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El poder rasurado: los calvos triunfan en el mundo empresarial
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El poder rasurado: los calvos triunfan en el mundo empresarial

A todo hombre le cuesta aceptar ese momento en el que su pelo, en recesión continua desde años atrás, ya no da más de sí y

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El poder rasurado: los calvos triunfan en el mundo empresarial

A todo hombre le cuesta aceptar ese momento en el que su pelo, en recesión continua desde años atrás, ya no da más de sí y llega la hora de pasar a engrosar las nutridas filas de los calvos o ponerle remedio a la situación afeitando el resto de la cabeza que había conseguido resistir de manera heroica. Pero para aquellos que han sufrido tal trance, aquí tenemos una buena noticia: según un reciente estudio realizado en la Escuela de Negocios Wharton de la Universidad de Pensilvania, los calvos son percibidos como personas más poderosas que aquellas que tienen pelo. Pero no sólo eso, sino que también parecen más altos –nada menos que una pulgada– y más fuertes. En definitiva, configuran una imagen personal vinculada con el liderazgo y un alto estatus social, por lo que habría que dejar de identificar la calvicie con una tara y, quizá, comenzar a considerarla como un signo positivo.

El estudio parte de la propia experiencia personal del doctor Albert Mannes, que se lanzó a realizar la investigación después de darse cuenta de que la actitud hacia él de las personas que le rodeaban era muy diferente si se había rapado la cabeza o no. “Los extraños parecían mantenerse a distancia”, manifestaba el investigador, intrigado antes las reacciones que identificaba en su entorno inmediato después de comenzar a afeitarse la testa.

Los españoles dan mucha más importancia a este aspecto de la apariencia humana que los varones de otros países europeosEn el primero de los estudios llevaos a cabo por Mannes, se descubrió que aquellos hombres que tenían la cabeza rasurada al completo resultaban más poderosos que aquellos que estaban perdiendo pelo; en el segundo, que tras ver a la misma persona con pelo o sin pelo, a partir de 344 imágenes retocadas digitalmente, su apariencia era mucho más dominante cuando no tenía vello; y en el tercero y último la herramienta eran diferentes descripciones verbales de personas con melena y calvas. En todos los casos, los resultados fueron los mismos: cuando el pelo empieza a caerse, es preferible el afeitado total que ocultar la llegada de la alopecia a través de trampantojos capilares, peinados extraños o no digamos ya peluquines.

La razón aducida por el investigador en sus conclusiones es que la razón de que esto ocurra en este momento de la historia del hombre es que los hombres calvos, o mejor dicho, con el pelo rapado, se identifican con “figuras hipermasculinizadas” tales como atletas profesionales, militares o Bruce Willis. Sin embargo, la presentación de la alopecia común en proceso en los hombres –la considerada como androgénica– causaba una impresión bastante mala entre los consultados: o todo o nada. A pesar de todo lo apuntado, no todo pueden ser ventajas: aunque los calvos parezcan más poderosos y enérgicos, el atractivo que en ellos se percibe es mucho menor, y su edad, mayor, frente a los ojos de los investigados. Así que, si tu melena comienza a clarear, uno ha de elegir: poder o mujeres.

Líderes alopécicos

Rápidamente, los medios de comunicación extranjeros han comenzado a buscar ejemplos entre los más poderosos del mundo que sirvan para refrendar dicha conclusión. El primer nombre que ha surgido es el del consejero delegado de Amazon, Jeff Bezos, cuya efigie ha servido para ilustrar multitud de artículos relacionados con el tema. Pero el interés por la relación entre calvicie y poder viene ya de atrás: la revista masculina GQ publicó hace un par de años un listado de los hombres calvos más poderosos de América. Tampoco hay que tomársela muy en serio: sin ningún orden aparente, en ella aparecían un gran número de actores como Larry David, Samuel L. Jackson o el ya nombrado Bruce Willis, y jugadores de baloncesto como Michael Jordan o boxeadores como George Foreman. Casi todos ellos –menos David, claro está– encajan con ese perfil del poder hipermasculino del que hablaba en el estudio Mannes, salvo alguna que otra excepción presente en el listado, como el Dalai Lama, Rupert Murdoch o Homer Simpson.

Lo que es innegable es que algunos de los consejeros delegados de las más importantes compañías americanas van rapados al cero. Es el caso del ya mentado Bezos, pero también de Jeffrey Katzenberg, de Dreamworks (fundada por el melenudo director Steven Spielberg), Marc Andreesen (cofundador de Adreessen Horowitz, una firma de capital riesgo), Steve Ballmer, el sucesor de Bill Gates al frente de Microsoft o Dan Akerson de la fabricante de automóviles General Motors. Ninguno de ellos tiene un pelo de tonto.

Sin embargo, diversos estudios realizados a lo largo de los últimos años han señalado que los calvos suelen gozar de una autoestima mucho menor que los que poseen una frondosa cabellera. Es el caso, de por ejemplo, del presentado durante el año 2006 en Sevilla, realizado por dermatólogos y psicólogos de la PROPECIA (Programa Para la Evaluación Continuada del Impacto de la Alopecia). En él, se afirmaba con datos fehacientes que los alopécicos suelen sufrir más problemas de autoestima que los que no sufren dicha enfermedad, afectando a la percepción que tienen de sí mismos y de sus relaciones con los demás. Además, se ponía de manifiesto que los españoles dan mucha más importancia a este aspecto de la apariencia humana que los varones de otros países europeos. Pero, a juzgar por los resultados del presente estudio realizado en Estados Unidos, no hay razón para preocuparse: aféitate y triunfa.

A todo hombre le cuesta aceptar ese momento en el que su pelo, en recesión continua desde años atrás, ya no da más de sí y llega la hora de pasar a engrosar las nutridas filas de los calvos o ponerle remedio a la situación afeitando el resto de la cabeza que había conseguido resistir de manera heroica. Pero para aquellos que han sufrido tal trance, aquí tenemos una buena noticia: según un reciente estudio realizado en la Escuela de Negocios Wharton de la Universidad de Pensilvania, los calvos son percibidos como personas más poderosas que aquellas que tienen pelo. Pero no sólo eso, sino que también parecen más altos –nada menos que una pulgada– y más fuertes. En definitiva, configuran una imagen personal vinculada con el liderazgo y un alto estatus social, por lo que habría que dejar de identificar la calvicie con una tara y, quizá, comenzar a considerarla como un signo positivo.