo

Pronto, Winston se dio cuenta de que no era el único que tenía sus reservas sobre la estrategia fomentada por Mozilo para el ejercicio 2006. En una convención en Texas, sus compañeros le dijeron “no puedes ni imaginarte lo que está pasando aquí. No te creerías los créditos que estoy concediendo”. Ante dicha situación, Winston, que gozaba de una amplia experiencia en compañías como Merrill Lynch, Motorola, Lockheed Martin o McDonnell Douglas, decidió advertir a su superior Drew Gissinger de las peligrosas consecuencias de su comportamiento, pero este hizo caso omiso a sus consejos.

A todo ello hay que añadirle un problema más que afectaba a los propios trabajadores de la firma y que era la contaminación del aire de la oficina de Simi Valley, en California, donde trabajaba Winston. Este sospechaba que algo iba mal al ver a sus compañeros respirar con dificultad, sufrir dolores de cabeza y mareos y al oír a una de sus compañeras manifestar su miedo por trabajar allí. Sin embargo, Countrywide señaló que no había ningún problema con el aire que habían analizado, aunque Winston sabía que no era así. Cuando manifestó sus reservas a sus superiores, estos le confirmaron que habían decidido ocultar la información para evitar “que cundiese el pánico”. Ya no había vuelta atrás. Winston fue defenestrado, sus responsabilidades fueron recortadas y su presupuesto reducido.

Una guerra sin fin

Pero aún quedaba un último capítulo en la historia que terminó con Winston fuera de la compañía, y que fue el día que Countrywide le pidió que mintiese a la agencia de calificación Moody’s e inventase una explicación que justificase por qué la firma había pasado cinco meses sin presidente y sin COO (chief operating officer) sin avisar a los inversores. Winston se negó a mentir y, dos semanas después, Mozilo lo despidió.

En 2011, una sentencia obligó a Bank of America a pagar a Winston 3,8 millones de dólares

La única salida posible para Winston era hacer frente a sus hasta entonces superiores. En condiciones normales, explicaba, habría abandonado la firma “al menor signo de problemas”, pero debido a que había convencido a 200 compañeros a abandonar sus hogares en Nueva York y trasladarse con él a California, se sentía en deuda con ellos. Entonces empezaría un largo proceso judicial en el que aún se escriben nuevos capítulos, a pesar de que parecía haber llegado a un fin durante los primeros meses de 2011, cuando el Tribunal Superior de Los Ángeles sentenció que Bank of America debía entregar a Winston 3,8 millones de dólares en concepto de daños y perjuicios.

Sin embargo, una reevaluación posterior de las pruebas llevó el pasado mes de febrero al tribunal de apelación a revocar el pago del dinero a Winston, puesto que consideró que no había relación entre el comportamiento del trabajador y su salida de Bank of America, puesto que su caso se había repetido con otros ejecutivos que tampoco habían continuado en la firma pero que no habían tocado ninguno de sus puntos sensibles.

¿El fin de los “whistle blowers”?

La historia de Winston tiene importantes implicaciones para el futuro. Básicamente, su historia de auge y caída es una advertencia para otros posibles “soplones” (o “whiste blowers”, un concepto inglés sin lasconnotaciones negativas que tiene en castellano) que quieran exponer el funcionamiento de algunas de estas firmas. “Nadie que gane un juicio puede sentirse seguro”, se lamentaba Winston en la prensa americana. “Si no puedo conseguir sacar adelante este caso, ¿por qué hablaría ningún soplón?”

La persona que hizo lo correcto ha sido castigada, y las que hicieron lo incorrecto han sido recompensadas

Esta queja contrasta de manera llamativa con el triunfalismo del que hacía gala el experto tras ganar su juicio, y que le llevó a manifestar en febrero de 2011 “es como si el más pequeño de los Davides venciese al más grande de los Goliats y consiguiese acabar con dos de ellos al mismo tiempo. Esta es la historia de alguien que intentó poner en marcha una compañía de la manera correcta. Pero a ellos les dio miedo las cosas que podía sacar a la luz”.

El banquero explicaba que a pesar de que había oído hablar constantemente de la cacareada protección para “whistle blowers”, él no había disfrutado de nada de eso. “Hasta ahora, la persona que hizo lo correcto ha sido castigada, y las que hicieron lo incorrecto han sido recompensadas”, se quejaba Winston. ¿Será el suyo un caso aislado, como querría Bank of America, o por el contrario, el primero de una larga lista de trabajadores “honestos” que comenzarán a hacer frente a los comportamientos que nos condujeron a la crisis financiera?

Cuando tu padre conduce un automóvil cuya matrícula lleva grabada la palabra “honor”, quizá estés predispuesto a comportarte con honestidad y valentía en tu vida, o quizá, simplemente, tengas una buena anécdota que contar a tus compañeros en la pausa del café antes de volver a tu escritorio a estafar a los clientes. No es el caso de Michael Winston, un señero trabajador de Wall Street en el pasado y, hoy en día, uno de los candidatos a convertirse en el nuevo Jeffrey Wigand, Greg Smith o Don Barrett en su empeño por poner al descubierto las malas prácticas de los bancos de inversión.

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