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“La Marca España es como coger el rábano por las hojas”
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'EL CONFIDENCIAL' ENTREVISTA A ENRIQUE LOEWE

“La Marca España es como coger el rábano por las hojas”

Miércoles primaveral en Nueva York. “Yo con esta ciudad tengo una historia de amor y de odio”, asegura uno de los hombres que más sabe del

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“La Marca España es como coger el rábano por las hojas”

Miércoles primaveral en Nueva York. “Yo con esta ciudad tengo una historia de amor y de odio”, asegura uno de los hombres que más sabe del mundo de moda, del lujo del bueno, el auténtico. Enrique Loewe (Madrid, 1941) dejó hace diez días de formar parte de la fundación que lleva el apellido familiar; su puesto en la presidencia lo ocupa ahora su hija, la quinta generación. “Han sido 48 años dedicado a Loewe, mi vida, mi pasión, mi orgullo”. Dicen los expertos que hay tres cosas que diferencian a Enrique Loewe de su padre y su abuelo: su capacidad para reinventar la marca, para poner juntos a los artesanos y a los diseñadores y la visión de internacionalización, que primero fue suya y, después, tras la venta de la marca en 1996, del grupo LVMH.

Loewe vino a Nueva York a hablar “del lujo en España”, gracias a una conferencia celebrada en el Instituto Juan Carlos I de NY y organizada por la Cámara de Comercio de España-Estados Unidos. “Recuerdo la emoción de aquel día en el que abrimos la tienda en la Torre Triumph de la 5º Avenida, la inmensa emoción (…). Yo creía que tendríamos éxito”, recuerda el empresario. “Las mejores pieles, las más suaves, las mejor tratadas, con un diseño con alma, y me equivoqué. Los americanos preferían las marcas reconocidas, como las italianas, aunque sus productos fueran de peor calidad”, asegura. 

Quiero ayudar a los jóvenes españoles y a mi país a salir de la crisis, a encontrar el honor perdido, a encontrar la capacidad de liderarEn realidad, siente que el lujo en España siempre ha estado en crisis. “Yo podría contar que hace cuarenta años las cosas también estaban complicadas, pero había diferencias. No teníamos la crisis de valores que tenemos ahora y que, por supuesto, se ha trasladado al lujo”. Dicho lujo para Enrique Loewe es la exclusividad del producto, un producto “deseado, pero cuyo deseo se mantiene en el tiempo. Es un producto de indiscutible calidad, pero que refleja unos valores como el esfuerzo, el sacrificio, una forma de entender la vida… algo que ahora está en revisión, en total revisión, lo que a mi juicio es una equivocación”.

Loewe entiende la era de la alta tecnología, pero considera que la preeminencia de esta “ha contaminado todo lo demás”, en una búsqueda constante de la belleza como reflejo de los valores humanos. “Hay que parar, hay que enriquecer los sentidos, la personalidad, hay que detener ese instante frenético en que quieren que vivamos y pensar, porque el lujo es lo contario de vivir rápido, es tranquilidad. El lujo es respirar”. Dice esto en el corazón de Manhattan, mientras millones de personas corren por avenidas calzadas con chanclas, mirando al infinito o al suelo, mientras las calles atestadas de tráfico son puro nervio. 

“Lo que sabemos hacer bien nos sacará de la crisis”

Enrique Loewe está triste. Es la melancolía que produce la mezcla de una vida empresarial que se deshace entre los dedos de su mano y un país, España, que le preocupa enormemente. “Quiero ayudar a los jóvenes españoles y a mi país a salir de la crisis, a encontrar el honor perdido, a encontrar la capacidad de liderar”. Para ello, piensa en Ubrique, “esos maravillosos artesanos que tenemos allí, esa industria extraordinaria, con experiencia, que sabe… y ese empeño que todavía tengo en poner de acuerdo, en fusionar, al artesano y al diseñador para crear piezas únicas”. Esa búsqueda de la excelencia y de “poner en valor nuestros conocimientos; lo que sabemos hacer bien es lo que nos sacará de la crisis, y los empresarios tenemos que transmitir esos valores”, asegura.

Debemos poner en valor nuestros conocimientos, lo que sabemos hacer bien es lo que nos sacará de la crisis y los empresarios tenemos que transmitir valores como la búsqueda de la excelenciaSu mirada se pierde en el escenario, lleno a rebosar de personas que quieren saber qué pasa con Loewe y con España. Entre los asistentes está Scott Schramm, uno de los jefazos de compras de los grandes almacenes Sacks Fith Avenue. “Yo sólo tengo una firma española de joyería en Sacks, no sé que pasa con los diseñadores españoles, no los conocemos”, dice. Daniel Saynt, socialité (un hombre de esos cuyos blogs leen decenas de miles de norteamericanas), cree que el problema de España está en la comunicación. “Ninguno sabemos nada del lujo en España, ni de las marcas, ni de los diseñadores. ¿Por qué las estrellas del celuloide españolas no llevan en la alfombra roja diseños españoles?  No hay visibilidad”, explica.

Entre los corrillos aparece Kika Rocha, jefa de moda durante una década de People. “Es increíble que no haya una acción conjunta de empresarios españoles con el Gobierno, algo realmente importante. Es increíble que no se utilice a periodistas y opinadores en las redes sociales, gente que represente valores, conocimiento, que sea respetada… y que se les fiche para internet, para Twitter, para presentar productos y empresas. España tiene diseño, pero no se sabe vender. No hay una Marca España de verdad, unidos, todos juntos”. Enrique Loewe observa, escucha y exclama: “No quiero hablar de política, pero la Marca España es como coger el rábano por las hojas. Esto es una evidencia; y ya lo he dicho todo”.  

Miércoles primaveral en Nueva York. “Yo con esta ciudad tengo una historia de amor y de odio”, asegura uno de los hombres que más sabe del mundo de moda, del lujo del bueno, el auténtico. Enrique Loewe (Madrid, 1941) dejó hace diez días de formar parte de la fundación que lleva el apellido familiar; su puesto en la presidencia lo ocupa ahora su hija, la quinta generación. “Han sido 48 años dedicado a Loewe, mi vida, mi pasión, mi orgullo”. Dicen los expertos que hay tres cosas que diferencian a Enrique Loewe de su padre y su abuelo: su capacidad para reinventar la marca, para poner juntos a los artesanos y a los diseñadores y la visión de internacionalización, que primero fue suya y, después, tras la venta de la marca en 1996, del grupo LVMH.

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