Fallece en su propio despacho un polémico magistrado multado por el CGPJ

Ángel Luis del Olmo, magistrado-juez del Juzgado 25 de lo Social ubicado en la madrileña calle Princesa de Madrid, ha fallecido a primera hora de la mañana tras sufrir un desfallecimiento pocos minutos después de llegar a su puesto de trabajo. Según algunos testigos que presenciaron el fatal desenlace, el magistrado “cayó desplomado al suelo” al salir del ascensor. Cuando llegó el Samur, nada pudo hacer por su vida, por lo que se especula, hasta que se conozca los resultados de la autopsia, que la causa del fallecimiento pudiera ser un infarto de miocardio o una hemorragia cerebral.

El Consejo General del Poder Judicial ha expresado hoy por unanimidad su preocupación por las circunstancias de la muerte del juez. El presidente del CGPJ, Gonzalo Molinerha mostrado su "preocupación por las circunstancias que, según las informaciones recibidas, se han producido en el lamentable hecho sucedido en la sede judicial".Fuentes jurídicas han informado a Efe de que los jueces, magistrados y empleados de este edificio judicial, dependiente de la Comunidad de Madrid, han expresado su profundo malestar por lo sucedido, ya que en estas instalaciones no hay personal sanitario ni desfibriladores para hacer frente a estas situaciones, como obliga la normativa.

Una trayectoria marcada por la polémica

Antes de ser destinado a Madrid, Del Olmo pasó cinco años en el Juzgado de Toledo, donde protagonizó el episodio más oscuro de su carrera, cuando la Comisión Disciplinaria del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) le impuso una multa de 5.000 euros por abuso de autoridad y desconsideración con los funcionarios y otra de 2.500 euros por multar de forma injustificada a un secretario judicial, a quien acusó de falta de higiene al sufrir halitosis.

El órgano de gobierno de los jueces tomó la decisión por unanimidad y de acuerdo con la propuesta del instructor del expediente, que le fue abierto al juez por el propio CGPJ. Según publicaron entonces distintos medios de comunicación, el magistrado acostumbraba a orinar en los lavabos del despacho con la puerta abierta mientras dictaba resoluciones. Los funcionarios, a quienes trataba “como si no fueran personas”, se quejaban de su “hedor corporal” y aseguraban que el magistrado llegó a pronunciar frases como “la ley soy yo” o “aquí se hace lo que yo digo”.

Hoy todo son buenas palabras para este magistrado a quien únicamente definen como un “tío peculiar" y "un poco desaliñado”. Por encima de todo, quienes le conocían resaltan su “entrega” y “profesionalidad” a la judicatura sin reservas. Antes de irse a Toledo, Del Olmo trabajó tres años en Ferrol. En cambio, sus compañeros no recuerdan en Galicia que tratara dictatorialmente a sus empleados. Ahora lo definen como “una buena persona” que “no dio motivos de queja” por “su mal comportamiento”. Ángel Luis del Olmo era soltero y no tenía hijos.