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¿Veinte años no son nada? Rajoy, el último representante de una generación que se va
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¿Veinte años no son nada? Rajoy, el último representante de una generación que se va

La próxima vez que Rajoy (Santiago, 1955) se dirija desde su escaño al líder de la oposición, éste tendrá 17 años menos, casi una generación de diferencia

La próxima vez que Mariano Rajoy (Santiago de Compostela, 1955) se dirija desde su escaño al líder de la oposición, éste tendrá 17 años menos, casi una mayoría de edad de por medio, el tiempo que va desde un hombre que vivió la Transición en primera persona y que votó la Constitución del 78 a otro que se siente menos atado a esos vínculos históricos, que conoce sólo a través de los libros de historia.

Pedro Sánchez (Madrid, 1972) tenía sólo seis años cuando los españoles ratificaron la Carta Magna en las urnas. Sólo cuatro años menos que el entonces Príncipe Felipe, hoy Felipe VI, la más joven de las cabezas coronadas del viejo continente. En menos de un mes, tras la abdicación exprés de don Juan Carlos, parecen cobrar más significado las palabras que dirigió a los españoles en su último mensaje como monarca. “Hoy merece pasar a la primera línea una generación más joven, con nuevas energías, decidida a emprender con determinación las transformaciones y reformas que la coyuntura actual está demandando y a afrontar con renovada intensidad y dedicación los desafíos del mañana”.

Una nueva generación para una nueva época. “Se está fraguando un importante cambio generacional que se ha impulsado, sobre todo, con la abdicación del Rey”, explica Jordi Rodríguez Virgili, director del Máster de Comunicación Política y Corporativa de la Universidad de Navarra. “Se está dando paso a una nueva generación que no ha hecho la Transición y, sobre todo, en un momento en el que hay una enorme desafección hacia la política por parte de los ciudadanos, que reclaman ajustes y reformas en nuestra democracia que no pueden llevar a cabo, precisamente, los hombres que hicieron la Transición”. Cambios en la ley de régimen electoral para incluir las listas abiertas, reformas en el Senado para convertirla en una verdadera cámara de representación territorial, nuevas fórmulas para encajar a Cataluña dentro de España que podrían pasar por una reforma constitucional… “No me imagino a Rubalcaba, a Rajoy o a Cayo Lara, hombres todos que están ya peinando canas, para esta nueva resintonización con la ciudadanía”, añade.

Y es que, la ascensión a los cielos de Ferraz del nuevo líder Pedro Sánchez -Susana Díaz, su valedora, es aún más joven (1974)- no es más que una nueva pieza en el engranaje del cambio de ciclo que empezó a dibujarse en la madrugada del 25 de mayo, cuando el bipartidismo se asomó al abismo de sus propios resultados. De aquella resaca electoral se ha fraguado una potente renovación dentro del PSOE que se ha llevado por delante al químico Rubalcaba pero que también ha traído consigo el nacimiento de una nueva estrella mediática y política. La de Pablo Iglesias, líder omnipresente de Podemos, formación que ha venido para quedarse.

“La fuerza no sólo está en la juventud sino, también, en el factor novedad”, explica el sociólogo Narciso Michavila, de Gad 3, que achaca a esta novedad el éxito sin precedentes de Podemos. “Nos gusta hablar de lo nuevo y eso es muy positivo para Podemos aunque también es verdad que si continúa esta sobreexposición que tiene, este partido envejecerá rápido y perderá ese factor novedad que tiene ahora”, añade.

¿Y en qué papel queda Rajoy, uno de los pocos símbolos que se mantienen ya de esa antigua generación? ¿De esa que se forjó en los gobiernos de la Xunta con Manuel Fraga y en diferentes ministerios bajo la batuta del presidente Aznar?

"Buena parte de los cambios que se piden tienen que ver con un comportamiento cultural, con maneras de hacer, estilos y formas”, explica el consultor político Antonio Gutiérrez Rubi. “En este sentido, esta nueva generación puede que interprete mucho mejor esos cambios formales. Los dirigentes actuales, sin ser muy mayores, han tenido una larga experiencia en la vida política. Hay que pensar que Rajoy fue ministro, por primera vez, en 1996 y lleva 20 años en primer nivel. Igual que Rubalcaba”, añade.

La primera imagen que simbolice ese cambio de ciclo y esa savia nueva que accede a puestos de relevancia se visualizó hace unos días en el primer encuentro oficial de Sánchez y Rajoy en La Moncloa. Pero el cambio podría terminar de cuajarse en los próximos meses si el ascenso generacional toca también las puertas de Izquierda Unida, en donde el joven Alberto Garzón, a sus 29 años, podría disputarle el liderazgo a Cayo Lara en unas primarias abiertas.

Para los expertos, en el fondo, el cambio no es tan novedoso. Encaja con la propia cultura política de nuestros últimos años. “Escuchamos críticas como que Pedro Sánchez puede ser el nuevo Zapatero cuando, si cogemos perspectiva, vemos que Suárez, Felipe, Aznar o Zapatero tenían unos 40 años cuando gobernaron. Por nuestra experiencia política es a esta generación a la que le toca asumir responsabilidades”, explica Rodríguez Virgili. “La de Sánchez es una generación que, en otros momentos de nuestra historia, ya ha liderado el país y ha gobernado”, añade Gutiérrez Rubi. “No es ninguna novedad”.

El problema, de fondo, se le presenta al presidente del Gobierno, que podría quedar retratado, en breve, como símbolo de lo viejo. “Si el PP no se renueva lo tiene crudo, sobre todo en las municipales, donde hasta ahora la veteranía era un punto positivo y ahora ya no lo sé”, explica Michavila. “El PP no tiene por qué cambiar a su líder pero sí que tiene que dar muestras de ese cambio generacional potenciando a gente como la vicepresidenta y a más gente joven dentro del partido”, añade Rodríguez Virgili.

La próxima vez que Mariano Rajoy (Santiago de Compostela, 1955) se dirija desde su escaño al líder de la oposición, éste tendrá 17 años menos, casi una mayoría de edad de por medio, el tiempo que va desde un hombre que vivió la Transición en primera persona y que votó la Constitución del 78 a otro que se siente menos atado a esos vínculos históricos, que conoce sólo a través de los libros de historia.

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