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El sector de la biotecnología española "trata de arrancarlo"
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"a muchas empresas se les acaba la gasolina"

El sector de la biotecnología española "trata de arrancarlo"

Por primera vez las 'biotech' han descendido en España. También las patentes e inversión. Los expertos consideran que el sector está al borde del abismo

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“La gente sabe que las tecnologías de la información y la comunicación son una revolución, porque ven su teléfono móvil. Pero si utilizas un tampón con probióticos para equilibrar tu flora vaginal no sabes que eso es biotecnología, pese a que te lo metas por la vagina. La biotecnología es una revolución invisible”, explica sin remilgos el microbiólogo Jorge Barrero, adjunto a la presidencia y cerebro de la Asociación Española de Bioempresas (Asebio).

Su organización, una especie de patronal y de plataforma de encuentro y promoción de la biotecnología en España, cumple 15 años de vida en un momento crucial para el sector, que Barrero define como “¡Trata de arrancarlo, Carlos!”. La biotecnología española se encontraría a su juicio como el dúo formado por Carlos Sainz y Luis Moya, cuando a 500 metros de la línea de meta del Rally de Gran Bretaña de 1998 se les paró el motor de su Toyota.

Las cifras dan una idea de lo que quiere decir Barrero. El número de empresas biotechs en España ha descendido por primera vez en la historia, un 5,3% respecto a 2011, según el informe anual de Asebio de 2013. Su inversión total en I+D cayó un 2,7% en 2012 y un 5,3% en 2011. El número de patentes biotecnológicas descendió más de un 15%. Y las empresas encuestadas alcanzan un máximo histórico de quejas sobre la baja sensibilidad de la administración pública hacia el sector.

“Nunca hemos estado tan cerca de la meta y nunca hemos estado tan cerca del abismo”, opina Barrero. Entre los 290 socios de Asebio hay desde empresas que seleccionan microbios capaces de reciclar residuos y convertirlos en biocombustibles, hasta compañías que producen proteínas artificiales que llevan la quimioterapia directamente a las células cancerígenas. Incluso firmas que intentan regenerar los huesos de los ancianos a partir de células madre de su grasa, como la vasca Histocell.

Hasta el inicio de la crisis económica, el sector iba como un tiro. Las biotecnológicas despegaron coincidiendo con la llegada de la entonces presidenta de Asebio, la bióloga Cristina Garmendia, al Ministerio de Ciencia e Innovación en 2008. Ahora, la euforia ha sido sustituida por la incertidumbre.

“Es como llevar un coche a 200 kilómetros por hora y darte un tortazo”, resume Barrero, que fue jefe de gabinete de la ministra Garmendia y ahora achaca el retroceso a los recortes en I+D ejecutados por el Gobierno de Mariano Rajoy. “Se han cargado la política de innovación científica. La reducción de ayudas públicas ha afectado al sector. Eso ha provocado una ralentización que ha llegado en el peor de los momentos”, señala.

Barrero pone un ejemplo de éxito que sirve para entender lo que supone un recorte de las ayudas públicas en un sector inmerso en una perpetua carrera de fondo. La empresa Oryzon Genomics nació en el año 2000 como una spin-off del CSIC y la Universidad de Barcelona. La compañía consiguió reunir una inversión de 12 millones de euros para desarrollar fármacos para tratar la leucemia mieloide aguda y otras enfermedades. En abril de 2014 anunció un acuerdo con la farmacéutica Roche para producir esos medicamentos. Oryzon Genomics recibirá 15 millones de euros como pago inicial y hasta 500 millones por desarrollar otros tratamientos.

Otro caso es el de Progenika Biopharma, una pequeña empresa española fundada también en 2000, en Derio (Bizkaia), que fue pionera en el desarrollo de pruebas de compatibilidad en transfusiones y de diagnóstico de enfermedades como la hipercolesterolemia familiar. En 2013, la multinacional española Grifols, especializada en derivados de la sangre, adquirió el 60% de la compañía vasca por 37 millones de euros.

“Son ejemplos de que se puede llegar hasta el final, de que puedes llevar al mercado un producto de clase mundial, pero a la vez hay muchas compañías a las que se les acaba la gasolina”, lamenta Barrero.

Sin embargo, Asebio tiene cosas que celebrar en su 15 aniversario. “De lo que estoy más orgulloso es de haber puesto a España en el mapa de la biotecnología, con iniciativas como BioSpain, que se ha convertido en la quinta feria de biotecnología del mundo [con 762 empresas participantes], por detrás de las de EEUU, Japón y otras dos que rotan por países europeos”, expone el cabeza visible de la patronal.

“Nos hemos colocado en el mapa y hemos tratado de corregir la falta de Marca España en la biotecnología. Nosotros tenemos empresas que, por el hecho de estar en Barcelona o en Madrid, probablemente valen la mitad que si estuvieran en Boston. Cuando hablamos de Marca España, para nosotros no es un término vacío. Llevamos 15 años haciéndola. Es casi lo más importante que hemos hecho”, manifiesta Barrero.

Barrero destaca el “cambio cultural” en el sector desde sus inicios. “Cuando yo trabajaba en el laboratorio, los que colaboraban con empresas o bien no lo decían o eran como apestados", recuerda. "Ahora no hay catedrático de Biología Molecular que no haya hecho la reflexión de si debería montar una spin-off”.

La derrota de los transgénicos

Asebio también ha perdido una batalla en sus 15 años de historia. Tras su nacimiento en 1999, una quincena de sus 100 primeras empresas tenía intereses en los organismos modificados genéticamente. Hoy, los transgénicos apenas suponen el 1% de la patronal. Para el adjunto a la presidencia de Asebio, esto es “un desastre que se estudiará en los libros de Historia”.

“Todos los diabéticos del mundo, incluidos los que militan en Greenpeace, se pinchan insulina transgénica todos los días. Eso se acepta, porque en salud no hay ningún problema para aceptar ciertas cosas, pero en alimentación sí lo hay”.

“Yo no he visto a ningún antitransgénicos decir que la hormona del crecimiento debe volverse a obtener de la hipófisis de cadáveres, que es de donde se obtenía hasta mediados de los ochenta. Todo el mundo entiende que si en vez de robar cadáveres, de los que había un gran tráfico, la hormona se obtiene de un microorganismo que la produce porque le hemos metido el gen, eso es bueno porque ha desaparecido el enanismo”, opina Barrero.

“En alimentación sí hay problemas de percepción social y empresarial de los transgénicos, sobre todo en Europa. El resultado es que para mucha gente la biotecnología equivale a transgénicos, aunque la biotecnología es mucho más, y esto hace que a las grandes empresas les cueste reconocer que hacen biotecnología, aunque lo que hagan no tenga nada que ver con ellos”, lamenta.

Para Barrero, el debate sobre los transgénicos está desenfocado y las críticas nacen de la ignorancia que rodea al funcionamiento del mercado agrícola, donde las semillas suelen estar sometidas a reglas capitalistas, sean o no transgénicas.

“Digámosle a la gente cuál es la verdad sobre la agricultura. Que nada de lo que nos comemos se parece mínimamente a lo que puedes encontrar silvestre. Que la mayor parte de las variedades silvestres de lo que nos comemos son tóxicas. Y que la agricultura ha consistido primero en un proceso de seleccionar aquello que nos podíamos comer y no nos mataba. Después, en seleccionar aquello que nos podíamos comer, no nos mataba, podíamos conseguir para el año siguiente y era un poco más sabroso”, alega.

“La agricultura es artificial. Pocas cosas pueden ser más agresivas con el medio ambiente que arrasar un ecosistema y sembrar una única especie en fila, lo hagan hippies en una comunidad de yoga o lo haga una multinacional en una parte deforestada del Amazonas”, concluye.

Pese al momento crítico, la biotecnología en España todavía guarda datos esperanzadores. El peso del sector biotecnológico, que incluye no solo a las biotechs puras, sino a todas las empresas que se dedican parcialmente a la biotecnología, supuso en 2013 el 7,8% del PIB (80.313 millones de euros de cifra de negocios), frente al 7,15% del año anterior, según el informe de Asebio. Y en 2013 se crearon 71 nuevas empresas. El motor de Carlos Sainz y Luis Moya no arrancó. Habrá que ver qué pasa con el de la biotecnología española.

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“La gente sabe que las tecnologías de la información y la comunicación son una revolución, porque ven su teléfono móvil. Pero si utilizas un tampón con probióticos para equilibrar tu flora vaginal no sabes que eso es biotecnología, pese a que te lo metas por la vagina. La biotecnología es una revolución invisible”, explica sin remilgos el microbiólogo Jorge Barrero, adjunto a la presidencia y cerebro de la Asociación Española de Bioempresas (Asebio).

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