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Por qué siguen existiendo (y triunfando) los feos
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"ESO DE LA BELLEZA ES SIEMPRE RELATIVO"

Por qué siguen existiendo (y triunfando) los feos

“Eres feo chaval, te dice tu mamá/sí que eres feo, chaval, te dice tu mamá/si fuera tu padre te ahogaría en el mar”. Los Doctor Explosión,

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Por qué siguen existiendo (y triunfando) los feos

“Eres feo chaval, te dice tu mamá/sí que eres feo, chaval, te dice tu mamá/si fuera tu padre te ahogaría en el mar”. Los Doctor Explosión, grupo asturiano de rock & roll retro lo definían bien en su versión castellanizada de One Ugly Boy de Larry Bright. Primario y directo, sí, pero es que a veces hay que recurrir a lo primario para encontrar reflejado aquello que muchos piensan y nadie se atreve a formular. La discriminación estética (negativa), es decir, lo crudo que uno lo puede tener si es directamente feo (o no se ajusta a los variables estándares de la belleza imperante) es una zona tan oscura como real. Existe el rechazo pero difícilmente la cura, ya que del tema, sencillamente no se habla. Curiosamente, es más fácil encontrar artículos sobre las dificultades con las que se topa un bellezón al que nadie está dispuesto a reconocer cualidades intelectuales, que sobre las sistemáticas zancadillas, miserias y ostracismo que tiene que sortear en silencio quien no es agraciado.

¿Por qué no es todo el mundo hermoso, inteligente y sano?Y, sin embargo, como afirma Javier Ortega, empresario de cuarenta y cinco años, madrileño: “Al final, si tienes carácter, pasas la línea del prejuicio. Si miras a tu alrededor en las empresas, cuanto más alto, menos guapete hay. Al final el talento se impone, y el talento no entiende de caras”. Aunque Ortega, que reconoce que durante muchos años le costaba mirarse al espejo por las mañanas, no niega que el camino es difícil y que muchos se pueden quedar en él, dice, “encallados en su propio complejo”.

El papel de la genética

¿Cómo y por qué triunfan los feos que triunfan? Una pregunta difícil. En un reciente artículo, la periodista y colaboradora de Reuters Sharon Begley se planteaba incluso (irónicamente) por qué seguían existiendo: “¿Por qué no es todo el mundo hermoso, inteligente y sano? ¿Por qué la gente fea, estúpida y poco saludable no ha desaparecido de la población?” Su respuesta venía de la mano de un estudio de la Universidad de Edimburgo, cuyos biólogos habían concluido lo siguiente: al menos en alguna especie (como el ciervo rojo de la isla de Rum) hay genes que son “buenos” para los machos y “malos” para las hembras. O, en palabras de los estudiosos: “Los ciervos macho con una relativa salud (incluyendo su éxito reproductivo) tuvieron, por lo general, hijas con una salud relativamente mala. Y al revés. Machos relativamente menos eficaces en su éxito reproductivo tuvieron hijas que fueron extra-exitosas. Los genotipo óptimos difieren entre el macho y la hembra de esta especie”.

Pilar Arana, profesora de Genética del Comportamiento, Biología Experimental Molecular y Celular de la Universidad Complutense de Madrid, explica a este respecto que “los genes no sirven por sí solos para nada. Son una reacción química dentro de la célula. El resultado depende del ambiente de la célula, el del organismo, el de la alimentación…. El fenotipo es el resultado. En muchos casos no sabes qué genes hay debajo de ese fenotipo resultante”. Una selección natural exitosa, pues, sería la que dejase más hijos para la siguiente generación, influyendo así de manera más poderosa en la especie. ¿Qué pintan en todo ello la belleza y la fealdad?. “Hay una controversia sobre la belleza a este respecto que es la de si “engaña” o no”, cometa Arana. “Habría que concluir que sí y que no a un tiempo. Por ejemplo, la belleza entendida como simetría si se admite como un patrón fiable por lo que dice de la genética de la persona. Así mismo lo asimétrico se descarta como posibilidad reproductiva”  “Además”, concluye trasladando a lo humano el dilema de los ciervos de Rum, “determinados genes pueden tener un efecto distinto en varones y hembras, con los cual el fenotipo resultante no sería igual en ambos”.

El factor cultural

Pese a este odioso truco genético escocés de corte igualitario, lo cultural sigue teniendo mucho que decir en la suerte de los menos guapos y en su autoestima como personas. “Pocos grupos son tan ofensivos para la conciencia cultural como los jóvenes obesos”, comentaba una bloguera recientemente, “ya que si joven es igual a hermoso y gordo a feo, una persona joven y obesa está expoliando el tesoro que es la juventud”.

La belleza no ayuda demasiado a los hermosos, pero la fealdad perjudica claramente a los feos“Hay un prejuicio brutal con la fealdad o lo que se considera como tal en sus manifestaciones diversas”, comenta Guadalupe, endocrina. “No se expresa directamente, pero se nota a contrarium. Si todo el mundo busca compulsivamente la belleza, aunque sea a través de un bisturí, es porque huyen de algo, así que aunque ese algo no se nombre, ahí está”.

Los estudios, menos emocionales, más sesudos, tampoco faltan, como un reciente experimento de la Universidad de Austin que concluyó que, por desgracia para todos, la belleza no ayuda demasiado a los hermosos, pero la fealdad perjudica claramente a los feos. Añadiendo, para más inri, que además la gente tiende a atribuir virtudes extra a los guapos e incapacidades no comprobadas a los feos.

Desde el campo de la gestión de “recursos humanos”, Catalina M., que ha trabajado durante los últimos quince años en el sector, afirma que, pese a que considera el sexo más influyente que la belleza, “existe en la selección de personal el ‘efecto halo’ que hace que conectes más con quien tiene una misma carrera o aficiones comunes, y la belleza sí que refuerza ese efecto, aunque seamos profesionales y exhaustivos”.

Y pese a parecer que todo está en contra, la observación del entorno nos obliga a darle la razón al empresario madrileño: con las honrosas excepciones pertinentes, la belleza de la mayor parte de los hombres y mujeres de éxito en campos clave como la economía, la política, etc, es débil o inexistente, excepción hecha de la consabida erótica del poder.

La belleza deja de tener importancia en la madurez

“Mira”, puntualiza Ortega, “lo de la guapura es sólo un mito adolescente, y como tal, desaparece más temprano que tarde y sólo funciona en ámbitos de pequeña responsabilidad. Si tienes que cerrar un negocio, desarrollar una teoría científica o diseñar un avión, la belleza no cuenta. Es más, mejor que estés a lo que estás, porque tienes que hacerlo, y tienes que hacerlo bien y tienes que hacerlo ya. Y en ese ámbito es probable que los feos tengamos algunas ventajas”. Para él, serían las siguientes: “hemos pasados por todas las humillaciones que implica la fealdad, somos más duros, estamos situados en una ‘zona de sombra’ donde aparentemente no se nos hace mucho caso más que por nuestros resultados y se nos deja trabajar, y sobre todo, no vivimos de entelequias, como a veces hacen los guapos”. “Además, lo de la belleza es siempre relativo”, remata riendo.

Las modas cambian demasiado rápido con respecto al cambio evolutivoEn esa relatividad tiene mucho que ver el ser humano, siempre cambiante y equívoco, para bien o mal. Pero volvamos a la verdad o engaño de la belleza. “Cuando un pavo real abre la cola”, comenta Pilar Arana, “está diciendo ‘estoy sano, tengo tanta energía que me sobra para estas plumas que ves’. Sin embargo, el ser humano engaña más. Y aunque es cierto que existe ese rechazo natural a lo no simétrico, somos seres humanos evolucionados y podemos superarlo mentalmente. Lo que sucede es que como la cultura es tan importante, nos hemos alejado mucho de lo natural. Hay señales corporales que están admitidas en nuestros cánones de belleza y que van claramente en contra de la eficacia biológica, como la extrema delgadez de algunas modelos, que genéticamente las descartaría. Algunas de ellas ni siquiera tienen menstruación…O la vejez. Un hombre viejo no es teóricamente tan válido como uno joven, pero nuestra sociedad permite que si tiene dinero tenga grandes posibilidades de encontrar una pareja”.

Los guapos son más débiles

Las señales a las que atendemos no obedecen de manera fiable a una genética “potente”. A ello hay que añadir, como apunta la bióloga, que “las modas cambian demasiado rápido con respecto al cambio evolutivo”. Para verlo, basta con ojear alguna foto de los machos alfa de antaño: sus peludos torsos serían considerados de una indescriptible fealdad por el noventa por ciento de las adolescentes de hoy, criadas en un mundo publicitario en el que aparecen –exclusivamente- pechos depilados. Para ejemplo, un botón. Pilar, universitaria y ya con la adolescencia bastante lejos, reconoce que a ella “los tíos con pelo” le dan “asco”. “No creo que sea nada rara en eso”, apunta, “además, yo pido lo que doy: depilación total”.

“Nunca hay que olvidar”, afirma la bióloga Arana, que no sobrevive el más fuerte, sino el más apto, y esa aptitud depende de muchos factores, del medioambiente el momento y la situación, la variabilidad genética, etc…”.

Es quizá de esa adaptabilidad de la que habla Ortega cuando dice que “creo que los guapos siempre sienten que tienen algo que perder, y siempre dudan de si se les hace caso sólo por su belleza. En definitiva, son más débiles”.

“Eres feo chaval, te dice tu mamá/sí que eres feo, chaval, te dice tu mamá/si fuera tu padre te ahogaría en el mar”. Los Doctor Explosión, grupo asturiano de rock & roll retro lo definían bien en su versión castellanizada de One Ugly Boy de Larry Bright. Primario y directo, sí, pero es que a veces hay que recurrir a lo primario para encontrar reflejado aquello que muchos piensan y nadie se atreve a formular. La discriminación estética (negativa), es decir, lo crudo que uno lo puede tener si es directamente feo (o no se ajusta a los variables estándares de la belleza imperante) es una zona tan oscura como real. Existe el rechazo pero difícilmente la cura, ya que del tema, sencillamente no se habla. Curiosamente, es más fácil encontrar artículos sobre las dificultades con las que se topa un bellezón al que nadie está dispuesto a reconocer cualidades intelectuales, que sobre las sistemáticas zancadillas, miserias y ostracismo que tiene que sortear en silencio quien no es agraciado.