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Nadie sabe nada de la legionella en Manzanares
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CUNDE LA PARANOIA ANTE LA FALTA DE INFORMACIÓN

Nadie sabe nada de la legionella en Manzanares

Después de 228 casos de contagio en el pueblo, nadie sabe exactamente qué está pasando. Corren los bulos y algunos ancianos no se atreven a salir a la calle

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Mañana del último día del año en Manzanares, una población de 20.000 habitantes al este de Ciudad Real. Más de veinte personas se agolpan en el bar de la estación de autobuses, desierta en el exterior, en busca de un café para combatir el frío. En el centro de la sala cuatro personas acercan la vista a un móvil: en pantalla, Emilio García-Page encara su primer discurso de año nuevo como presidente de Castilla-La Mancha. Aunque debuta, su argumentario es viejo: promete empleo, empleo digno, regala optimismo y recurre a la manidísima "altura de miras" en pos de la causa nacional.

Los cuatro del bar desesperan a medida que García-Page demuestra que el guion lleva escrito semanas; bufan cuando adivina el tiro de cámara y saltan cuando el político explica que los castellanomanchegos han de ser ejemplares "porque toda España les está observando". "¿Qué ejemplo das tú, que has tardado veinte días en venir por aquí y ya ni te acuerdas?", le grita uno de los hombres al móvil.

Todos esperaban que el socialista hiciese referencia al brote de legionella de Manzanares; al menos al hospital local, la única institución bien valorada por los actores de esta crisis. No hubo suerte. Ni una sola mención a la que su oposición califica como "la peor crisis sanitaria de la historia en la región". Aún no lo saben, pero el informativo territorial del mediodía enterrará el asunto en el minuto 19.

Desde el 11 de diciembre se han detectado 233 casos de enfermedad por legionella en el pueblo sin que nadie ponga cara al problema. Once siguen hospitalizados, cuatro en cuidados intensivos, decenas tienen problemas respiratorios y dos personas han muerto. La semana pasada, ante la falta de información, 250 vecinos se plantaron a la salida del pleno municipal exigiendo explicaciones. No las obtuvieron.

Y siguen sin obtenerlas. Lo que saben, lo leyeron en el periódico; los que no, difunden en corillos las versiones que han escuchado, que pueden ajustarse a la verdad o asemejarse sospechosamente al ébola. Dori, una jubilada que vive cerca de la estación, ha estado seis días sin salir de casa. Dice que sus amigas han hecho lo mismo por miedo a contagiarse. La legionella es una bacteria acuática, presente en el ambiente, que puede provocar neumonías y complicaciones pulmonares en el ser humano, además de fiebres altas y dolores musculares. Los niños y las personas mayores son grupos de especial riesgo; de hecho las dos muertes corresponden a vecinos de 73 y 84 años.

Los datos oficiales a menudo se mezclan con habladurías por la falta de información

Dori ha vuelto a la calle porque una vecina le ha dicho que han encontrado el origen de la bacteria y que todo está controlado; mientras dice esto se encuentra, sin saberlo, encima de la fuente en la que el Sescam ha identificado dos cepas relacionadas con las muestras del hospital. No hay peligro, está seca. Cuando se entera, Dori brinca hacia un lado y se aleja advirtiendo que estará algunos días más enclaustrada. Aunque la ciencia no lo reconoce como una vía de contagio, tanto ella como sus amigas están seguras de que se contagia por la tos, el aliento y la saliva. Y, por supuesto, a la tercera tos se irá a Urgencias. Nadie les ha explicado cómo deben actuar.

En Manzanares, los que no acceden a internet quedan a merced del boca-oreja y sus endémicos bulos. Los hay sencillos, como uno que apuesta a que la bacteria está en el centro comercial de las afueras, por aquello de que con las compras navideñas hubo aglomeraciones, y otros más sofisticados que aseguran que el foco está en un edificio del ayuntamiento y que la corporación municipal lleva días buscando otro origen para esquivar las consecuencias. No pocos sostienen que García-Page no ha venido a la región hasta que se identificó la amenaza por miedo al contagio. Cada uno tiene su versión y los datos reales a menudo aparecen mezclados con habladurías sin base científica e historias hetéreas, como la que dice que muchas personas han desarrollado legionelosis sin salir de su casa. Esta teoría dirime, como ya ha imaginado, que la bacteria está por todo el pueblo.

Tal es el desconcierto entre los mayores que uno de ellos se ha echado al monte. Se llama Luis, es íntimo amigo de uno de los fallecidos y tiene otros dos ingresados. Cuando vio el problema montó en torno a él una plataforma de afectados (plataformalegionelamanzanares@gmail.com), que coordina, informa y da consejo legal a los vecinos. Incluso han contratado a un despacho de abogados especializado en demandas colectivas por casos de legionella, que ya prepara los cañones para dispararlos a mediados de enero contra el ayuntamiento, a priori responsable de la fuente de la estación.

¿Todos somos iguales? Si en Madrid hay un brote que afecta al 1% no se tomaría tan a broma como aquí

Tendrá a buen seguro el apoyo de los vecinos, cuyo malestar se personaliza en la figura del alcalde, Julián Nieva. Le reprochan que no haya dado una rueda de prensa en veinte días de crisis y que los días previos al 20-D callase para no perjudicar la campaña nacional del PSOE. Y, aprovechando que las aguas bajan tranquilas, la corporación municipal solo ha trabajado esta semana hasta el miércoles. Pocos en el pueblo se acuerdan del responsable final, la Consejería de Sanidad de la Junta de Castilla-La Mancha, pero los que lo hacen tiran con bala: "¿En España somos todos iguales? Yo creo que si en Madrid hay un brote que afecta a más del 1% de la población no se toma a broma como esto", dice uno de los del bar de la estación.

Y, al final de la cuerda, los médicos. A los profesionales del hospital local, el Virgen de Altagracia, les ha caído una montaña de trabajo sin que nadie les haya comunicado oficialmente que el pueblo sufre un brote de legionella. Lo notaron ellos cuando las Urgencias pasaron de los 80 a los 230 pacientes diarios fruto no solo de la bacteria, también de la paranoia colectiva. Han doblado turnos y regresado de vacaciones para hacer frente a la emergencia opaca sin siquiera un protocolo de actuación. Fuentes del hospital advierten que el brote seguirá coleando, porque después de la fiebre algunos pacientes necesitan seguimiento por las complicaciones pulmonares, y que quizá no puedan dar abasto sin refuerzos.

"¿Vas a escribirlo esto en el periódico? No me menciones, pero pon ahí que los del hospital han estado fabulosos: nos han tratado siempre con una sonrisa a la legión que hemos pasado por allí", podría firmar el común de los entrevistados. En el Manzanares bacteriano, albores de 2016, la única devoción compartida es para su personal sanitario.

Mañana del último día del año en Manzanares, una población de 20.000 habitantes al este de Ciudad Real. Más de veinte personas se agolpan en el bar de la estación de autobuses, desierta en el exterior, en busca de un café para combatir el frío. En el centro de la sala cuatro personas acercan la vista a un móvil: en pantalla, Emilio García-Page encara su primer discurso de año nuevo como presidente de Castilla-La Mancha. Aunque debuta, su argumentario es viejo: promete empleo, empleo digno, regala optimismo y recurre a la manidísima "altura de miras" en pos de la causa nacional.

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