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El cerebro de los espías de ‘Pitiusa’ cobraba el paro… aunque escondía 100.000€ en efectivo
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UNO DE LOS ACUSADOS DEL SECUESTRO DE OLOT, ENTRE LOS DETENIDOS

El cerebro de los espías de ‘Pitiusa’ cobraba el paro… aunque escondía 100.000€ en efectivo

El cerebro de la red de espías desarticulada en la Operación Pitiusa cobraba el paro. Así como suena. El mayor proveedor de Barcelona de datos confidenciales

Foto: El cerebro de los espías de ‘Pitiusa’ cobraba el paro… aunque escondía 100.000€ en efectivo
El cerebro de los espías de ‘Pitiusa’ cobraba el paro… aunque escondía 100.000€ en efectivo

El cerebro de la red de espías desarticulada en la Operación Pitiusa cobraba el paro. Así como suena. El mayor proveedor de Barcelona de datos confidenciales tenía un salario del Estado porque, oficialmente, no trabajaba. Se trata de Tomás Ripoll, un intermediario que lleva dos décadas pateando las moquetas de los despachos de detectives, a quienes les ofrecía datos confidenciales a cambio de dinero.

Proveniente de una familia burguesa de Barcelona, las propiedades de los Ripoll se reparten entre la zona alta de la capital catalana (donde incluso tienen intereses en un tradicional bar con mirador en la falda del Tibidabo) y la costa del Maresme, una zona residencial para ricos.

Ripoll, más conocido como TR en el ambiente de la investigación, cultiva también su faceta filantrópica. A finales de 2010, por ejemplo, fue uno de los impulsores de la Fundación para la Actuación con Valores de Importancia Humana (AVIH), cuyo objeto es la ayuda y asistencia, “en todos sus aspectos, a enfermos de todo tipo, especialmente de VIH/Sida, y sus familias”. En ella, también participa su hijo y representantes de familias bien barcelonesas.

“Es más peligroso que una caja de bombas”

“Es todo un personaje, pero más peligroso que una caja de bombas, porque se presentaba y te ponía encima de la mesa documentos confidenciales verdaderos que había sacado. O sea, cosas como copias de declaraciones de Hacienda, historiales laborales y así. Te decía: ’Esto es lo que te puedo conseguir’ como si fuese la cosa más natural del mundo. Cuando vino a mi despacho, no sabía si estaba actuando como un cebo para que yo cayese o si lo hacía porque era su modo de actuar. No le compré nada, pero a lo largo del tiempo, y después de hablar con otros colegas, supe que él es así, que no esconde lo que hace”, cuenta a El Confidencial el propietario de uno de los despachos de detectives barceloneses con más prestigio.

Otro conocido investigador admite que en ocasiones puntuales ha recurrido a los servicios del intermediario para obtener información reservada sobre investigados. “Es un buen vendedor. Me recuerda a aquellos comerciales que te presentan una serie de desplegables con los servicios que te puede ofrecer. ¿Quieres unas propiedades?, ¿una declaración?, ¿un historial laboral? Lo que sea. Pero, tal y como andaba, era cuestión de tiempo que fuese detenido, porque en Barcelona y en media España todos sabían que era un traficante de información”.

En su declaración ante la unidad de Seguridad Privada de Barcelona del Cuerpo Nacional de Policía (CNP), que fue la que desarticuló la trama Pitiusa, Tomás Ripoll admitió que su modus vivendi es “una prestación económica de 426 euros mensuales de la Generalitat de Cataluña” y que “este subsidio de desempleo es el único ingreso fijo con el que cuenta actualmente”, si bien tiene “otros ingresos variables diversos por trabajos que le encargan esporádicamente”. Muchos de estos ingresos se los hacían sus clientes en efectivo en una cuenta a nombre de su hijo.

Coleccionista compulsivo

 En el registro de su domicilio, no obstante, la Policía requisó 100.450 euros en metálico, una cantidad que, si hemos de hacer caso a su subsidio, hubiese tardado casi 20 años en reunir. Y eso contando con que no gastase ni un céntimo, claro. Pero, además, en una de sus cuentas se realizaba un cargo mensual que oscilaba entre los 700 y los 1.100 euros en una tarjeta Visa “por la compra de jarras de whisky llamadas canecos”. Porque Tomás es un coleccionista reconocido. Según confesaba él mismo en septiembre pasado, en el marco de la segunda edición de Whisky Live celebrada en Barcelona, tiene ya 1.500 jarras de cerámica. Uno de los detectives que le frecuenta en la capital catalana señala a este diario que otra de sus aficiones es el coleccionismo de chapas de botellas de cava y champán.

Como justificación del dinero que le encontraron en efectivo, dijo a los agentes que unos 45.000 euros procedían de la venta de una casa que su madre tenía en Benisanet (Tarragona), otros 60.000 euros, a la venta “de una finca de la sociedad Patrimonio del Maresme”, otros 60.000, de la venta “de otra finca en la calle Belén” de Barcelona, propiedad de la misma sociedad, y 5.000 euros eran propiedad de su compañera sentimental. Lo curioso es que el dinero que justificó es una cantidad manifiestamente superior a la que le fue incautada. Pero, además, en el banco tenía otros 36.000 euros, la mayor parte de los cuales procedía de la venta de un local de su madre en la calle Denia de Barcelona. Y, por si fuera poco,dispone de una caja fuerte en una entidad bancaria, donde guarda joyas propiedad de su compañera.

Sin embargo, sí reconoció que conocidos suyos le solicitaban “asuntos de investigación privada”, ayuda para “obtener información de cuentas bancarias” o propiedades en el Registro Mercantil. Según admitió, la información confidencial la conseguía haciéndose pasar por “empleado de banca”. Por estos servicios, sin embargo, cobraba cantidades casi insignificantes: 7 euros por averiguar la titularidad de una finca en el registro de la propiedad, unos 30 euros la hora por un seguimiento, entre 150 y 200 euros por los movimientos de una cuenta y 100 euros por la titularidad de las cuentas corrientes.

Contactos en la Administración

El cerebro de la red, sin embargo, sí reconoce que tenía buenos contactos en la Administración: en el catastro barcelonés, por ejemplo, tenía a dos personas que le facilitaban datos: Marc Duran y Enric Ferrero. En el Ayuntamiento de Barcelona, tenía a Josep Calvet, que le suministraba datos del padrón municipal. Y en el Ministerio de Trabajo, tenía a José Gómez, Pepe, que se jubiló el pasado 1 de diciembre. La Policía grabó diversos encuentros de TR con Gómez o los funcionarios del catastro.

Ripoll llevaba un cuidadoso registro de sus actividades, por lo que la Policía encontró también evidencias de todos los pagos que le han efectuado durante los últimos años sus clientes. Y él tomaba algunas medidas de seguridad. Por ejemplo, su teléfono móvil estaba a nombre de un extranjero, Akram Saab. La justificación que dio es de antología: se encontró una tarjeta en la calle, la cargó en su terminal y comprobó que funcionaba, por lo que a partir de entonces continuó usándola y recargándola.

Pero también sabía que lo que hacía debería no ser muy correcto, porque a su amigo Pepe le entregó un móvil para llamarle exclusivamente a ese número, puesto que el funcionario no quería que le llamara al suyo particular. Y en sus conversaciones, hablaban en clave, utilizando expresiones como “toda Italia”, “viaje completo”, “excursión completa” o “sólo Roma”. Tras ser detenido, TR declaró que no sabía a qué se referían esas expresiones, pero su amigo Pepe sí lo reconoció al instante: Toda Italia, por ejemplo, significaba una comprobación de toda la vida laboral. Y sólo Roma significaba que interesaba sólo su situación actual. Además, reconoció que por cada historial laboral le cobraba de 10 a 15 euros y que en los últimos tiempos le habría sacado de las bases de datos oficiales unos 200 historiales.

El cerebro de la red de espías desarticulada en la Operación Pitiusa cobraba el paro. Así como suena. El mayor proveedor de Barcelona de datos confidenciales tenía un salario del Estado porque, oficialmente, no trabajaba. Se trata de Tomás Ripoll, un intermediario que lleva dos décadas pateando las moquetas de los despachos de detectives, a quienes les ofrecía datos confidenciales a cambio de dinero.