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Muertos que dan puñetazos, o la teoría sobre el origen de las manos
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Muertos que dan puñetazos, o la teoría sobre el origen de las manos

Un nuevo estudio sugiere que nuestras manos han evolucionado no solo para manejar objetos con facilidad, también para pegarnos mejor. Lo han probado usando manos de cadáveres

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¿Por qué nuestras manos tienen la forma actual y no otra? ¿Eran iguales hace millones de años? Y, sobre todo, ¿cómo y para qué ha evolucionado su morfología? Investigadores llevan años tratando de responder a estas preguntas y no se ponen de acuerdo. La teoría general aceptada es que nuestras manos son así, con cuatro dedos y un pulgar más corto opuesto a ellos, por la necesidad de nuestros ancestros de fabricar, agarrar y manejar objetos con facilidad. Sin embargo, muchos científicos apuestan por otra explicación: son así también por la necesidad de los primeros homínidos de propinar puñetazos, de luchar, de sobrevivir. Un nuevo estudio lo ha intentado demostrar, y de una forma muy curiosa: con manos de cadáveres.

David Carrier, profesor de biología de la Universidad de Utah (EEUU), es uno de los principales defensores de esta última teoría. "La idea de que el comportamiento agresivo jugó un papel importante en la evolución de la forma de la mano humana es controvertida, pero creemos que totalmente lógica", explica por correo electrónico a Teknautas.

Para demostrarlo, Carrier y sus colegas decidieron analizar al detalle la morfología de la mano y qué ocurre cuando golpeamos fuerte con el puño. Y no, en el experimento no valían manos de personas vivas.

Los músculos y huesos de las manos se han adaptado para algo esencial desde los primeros homínidos: luchar

"Necesitábamos insertar sensores directamente en los huesos para medir cómo se deformaban en un golpe. Esto era demasiado invasivo para hacerlo con una persona viva, así que decidimos hacerlo con manos de cadáveres. Las obtuvimos de diversos programas de donaciones para la ciencia. Diseccionamos los músculos que controlan la muñeca, los dedos y el pulgar; atamos hilos de pesca a los tendones de esos músculos y sensores a los huesos. Acoplamos todo a una especie de péndulo desde donde lanzar la mano con fuerza contra una superfice y medimos lo que ocurría", explica Carrier.

El resultado fue un rudimentario pero efectivo mecanismo que les permitió probar su hipótesis, que la morfología de la mano permite atacar y golpear de forma muy efectiva. "El puño protege los huesos metacarpianos de la mano durante un golpe transfiriendo parte de la carga a la muñeca a través del pulgar. Es una forma de evitar fracturas", señala Carrier a Teknautas. "Los resultados son consistentes con la hipótesis general de que los músculos y huesos de nuestras manos se han adaptado para algo esencial desde los primeros homínidos: luchar".

"Comprender la violencia puede evitarla"

Estudios previos de Carrier sostienen además algo que tendría mucha lógica: la morfología de la cara ha evolucionado a a su vez para protegerse mejor de los puñetazos. "No lo hemos podido probar de forma irrefutable, pero hay indicios. A la vez que las manos han evolucionando su forma hasta la actual, que permite formar un puño perfecto, los fósiles muestran caras más robustas a lo largo del tiempo. Esto sugiere una co-evolución de la mano (el arma) y la cara (el objetivo)".

A Carrier no le faltan detractores de su teoría. Los más críticos señalan incosistencias como la nariz. Si la cara ha evolucionado para protegernos mejor de los puñetazos, ¿qué hace ahí nuestra (frágil) nariz? ¿Por qué nuestra cara no ha evolucionado hasta tener una superficie más dura y mejor protegida? Carrier se defiende, cree que muchas de las críticas son injustificadas.

"Se basan en el miedo a que estas pruebas señalen que la especialización anatómica para favorecer la agresión justifiquen de alguna manera la agresión, justifiquen ese comportamiento. Y no es así. Comprender algo no significa justificarlo", explica. Y remata: "comprender la violencia puede y debe ser usado para evitarla en el futuro".

¿Por qué nuestras manos tienen la forma actual y no otra? ¿Eran iguales hace millones de años? Y, sobre todo, ¿cómo y para qué ha evolucionado su morfología? Investigadores llevan años tratando de responder a estas preguntas y no se ponen de acuerdo. La teoría general aceptada es que nuestras manos son así, con cuatro dedos y un pulgar más corto opuesto a ellos, por la necesidad de nuestros ancestros de fabricar, agarrar y manejar objetos con facilidad. Sin embargo, muchos científicos apuestan por otra explicación: son así también por la necesidad de los primeros homínidos de propinar puñetazos, de luchar, de sobrevivir. Un nuevo estudio lo ha intentado demostrar, y de una forma muy curiosa: con manos de cadáveres.

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