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Gonzalo Pascual, del sueño de Trapsa al infierno de Marsans
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MUERE EL EMPRESARIO FUNDADOR DEL GRUPO TURÍSTICO

Gonzalo Pascual, del sueño de Trapsa al infierno de Marsans

Hijo de la posguerra (1942) y madrileño de cuna, Gonzalo Pascual hizo carrera profesional más allá de su formación como ingeniero industrial. El conocido empresario, que

Foto: Gonzalo Pascual, del sueño de Trapsa al infierno de Marsans
Gonzalo Pascual, del sueño de Trapsa al infierno de Marsans

Hijo de la posguerra (1942) y madrileño de cuna, Gonzalo Pascual hizo carrera profesional más allá de su formación como ingeniero industrial. El conocido empresario, que falleció esta semana de un infarto en la madrugada del jueves, probó suerte con distintos negocios para foguearse (importación y exportación) en la España emergente de los 60 antes de incorporarse al negocio familiar impulsado por su padre, la compañía de transporte por autobús Trapsa, el germen del grupo turístico Viajes Marsans que le consagró como empresario junto a su socio Gerardo Díaz Ferrán, pero que también ha terminado con sus días.

La historia de la pujanza y desarrollo económico de España en los últimos 40 años puede resumirse perfectamente con el periplo empresarial de Gonzalo Pascual. Primero, cuando los muros del franquismo se abrieron a la oferta de sol y playa. Luego, permitiendo al español con algún ahorro viajar fuera como cualquier europeo. Ese negocio a la vista consagró a un grupo de emprendedores como Juan José Hidalgo, Sebastián Escarrer, Miguel Fluxá o la inseparable dupla de Pascual y Díaz Ferrán, que a lo largo de estas décadas consolidaron importantes grupos empresariales en torno al negocio del ocio y el turismo.

Primero fue Trapsa y el negocio del transporte de pasajeros en todo el territorio de Madrid, un negocio que ya les abrió las puertas del mundo empresarial y de las patronales. Aceptado junto a su socio Díaz Ferrán entre las figuras emergentes del sector, su primer gran golpe de efecto llegó con la adquisición en 1985 del grupo público Viajes Marsans, plataforma a través de la cual consiguieron durante los siguientes 25 años construir un gigante de la industrial del turismo que llegaría a facturar casi 3.000 millones de euros en su año cumbre, justo antes de que la crisis y una serie de erróneas decisiones dieran al traste con su imperio.

Con la popular agencia de viajes bajo el brazo, la pareja Díaz Ferrán-Pascual saltó al mundo de la aviación comercial en 1986, aprovechando el fin del monopolio de Iberia. Juntos participaron en el lanzamiento de la aerolínea Spanair, que luego vendieron al grupo escandinavo SAS, y en posteriores iniciativas vinculadas a la industria del turismo, como la cadena hotelera Hotetur (1991), la empresa de servicios aeroportuarios Newco (1998) o el touroperador Pullmantur (1988), el mayorista de viajes (cruceros) que vendieron a la multinacional extranjera Royal Caribbean por la friolera de 700 millones de euros en el verano de 2006.

Su olfato empresarial y su visibilidad institucional convirtió a la dupla compuesta por Pascual y Díaz Ferrán en un binomio inseparable hasta el final de su aventura. Todo lo que tocaban terminaba convirtiéndose en oro. Sin embargo, un par de apuestas demasiado arriesgadas, como la adjudicación de Aerolíneas Argentinas, otra excompañía pública, o la elevada exposición pública asumida por Gerardo como presidente de la patronal empresarial CEOE, justo cuando su grupo de empresas daba síntomas de debilidad, acabaron por tumbar en sólo un par de años un gigante de más de 50 sociedades levantado durante décadas.

El punto de inflexión de Aerolíenas

En 2001, con la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) abrumada tras tener que declarar Aerolíenas Argentinas en quiebra diez años después de que Iberia la comprara, Pascual y Díaz Ferrán consiguieron quedarse la aerolínea por un dólar (más una ayuda a fondo perdido de 300 millones de dólares para su saneamiento) y la integraron en Air Comet, la compañía de vuelos propia con que prestaban servicio a su negocio de touroperador. Una aventura transoceánica que acabó en 2009, fecha en la que el Gobierno de los Kirchner decidió nacionalizar la compañía sin ofrecer ningún tipo de compensación.

Los pleitos en cortes internacionales para reclamar 800 millones de dólares por la pérdida de Aerolíneas Argentinas resultaron del todo infructuosos. Ese periplo judicial fue sólo el preámbulo de lo que estaba por llegar en los años siguientes, primero con la quiebra de Air Comet a finales de 2009, que dos años antes había absorbido la flota y las rutas latinoamericanas de Air Madrid, y posteriormente con la venta desesperada de Marsans en la primavera de 2010 a un inversor desconocido (Angel Cabo), que meses después se encargó de declarar la compañía en concurso de acreedores. El sueño de toda una vida acababa.

A partir de entonces, Gonzalo Pascual, igual que su socio, tuvo que hacer frente al lado más amargo de su faceta como empresario. La quiebra de Marsans había dejado por el camino más de 12.000 afectados y una deuda pendiente de 600 millones de euros. Además de los juicios abiertos por la quiebra del conglomerado de empresas, el trago más amargo llegó con la demanda por presunto delito de apropiación indebida en la Audiencia Nacional. En medio de este escenario convulso, el corazón del empresario dijo basta. El que pudo ser un gran legado empresarial es ahora un particular infierno para sus herederos. 

Hijo de la posguerra (1942) y madrileño de cuna, Gonzalo Pascual hizo carrera profesional más allá de su formación como ingeniero industrial. El conocido empresario, que falleció esta semana de un infarto en la madrugada del jueves, probó suerte con distintos negocios para foguearse (importación y exportación) en la España emergente de los 60 antes de incorporarse al negocio familiar impulsado por su padre, la compañía de transporte por autobús Trapsa, el germen del grupo turístico Viajes Marsans que le consagró como empresario junto a su socio Gerardo Díaz Ferrán, pero que también ha terminado con sus días.