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La derecha rechaza la ciencia y la izquierda la politiza
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GUERRA IDEOLÓGICA EN LA INVESTIGACIÓN

La derecha rechaza la ciencia y la izquierda la politiza

Apenas un tercio de los Republicanos confían en la ciencia, según señala un estudio realizado por la Universidad de Carolina del Norte. Por ello, los gobernadores

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La derecha rechaza la ciencia y la izquierda la politiza

Escudados en que la escuela “no debe dar lugar a ninguna doctrina religiosa o no religiosa”, y en lo que denominan “desarrollo del pensamiento crítico, lo que realmente buscan los legisladores de estos Estados conservadores es favorecer lo que los americanos llaman controversy, es decir, las objeciones que desde sectores más cercanos a la tradición religiosa se realizan sobre el conocimiento científico.

La reputación de la ciencia ha empeorado

El paradigma positivista basado en la razón y en la ciencia, que de tan buena reputación ha gozado durante los últimos dos siglos, comienza a ser sospechoso a los ojos de los conservadores. Como señala el estudio realizado por el sociólogo Gordon Gauchat, la credibilidad de la ciencia entre los círculos cercanos al Partido Republicano ha decrecido significativamente en los últimos años. Si en 1974 casi la mitad de los conservadores americanos (un 48%) manifestaba creer en la ciencia como disciplina, en pleno año 2011, apenas un 35% se muestra convencido de que la misma pueda ofrecer alguna explicación sobre la vida humana. Se trata de una evolución llamativa, en cuanto hace cuarenta años eran precisamente los conservadores los que más confiaban en la ciencia, muy por encima de los moderados y los liberales.

Muchos republicanos se muestran recelosos de la ciencia porque piensan que se ha puesto al servicio del programa de regulación económica demócrataLas diversas polémicas que han aflorado durante las últimas décadas parecen dar la razón a Gauchat: de los ataques a las teorías evolucionistas en el sur de Estados Unidos a la consideración de las visiones más apocalípticas sobre el cambio climático como un fraude, parece ser que efectivamente existe una desconfianza recurrente hacia todas aquellas ideas provenientes del campo de la ciencia. Especialmente las que amenazan determinada visión del mundo.

Al servicio de los demócratas

Una de las explicaciones a dicho fenómeno señala que los conservadores, al contrario de lo que ocurre con otras ideologías, consideran que la ciencia se ha politizado cada vez más. Por ejemplo, la activa participación del candidato demócrata Al Gore en la campaña contra el cambio climático que originó la película Una verdad incómoda (An Inconvenient Truth, David Guggenheim, 2006) habría hecho desconfiar a los políticos del ala derecha, que consideraban que los científicos eran los siervos de una ecología de tintes demócratas.  

Jim DiPeso, director de la oficina nacional de los Republicanos por la Protección del Medio Ambiente, a pesar de representar al sector más progresista de su partido, ha llegado a reconocer que “muchos republicanos se muestran recelosos de la ciencia porque piensan que se ha puesto al servicio del programa de regulación económica demócrata. Existe una preocupación por lo que dichas conclusiones pueden acarrear en términos de un mayor peso del gobierno y una regulación más onerosa”.

Se ha roto el consenso

Gauchet se refiere a la siguiente alocución en el comienzo de su estudio: “Hemos presenciado de qué manera la integridad científica ha sido minada y la investigación científica politizada en un intento de favorecer determinadas agendas políticas”. No se trata de una intervención de Ronald Reagan o George W. Bush como podría pensarse a tenor de lo anteriormente expuesto, sino de Barack Obama en los primeros pasos de su legislatura. Una muestra de que igualmente desde el Partido Demócrata se piensa que el adversario ha intentado manipular la ciencia a su favor.

Los republicanos se sienten como los cristianos en las catacumbas“La ciencia siempre ha estado politizada”, reconoce el propio Gauchat, autor del estudio. “Lo que no está claro es de qué manera las orientaciones políticas dan forma a la confianza pública en la ciencia”. Para el investigador, el consenso existente desde la posguerra americana sobre el conocimiento científico se ha roto, dado que “la autoridad de la ciencia ya no es capaz de proveer de la legitimidad necesaria a los gobernantes y legisladores”.

Perseguidos y atacados

Otro de los datos más llamativos del estudio es que no son los políticos más iletrados los que desconfían en un mayor grado de la ciencia, sino todo lo contrario: aquellos con una formación universitaria rechazan de forma más radical el conocimiento científico que los que abandonaron su formación en el instituto. Así pues, no se trata de una cuestión de superstición contra razón.

Gauchat identifica dos momentos claves en esta evolución del pensamiento conservador. En primer lugar, el período inmediatamente posterior al reaganismo, cuando una nuevo enfoque conservador comenzó a ganar importancia en los círculos republicanos, y más tarde, durante el mandato de George W. Bush Jr. entre 2001 y 2008, la etapa de esplendor de esta Nueva Derecha, caracterizada por “su escepticismo hacia la ciencia organizada y el establishment de institutos y universidades, alineada a menudo con la derecha religiosa y que promueve el gobierno limitado, una fuerte defensa nacional y la protección de valores tradicionales ante lo que consideran una invasión de la caótica y permisiva sociedad moderna”.

El historiador Rick Perlstein se refiere precisamente a esta situación cuando afirma que los republicanos conservadores “llevan décadas sintiéndose marginados y sitiados, como los cristianos en las catacumbas, objeto de una persecución. Siguen estando en las catacumbas”.

De ahora en adelante

¿Qué ocurrirá en el futuro? Según Gauchat, pueden ocurrir tres cosas de aquí en adelante. La primera de ellas, que la credibilidad de la ciencia haya alcanzado su nadir entre los conservadores, y que poco a poco estos comiencen a apreciar la forma en que la misma, a través de la tecnología, ha mejorado sus vidas. El liberalismo económico y la globalización del mercado defendidas por los neocon se benefician directamente de todas aquellas novedades que la tecnología ha traído consigo en los últimos años.

Sin embargo, Gauchat considera que también puede ocurrir todo lo contrario: que dicha desconfianza aún no haya alcanzado su culmen y se agudice entre otras ideologías, puesto que los problemas que conllevan la modernidad y la globalización pueden llevar a los que antes confiaban en la ciencia a culparla como originadora de todos esos males.

La última explicación que propone Gauchat es que la gente piensa que el papel de la ciencia ha cambiado durante las últimas décadas, lo que se entronca en la línea de recelo que había enunciado Jim DiPeso: para un sector de la población, la ciencia ha pasado de ser una herramienta que les permitía vivir mejor y favorecer la productividad a, precisamente, todo lo contrario: servir de justificación para imponer barreras y cortapisas. Así pues, parece ser que el problema que los conservadores encuentran en el conocimiento científico no tiene que ver con su metodología, rigores y presupuestos, sino precisamente en sus conclusiones y en las consecuencias que de estas se pueden derivar.

Escudados en que la escuela “no debe dar lugar a ninguna doctrina religiosa o no religiosa”, y en lo que denominan “desarrollo del pensamiento crítico, lo que realmente buscan los legisladores de estos Estados conservadores es favorecer lo que los americanos llaman controversy, es decir, las objeciones que desde sectores más cercanos a la tradición religiosa se realizan sobre el conocimiento científico.